Inicio Foros Historias y gestas Memorias de Sangre: El Ocaso del Filo Albino.

Mostrando 4 respuestas a los debates
  • Autor
    Respuestas
    • Rijja
      Participant
      Número de entradas: 368

      Memorias de Sangre: El Ocaso del Filo Albino.

       

      Los capítulos recogidos en este tomo, denominado “Memorias de Sangre”, recopilan las diferentes historias que han acontecido sobre los múltiples miembros de la Familia Al’jhtar, los cuales han vivido en diferentes épocas y contextos de la historia de Eirea.

      Esta narración hace referencia a las últimas horas de vida de Atojj Al’jhtar, hijo segundo de Kajjo “El Heterocromo” y hermano de Fujj “El Gigante de Zafiro”.

       

       

      …Tres orgos recorrían a duras penas el sendero de tierra que conducía a las aldeas situadas al sur de Anduar. Estos, malheridos y ajados, habían sido capaces de escapar a duras penas de la masacre que habían sufrido el resto de sus compañeros de armas a manos de un gran contingente de Enanos provenientes del Reino de Kheleb-Dûm. El pequeño reducto Ar’Kaindiano del que formaban parte no había podido resistir la bien planeada emboscada que se había ejecutado sobre ellos.

      Atojj Al’jhtar formaba parte de este “afortunado” trío, el cual se dirigía ahora hacia Alandaen, ya que el camino hacia Anduar se encontraba bloqueado, con la esperanza de llegar a tiempo, y con vida, al embarcadero de dicha aldea y así poder reunirse con otros compañeros que, al margen de servir como refuerzo y protección, contaban con diversos buques afines allí atracados.

      La tarea no sería fácil.

      Es cierto que habían escapado con cierto margen como para no ser alcanzados con facilidad por aquellos enanos, pero, su velocidad atravesando aquellas tierras se veía mermada por las diversas heridas que habían sufrido en el combate acontecido.

      Dejando atrás los campos de Anduar, comenzaron atravesando las ondulantes colinas, de suaves pendientes, a una velocidad aceptable. Una fina alfombra verde, formada por pequeñas plantas y briznas de hierba, parecía darles la bienvenida a la zona para facilitarles el camino. Esa comodidad apenas duró unos instantes. Una vez avanzaron por aquella planicie, desviaron su camino hacia las lomas colindantes, para evitar ser vistos, y estas cada vez se fueron haciendo más escarpadas y, para colmo, un devastador viento soplaba con fuerza en su contra, haciendo que sus cuerpos fueran más pesados si cabe.

      Una vez alcanzaron cierta altura con respecto al camino, teniendo una gran perspectiva sobre la zona que habían dejado atrás, Atojj volteó para observar si había algún rastro de sus concienzudos perseguidores. No tardó en divisar al contingente de enanos que iba en su búsqueda, al cual, para más inri, se habían unido algunos Paladines de Eralie montados en sus blancos corceles, los cuales avanzaban por los caminos con gran velocidad rumbo a Alandaen. Los Orgos podrían llegar al embarcadero antes que los enanos, pero no podían competir con la velocidad de la hípica de combate de aquellos Paladines.

      La situación se volvió aún más desesperada para los Ar’Kaindianos.

    • Rijja
      Participant
      Número de entradas: 368

      Memorias de Sangre: El Ocaso del Filo Albino. (II)

       

      Después de constatar que no podrían llegar a Alandaen, al menos no sin enfrentarse en considerable inferioridad a los Paladines de Eralie que se habían adelantado a sus movimientos, decidieron tomar otra ruta que les permitiese, al menos, ocultarse hasta tener algún tipo de oportunidad en la retirada.

      Las sangrantes heridas que poblaban sus cuerpos se habían agravado durante su particular travesía, dando paso a múltiples hemorragias. Los Orgos se detuvieron para vendar y tratar dichas heridas sin apenas éxito, aunque, al menos, dicho tratamiento les daría algunas horas más de autonomía antes de convertirse en un problema irremediable. Una vez más emprendieron una tortuosa marcha, esta vez hacia las Ruinas de la Ciudad de Zumelzu. Aquellas ciénagas serían un punto estratégico donde esconderse y poder recobrar fuerzas mientras trazaban algún plan para llegar hasta el embarcadero de Alandaen esquivando a sus enemigos.

