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    • sayroth
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      Ese día, había llegado a la taberna de la ciudad en la que había crecido, después de mi proclamación como chaman consejero de la ciudad lagarta.
      Era bastante tarde cuando atravesé las puertas del local y Lady Stamos, aparentemente agotada tras su jornada laboral, permanecía sentada en una mesa del final del local.

      Grimoszk: Taberna de Lady Stamos
      Estás en la más conocida taberna de estos lares. La taberna de Lady Stamos. La cual ha sido trasladada por su dueña hasta la zona más céntrica que ha podido permitirse, harta ya de los insulsos y sobre todo escasos marineros que se dejaban asomar por el local después de una jornada en alta mar. Sigue siendo bastante grande, con una barra para atender a los clientes, y sillas y mesas repletas de botellas vacías y vasos a medio terminar.
      Puedes ver dos salidas: abajo y -sur-.
      Lady Stamos está aquí.

      Al reparar en Lady Stamos, vi que permanecía con la barbilla apoyada sobre una mano, absorta en sus pensamientos y con un gran termo de café casi vacío a su lado.
      Me aproximé a ella y no pareció darse cuenta, hasta que toqué su hombro con mi garrote.
      Este gesto, le hizo dar un respingo y estuvo a punto de caer de la silla, pero al reconocer al nuevo consejero de la ciudad, se relajó visiblemente.
      Permanecimos allí cayados, mirándonos durante lo que para mí fueron horas, porque durante ese tiempo, solo por las miradas, pudimos ver ante quien nos encontrábamos en realidad.
      Lady Stamos, debió sentirse incomodada, porque su siguiente gesto fue de fastidio, hizo amago de levantarse pero negué con la cabeza y levanté las manos, pidiéndole que permaneciese sentada.
      Me miró como si hubiese visto a un gran dragón disfrazado de elfo, sin comprender que quería y muy extrañada.
      Lady Stamos insistió y me preguntó que quería tomar, apremiándome para que me fuese y la dejase tranquila, a esas altas horas de la noche.
      Negué con la cabeza despacio y tomé asiento al otro lado de la mesa en la que permanecía sentada.
      Por primera vez, Lady Stamos me miró como si fuese alguien nuevo y no como cualquier personaje de los que solían acudir a la taberna.
      Al mirarme, vio a un Hombre-Lagarto varón de aspecto corpulento, con tez, de un tono verde, cercano a negro, que se asemejaba en gran medida al color de los pantanos en sus zonas más profundas.
      Sus pequeños, pero ágiles y atentos ojos rojos, repletos de sabiduría, relucían sobre unas fauces poco desarrolladas.
      Su cola, con la punta completamente negra, clareaba conforme se acercaba a su espalda, acabando en su tono de piel natural.
      Una gran cicatriz en forma de zarpa de lagarto con la palma hacia arriba relucía en su bíceps derecho y debió llamarle la atención, porque permaneció mirándola curiosa durante más tiempo que el resto de su figura.

      Tras escrutarme más esaustivamente, se relajó visiblemente y tras una inclinación de cabeza, permaneció sentada, mirando a la nada.
      Sin más rodeos, le pregunté si le pasaba algo. Que parecía apesadumbrada por algo.
      Por unos segundos permaneció cayada, gesto que interpreté como si estuviese preguntándose a sí misma, si confiar sus preocupaciones a aquel peculiar desconocido.
      Negó con la cabeza, decidida, posiblemente posponiendo esa conversación para cuando me conociese un poco más, hecho que supuse por lo que vino a continuación.
      Lady Stamos dejando toda precaución atrás, empezó a preguntarme quien era, cual había sido mi historia, porqué aquella curiosa marca en el brazo, mientras yo permanecía callado, contemplándola, valorando la nueva situación que se me presentaba.
      Lady Stamos, tras un rato mirando aquella marca, sus ojos refulgieron, como si hubiese reconocido a alguien en aquel tatuaje y preguntó con un grito de sorpresa: ¿Bleithkoss?
      Tras aquel muy conocido nombre para mí, comencé a contarle todo lo que me había preguntado.

