Inicio Foros Historias y gestas Memorias de Irhydia -la fatal mano espectral

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    • El ojo de Argos512
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      Adiós, mano espectral. Conocerte no fue fatal, mas nuestra amistad llega al final.

      Escupidas estas rimas, carentes de sentido, al menos en parte, me dispongo a explicar el porqué de mi decisión. Tal vez no me deshaga del guante espectral que llevo en el inventario, mas estoy dispuesta a cambiar un poco el uso del mismo, debido a las siguientes razones.

      La primera y más importante. El espacio. No hace pocos años, conseguí hacerme con un invento de origen peculiar. Resulta extraño, cómo en Golthur pueden elaborarse maravillas del estilo, cuando quienes habitan tal fortaleza, no es que estén dotados de una notable inteligencia (bueno, realmente sí. De una notable inteligencia negativa). El caso es, que las mochilas sin fondo, son algo único. Permiten guardar en ella una ingente cantidad de objetos, sin que estos supongan una carga infernal que llevar sobre los hombros. Obviamente, el término sin fondo no debe ser tenido en cuenta literalmente. Tales petates de viaje tienen un límite… Y estoy a punto de alcanzarlo.

      Consecuentemente, he llegado a considerar la posibilidad de desprenderme de él, dada la relativa inutilidad de este artilugio. ¿O tal vez no? De acuerdo, no es el argumento más convincente entre los de mi repertorio. Sigamos.

      EN segundo lugar, puedo explicar, sin temor a equivocarme, la escasa utilidad del espíritu de la propia mano. Como bien sabéis los portadores de un guante del estilo, al abrocharlo a la muñeca, un espectro de tu propia mano emerge. Siguiéndote. Sirviendo de escudo. Al mismo tiempo, permite, o permitía a uno, el curar sus heridas, empleando objetos o sortilegios de poder vampírico contra él. El problema, es que tal extremidad no suele mostrarse predispuesta a recibir. En ocasiones, opta por esquivar los golpes que no son certeros. Esto es especialmente inconveniente, incluso mortal, para alguien herido de muerte, puesto que, obviamente, sus cualidades se ven reducidas. Entre ellas, como no, la puntería y todo tipo de reflejos. SI sumamos a este problema, el hecho de que el objeto empleado requiere estar imbuido de magia para ser efectivo al atravesar la mano, o como mínimo, en el caso de municiones, haber recibido el contacto de un arco encantado hace menos de un minuto, la verdad, es que emplearlo para sanarse no resulta lo más sencillo del mundo. Además, parece ser que todos los espectros nacidos de un guante espectral, han optado por volverse aún más esquivos de lo normal. Hace días, meses incluso, que no consigo golpearlos. Y es que, por algún motivo que escapa a mi humilde comprensión, parece ser que estas invocaciones, al tratarse de extensiones de partes del cuerpo de quienes las llamaron, pueden predecir los ataques de sus dueños. Algo que, lógicamente, no les resulta de agrado.

       

      Por último, pero no menos importante. EL espíritu de la propia mano invocada mediante un guante espectral, no es especialmente resistente. Este defecto la hace absolutamente inadecuada para tratar daños, que exijan al afectado una recepción de energía vampírica continuada. Es pues, que a pesar del idealismo que, indudablemente mostré hará unos años, la verdad es que no es el mejor remedio que pueda asegurar la supervivencia. De acuerdo. A mi me ha salvado en pocas, pero inolvidables situaciones. Circunstancias a las que parece, actualmente se niega a servirme como antaño. Recientemente, he conocido un artefacto de invocación nigromántica, cuya utilidad suplirá, con creces, al guante espectral del que pienso renegar a la posición de mera adarga fantasmal.

       

      No nos referimos a otro collar, que no sean las conocidas, como filacterias del avaro. ¿Quién no se ha topado, en su día, a un empresario o banquero que, invadido por la euforia de sus posesiones, pretende hacerse, cada vez, con más y más? La actitud de tales ostentosos, en incontables situaciones, han llevado a miles, decenas de gentes a la ruina. El dinero lo mueve todo. Bueno, el dinero, la religión, y a veces el sexo, si bien lo último está más oculto, entre sombras de pudor. No, en el caso de los orcos del cuarto nivel de la fortaleza de Golthur Orod, donde abundan los harenes de maldecidos, esclavizados, manipulados por doquier. Fruto de poderosa magia de encantamiento, la mayoría de los que sirven a los más temibles empaladores, cercanos a los balcones de obsidiana, han sido desposeídos de sus recuerdos, conciencia y raciocinio, hasta el punto en el que la única misión de tales víctimas, el único motivo por el que se creen que existen en este mundo, es complacer. Dando placer a todo aquel que lo pida, hasta que la muerte con la liberación les bendiga.

      Tales enriquecidos, aquellos que, sin atisbo alguno de remordimientos, sin otra preocupación en mente, que no sea la de su propio bienestar, explotan, día sí, día también, todo lo que pueda ser explotado. Mineros forzados. Campesinos diezmados por impagables cantidades de tributos, en forma de lo que, desgraciadamente, ya no podrán comer cuando llegue el invierno. Los banqueros que, aprovechándose de la guerra que el castillo de Poldarn mantiene con las aberraciones de los montes del destino, conceden créditos a intereses desorbitados.