       

      Una vez retomaron su huida hacia las ruinas de Zumelzu, después de varias horas caminando heridos, entre la basta aridez que gobierna las colinas en las que se encontraban, el trayecto fue mostrando poco a poco cierta vegetación y humedad, entre hierbajos aciguatados y un fuerte aroma a salitre, lo cual hizo más llevadero el itinerario que habían decidido seguir y, por supuesto, la proximidad del mar y de su objetivo. Una vez encumbraron la colina por la que ascendían, los orgos pudieron divisar, y oler, la aldea costera de Alandaen. Patrullando en las inmediaciones de la entrada pudieron ver con claridad a varios Paladines de Eralie y unos pocos soldados. Estos últimos oteaban las colinas mientras ascendían lentamente rastreando la zona, presumiblemente, en búsqueda del particular grupo de orgos.

      El grupo no debía tardar en cruzar las montañas o serían descubiertos sin escapatoria.

      Mientras se detenían para trazar una estrategia, trazando como seguir su camino pasando completamente desapercibidos para sus perseguidores, uno de los compañeros de Atojj desfalleció. El Orgo no pudo soportar la pérdida de sangre y, debido a esta, se desplomó con estrépito sobre sus rodillas mientras jadeaba sofocantemente.

       

      Nnn.. No puue..do seegu..ir el ritmm..mo, Cam..maradas.– Balbuceó el orgo con gran dificultad entre esputos de sangre.

       

      Los dos Orgos que quedaban en pie cruzaron una mirada y luego miraron a la vez a su compañero moribundo para después, ambos, esbozar una sonrisa nerviosa.

       

      Aún hay esperanza, amigo mío. –Dijo Atojj, entonando sus palabras de forma esperanzadora mientras sacaba una pequeña botella del zurrón que llevaba asido a la cintura.

    • Rijja
      Participant
      Número de entradas: 368

      Memorias de Sangre: El Ocaso del Filo Albino. (III)

       

       

      Atojj portaba, entre sus variados pertrechos para el combate, un Elixir que, al beberlo, otorgaba ciertas capacidades regeneradoras y curativas. Era un brebaje demasiado caro como para que fuera algo común, entre los soldados, en el campo de batalla. Esta poción había sido un obsequio de su hermano Fujj, un poderoso mago rúnico de la época.

      Sin más dilación, Atojj abrió la botella que contenía aquel líquido mágico y la abocó sobre su exhausto compañero. A los pocos segundos de beber aquel brebaje, las heridas del orgo comenzaron a sanar, al menos parcialmente, mientras este se incorporaba de su decaída posición con una ligera mueca de dolor.

       

      Gracias camarada, no olvidaré esto, menudos trucos de acaudalado tienes escondidos– Dijo el orgo agradecido.

      Ya me lo cobraré en licor de dátil cuando salgamos de esta, amigo mío. –Dijo Atojj complaciente. – Pero ahora debemos proseguir nuestra marcha, aquí estamos completamente desguarecidos. – Añadió.

       

      Los orgos avanzaron centenas de metros, recorriendo la colina entre arrastres rápidos, protegidos por los hierbajos y piedras, pero, debido al retraso que aconteció por ayudar a su compañero, los orgos fueron descubiertos cuando los exploradores alcanzaron la altura necesaria para verlos.

      Entre los gritos de alarma que emitían aquellos exploradores enemigos, los orgos comenzaron una carrera frenética, tanto como les dejaba sus aún ajados cuerpos, colina abajo. Rumbo a las ciénagas de Zumelzu.

       

      Al observar el intento de huida, los enemigos tornaron sus gritos de alarma en una sutil, pero muy peligrosa, lluvia de flechas sobre el pequeño grupo de orgos. El trío de ciudadanos Kaindianos esquivaron varias de las primeras tandas de dichos proyectiles, pero, finalmente, uno de ellos fue atravesado en su brazo izquierdo por un total de 4 saetas, que se clavaron profundamente.

      Un grito de dolor, acompasado con un pequeño revuelco en la tierra por el impacto, inundó la zona, aunque esto no detuvo el estrepitoso avance, colina abajo, de Atojj y sus compañeros, los cuales se encontraban ya en la parte final de aquella loma.

    • Rijja
      Participant
      Número de entradas: 368

      Memorias de Sangre: El Ocaso del Filo Albino. (IV)

       

       

      Después de varios centenares de metros, los Orgos, por fín, llegaron a las inmediaciones directas de las ciénagas de Zumelzu.

      Los Ar’Kaindianos sabían que, gracias a la escasa ventaja que habían conseguido sobre sus perseguidores, estos no tardarían en darles alcance y, asumiendo su más que probable destino, decidieron hacerles frente de la mejor manera que pudieran.

      Gracias a su determinación y práctica, los Orgos consiguieron colocar algunas trampas mientras avanzaban, chapoteando, por los primeros palmos de tierra que gobernaban el cenagal donde se adentraban.

      Atojj, debido a las voces y gritos que emitían sus perseguidores, dedujo que apenas faltaban escasos minutos para el encuentro. El Orgo instó a sus compañeros de que alcanzaran algún tipo de elevación en el terreno para obtener alguna ventaja. Y eso hicieron.