    • sayroth
      Participant
      Número de entradas: 10

      Y así comenzó la historia que le conté, que es la misma historia que me ha traído hasta hoy:

       

      Hola, soy Maltos Bleithkoss, el hijo pequeño de los señores Bleithkoss.
      Podría contarte mil historias sobre mí, mis abuelos, mis padres o sobre mi hermano pero no tendría sentido comenzar una historia si no se hace desde un principio.
      La familia Bleithkoss nació hace aproximadamente 3 generaciones, con el anciano Bleithkoss, mi abuelo, un aclamado incursor y la anciana Bleithkoss, mi abuela, una sacerdotisa entrenada en el arte de la chamanería.
      Todo el pueblo de Grimoszk decía que la familia había sido tocada por Ozomatli, pues en las escamas de todos y cada uno de los componentes de los Bleithkoss había la marca de una gran huella de la garre del mismo, que nos acompañaba desde nuestro nacimiento.
      El hecho que más nos distinguió, fue el hecho de que nunca hubo 2 personas parecidas en la familia, hasta que nací yo.
      Mis abuelos, dieron a luz a tres hombres lagarto, uno que acabó como soldado del ejército negro, mi padre, otro que acabó siendo uno de los cazadores más solitarios e inteligentes de nuestro pueblo, mi tío y el otro… bueno, digamos que el otro no era miembro de nuestra familia, por capricho de Ozomatli.
      El tercer hijo no llevaba la marca en su cuerpo y se notó.
      Soñaba con ser bardo, uno de esos que cuando cantan a la vida espantan y así fue, en uno de sus ensayos con un instrumento de esos que llaman flauta, cuando se introdujo la boquilla en las fauces y fue a aspirar aire, se tragó el instrumento y murió por asfixia.
      ¿Sorprendente verdad? Pues no acaba aquí, cuando consiguieron extraerle la flauta de las fauces y el cadáver expulsó la sangre que había acumulado en la garganta cuando la flauta se le clavó, cayó al suelo y como por arte de magia, se formó en el suelo un gran dibujo sangriento de la garra de Ozomatli.
      Mi padre, en sus duros entrenamientos en los pantanos, conoció a mi madre, una mujer hombre lagarto, cuya única compañera de combate era una cerbatana.
      En una de tantas incursiones al reino de Takome, mi padre fue capturado por uno de los mandatarios de la ciudad.
      El ejército lagarto había sido repelido y corrían en desbandada hacia los pantanos de nuevo pero mi madre consiguió agazaparse en el interior de la ciudad por donde pasarían llevando a su enamorado.
      Cuando el mandatario pasó por la calle donde aguardaba mi madre, le sorprendió con una ráfaga de disparos de cerbatana por la espalda.
      El mandatario giró y comenzó a sacar su arma, pero mi madre clavó un proyectil en el brazo del mismo y se le resbaló el arma, pero en la otra mano, ya brillaba un gran espadón.
      El mandatario soltó las cadenas que aprisionaban a mi padre y fue a ir en busca de mi madre, cuando mi padre, consiguió enganchar sus pies con las cadenas antes de que se lanzara contra ella.
      El mandatario cayó al suelo, mi padre se lanzó sobre él y le ahogó con las cadenas que ataban sus brazos.
      Después de haberse liberado, ambos corrieron hacia los pantanos, perseguido por un grupo de hombres que gritaban como fieras y que sin duda, los matarían en caso de haberlos cogido.
      Consiguieron refugiarse en las ruinas abandonadas de Grimoszk y cuando se sentaron a recuperar el aliento, mi madre se miró las manos y gritó alarmada.
      En la palma de su mano derecha, había aparecido una gran garra.
      Cuando mi padre lo vio, le contó lo que había pasado con su hermano, con sus padres y lo que todo el pueblo decía sobre eso.
      Ahí comenzó la relación de la que soy fruto, pues Ozomatli, una vez más, lo había decidido así.
      Esa noche, durmieron en esas ruinas, pues sabían que si salían de su escondite, podían ser cazados por sus perseguidores.
      Y alejados de su pueblo, en unas ruinas abandonadas y a la luz de dos lunas llenas, se demostraron su amor, del que tiempo después nacería mi hermano, más conocido como Bleithkoss el bárbaro, también tocado por Ozomatli.
      Años después, mi madre y mi padre, movimos por un instinto bastante irracional, aprovecharon un festejo del pueblo para escapar juntos de nuevo a aquellas ruinas abandonadas, las lunas volvían a lucir llenas y haciendo caso a sus impulsos sexuales, acabó produciéndose mi nacimiento.
      También fui tocado por Ozomatli, de ahí mi fe ciega a nuestro Dios y bueno, como dije antes, soy el segundo chaman de nuestra familia, aunque sí que es cierto que me caracterizo en algo.
      Tras haberme entrenado desde pequeño con mi padre, con mi abuela y mi tío, pude reunir las fuerzas de los 3 en mi interior.
      Es cierto que soy más débil que ellos, pero puedo adoptar la forma que más me convenga en el momento que más preciso considere.
      Así llegué a ser lo que soy hoy y esta historia no acaba aquí, esta historia continúa en cada uno de los días que mis ojos ven nacer.

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