      En definitiva, todo tipo de alimañas. Desde luego, existen no pocos trabajadores, quienes obtienen sus riquezas de modos honrados. No vengo a criticar, ni decidir, a quién apoyo, o a quién no. Después de todo, son los tratos de los cofrades, los que me han concedido los mejores pertrechos. También debo admitir que, a mi pesar, he considerado una buena idea proporcionar bienes de valor a mis anteriores socios, considerando que, de este modo, una porción más reducida de sus mercancías sería obtenida mediante actos de robos, saqueos, matanzas sin escrúpulos, y todo tipo de atrocidades. Parece ser que me equivoqué. No me arrepiento. Después de todo, a falta de compradora, cientos me sustituirán en el ahora. Sin embargo, poderme valer de un proveedor algo menos cruel, sería de agradecer. Me trae sin cuidado la relativa ética, con la que tal organización consiga sus enseres de comercio. Toda ética es relativa. El engaño puede ser bueno, si se emplea de modo adecuado. Mientras pueda conocer que no han acabado con la vida de nadie que no se lo merezca, no tengo problema. En caso contrario, proseguiré mis negociaciones. Después de todo, ya he explicado que, el hecho de que yo deje de comprar, no va a producir efecto alguno en las finanzas de todos aquellos con los que he mantenido relaciones comerciales.

      En fin, que vuelvo a desviarme. El caso es que, un buen día, o una mejor noche, un nigromante de nombre desconocido, tal vez muchos, en realidad, y en tiempos diversos, tuvieron problemas con quienes les custodiaban el capital. No eran, ni son, pocos los banqueros que, aprovechándose de cualquier excusa, cualquier laguna legal en las fronteras de su urbe, conseguían no verse obligados a devolver gemas de gran valor a quienes las depositaron. Estos actos de codicia enfurecieron a un gran número de hechiceros negros, por lo que optaron por vengarse. ¿Cómo lo hicieron? Desconozco el método empleado con exactitud. No obstante, algunas pinceladas de lo que tales nigromantes hicieron, me fueron desveladas, de mano de alguno de ellos.

      Los enfurecidos desposeídos de sus bienes, optaron por asesinar a quienes les habían estafado. Posteriormente, vincularon el alma de tales desagradecidos a unos collares. Fueron los conocidos como filacterias del avaro. De este modo, aquellos espíritus codiciosos, llegado el reclamo de la filacteria que les había sepultado, se verían obligados a servir al portador de la misma como usureros. Transportando, en nombre de los propietarios, todo aquello que les ordenasen llevar consigo. Adicionalmente, podrían ser tratados del modo que su propietario del momento deseara, sin que la sombra del condenado pudiera hacer nada por defenderse. Tal sería el destino de los atormentados, hasta que los dioses decidieran enviarlos a una nueva vida. Si se diese el caso, tal impedimento no suponía problema alguno para la filacteria. Después de todo, todos los que fueron codiciosos, al fin y al cabo, llevan consigo la mácula de la avaricia. Signo que, para desgracia de los más despreciables usurpadores, coinciden en una marca etérea. De tal suerte, que la filacteria, inicialmente atada a un único no ser, puede reclamar el favor de cualquier espectro, aún presente en el limbo, que sea identificable con todo aquello que le une a una red de espíritus sin escrúpulos.

      A estos esclavos, inmateriales, se les conoce como sombras de la usura. Tales sombras, sin duda, me resultarán de utilidad a la hora de transportar inconmensurables cantidades de mercancías. Adicionalmente, como habréis podido intuir, o tal vez no, son mucho menos esquivas. La maldición nigromántica que permite adueñarse temporalmente de ellos, no les ofrece la posibilidad de defenderse. Tal circunstancia las hace perfectas para ser acertadas, incluso por moribundos, al emplear contra ellas algo que contenga vampirismo. Tampoco requieren de encantamiento alguno para ser afectadas, y lo más importante. Pueden encajar una gran cantidad de golpes, lo que las hace idóneas para ser drenadas, en beneficio de quien debe ser sanado.

      Podría decir que me siento apenada por el destino de tales espíritus obligados a servir. La verdad, es que no me compadezco en absoluto por ellos. Después de todo, su castigo no será eterno, por mucho que así lo crea el populacho. El sumo sacerdote Ismutus, tras su resurrección de la batalla de los mendigos, ya me explicó lo que ocurre al otro lado. Las sombras podrán, tarde o temprano, deshacerse de las ataduras que les unen a Eirea. Además, tras haber arruinado tantas vidas, tampoco creo que se me pueda culpar de desear que, irónicamente, se les pague con la misma moneda. No al menos, durante un tiempo. Ni que fueran a padecer la cruel penitencia, que los Aldara estuvieron obligados a soportar hasta principios de la cuarta era, a causa de los antojos de un Seldar iracundo, y un Eralie indiferente.

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