      En un pequeño saliente de tierra que apenas levantaba 2 metros del suelo se instalaron y, cual náufragos en un islote rodeado de tiburones, esperaron su destino.

      Debido a la niebla que gobernaba la zona apenas podía divisar a sus enemigos mientras estos se acercaban, pero los audibles chapoteos de sus perseguidores alertaban de su posición de manera bastante precisa.

      Instantes antes del inminente combate, Atojj exclamó:

       

      Ha sido un honor combatir a vuestro lado, camaradas. ¡Por Velian! ¡Por Ar’Kaindia!

       

      Debido al grito de guerra de Atojj, los enemigos se dirigieron casi de inmediato hacia su posición recién delatada.

      El primero en aparecer fue un paladín de Eralie, subido a su caballo, que recorría la zona de manera lenta, aunque constante, debido al fango que gobernaba el lugar. Atojj, ya a la distancia precisa, le rebanó la cabeza al caballo de un solo tajo para, justo después, hacer lo propio con el jinete.

      Acto seguido, varios de los compañeros del paladín aparecieron en la zona entre gritos de guerra.

      Los Orgos se defendieron bien, comenzando aquella escaramuza con varias baja enemigas sin apenas recibir daño, pero la constante aparición de enemigos iba mermando sus fuerzas y, por tanto, eficacia en sus golpes.

      Uno de los Orgos, el cual había derrotado ya a 8 enemigos, fue ensartado con una enorme lanza a la altura del pecho para después perecer, no sin antes rebanar la garganta de su propio verdugo.

      Atojj y su otro compañero, viendo caer a su hermano de armas, entraron en un frenesí belicoso sin parangón, encarando a sus enemigos de manera más fiera si cabe.

    • Rijja
      Participant
      Número de entradas: 368

      Memorias de Sangre: El Ocaso del Filo Albino. (V)

       

       

      Después de varios minutos, Atojj y su compañero habían acabado con casi la totalidad de paladines que los enfrentaban. Rodeado de cuerpos cercenados, la imagen de los Orgos en batalla era realmente terrorífica para sus adversarios. Con sus armas melladas y los cuerpos forrados en cortes, evisceraciones y sangre, los Ar’Kaindianos seguían luchando con una fiereza brutal.

      Cuando hubieron acabado con todos sus enemigos, salvo tres paladines que se mantenían ligeramente a la distancia, ya sea pensando la estrategia de combate o simplemente acobardados, un numeroso grupo de enanos llegaron a la zona. Estos eran pertenecientes al batallón que, hace varias horas, habían dado muerte al resto de sus compañeros y puesto a ellos en huida.

      Los enanos se situaron en primera fila de batalla, dejando a los tres paladines supervivientes a sus espaldas, dispuesto a acabar con la vida de la pareja de combatientes Orgos.

      Ante la visión de los verdugos de sus compañeros de armas, el compañero de Atojj se arrojó sobre ellos sin pensarlo dos veces, blandiendo su portentosa Yhjlema Kaindiana, y alcanzando a uno de ellos que, aún habiendo sido cubierto por su escudo, no pudo aguantar la acometida y se vio cercenado brutalmente, a la altura del hombro, su brazo derecho. Acto después, el orgo volteó frenéticamente para descargar de nuevo su Yhjlema contra el siguiente enano, pero esta vez dicho enano bloqueó su ataque, abriendo un hueco en sus defensas para después enterrar su gran hacha de piedra en el costado del Orgo, el cual falleció casi en el acto.

      La consecución de acontecimientos había dejado a Atojj, el Filo Albino, en solitario frente a un cuantioso numero de enemigos. El Orgo, lejos de amedrentarse ante tal escenario, emitió un grito de guerra, tan fiero y profundo, que retumbo en la zona recorriendo todo el terreno de aquellas ciénagas. Acto seguido, Atojj se arrojó con valentía a la carga contra la vanguardia del contingente Enano enarbolando su Yhjlema Arcana y entonando un grito de guerra:

       

      ¡Por Velian! ¡Por Ar’Kaindia! ¡Gloria a la Familia Al’jhtar!

       

      Ese día, en el cenagal de las Ruinas de Zumelzu, Atojj encontró su muerte, no sin antes arrebatar la vida de doce enemigos y malherir a varios de ellos más.

       

      Con esto concluyen las crónicas de Atojj Al’jhtar, El Filo Albino. Un fiero guerrero Ar’Kaindiano que entregó su vida por la gloria de Velian y su Ciudad Ar’Kaindia, la joya del Desierto.

Mostrando 4 respuestas a los debates
  • Debes estar registrado para responder a este debate.