Inicio Foros Historias y gestas Mi primer oficio

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Autor
    Respuestas
    • Anónimo
      Inactivo
      Número de entradas: 175

      Lhandon se encuentra paseando por las calles de su amada Anduar, saludando a doncellas y robando carteras a compradores descuidados que saludan con insanas intenciones a jóvenes promesas. A fin de cuentas, la culpa es de ellos, por exhibirse y fardar.

      En una de esas giras observa un papel colgado en una pared de los arrabales: “Se busca cocinero”. Ya lo había visto antes, pero ahora le puso especial atención y meditando ante él, se dirige directamente a la Taberna del Dragón Verde, en pleno mercado.

      Entra como Xerthelh por su casa, dice el refrán… y se dirige directamente a un anciano de largas barbas blancas y cara arrugada cual uva pasa sentado en la barra.

      Lhandon: Disculpe buen señor, quiero hablar con el jefe.

      Horacio: ¡A tu edad yo ya era el mejor bardo de todo el continente…!

      Lhandon piensa para sus adentros: De aquí no sacaremos nada. Y se dirige a otro hombre maduro cerca de la barra.

      Lhandon: Disculpe buen señor, ¿el dueño?

      El humano, que desprende un tufo a alcohol tremendo a pesar de su estado de sobriedad aparente, le tiende la mano y se presenta:

      Daesun: Yo mismo, que se te ofrece.

      Lhandon: He visto que buscáis cocinero.

      Daesun: Ah no, ese cartel es de hace unos días… ya llenamos el lugar con uno, igualmente… está de pruebas, pásate por aquí en una semana por si no cumple.

      Lhandon: Ya lo creo que no va a….  que me pasaré, digo. ¡Un saludo!

      Nuestro bardo abandona la posada con aire triunfal. No sin antes, dirigirse al primer vagabundo apestoso y borracho que encuentra por la calle, darle 50 platinos en concepto de “amistad” y invitarle a que los gaste en la posada. Luego, gira la esquina, apoya su mano en el muro y con aires de dramatismo es cubierto por una sombra mientras se dice a si mismo…

      “Maldición, otra vez se me adelantan… pero esto no quedara así”.

      Lhandon se dirige a las alcantarillas de la ciudad. Muestra su salvoconducto al guardia y una vez abajo, con la camiseta tapándole la nariz por el hedor que emana aquel lugar, formula una bola de fuego en una de las cámaras. Luego, recoge el cadáver calcinado de gusanos y lombrices y las guarda en su mochila sin fondo.

      A continuación, se dirige al mercado. Llega hasta el tenderete de los Nyathor y disimulando mostrar interés por algún tipo de producto, se acerca lentamente y se esconde tras un callejón que va a parar a uno de los lados de la Taberna del Dragón Verde. Una vez allí, sigiloso como una sombra, se esconde tras bolsas y cajas de basura, desechos y botellas vacías.

      Observa a su alrededor, nadie parece haberse percatado de aquello. Desenfunda su ganzúa y la introduce en la cerradura de la puerta trasera. La concentración es vital, un solo fallo y… “clic”. Vaya, le da por girar el pomo y descubre que la puerta ya estaba abierta.

      Entra como un ladrón dentro. Es una despensa y está oscuro. Se asoma a la única puerta posible, la cual filtra luz por debajo y por algunos orificios entre sus viejos tablones. Observa y ve al joven cocinero manipular ollas, cacerolas, los fogones de carbón…

      Ahora falta lo más importante, esperar la distracción.

      El borracho embaucado que invitó debería estar ya armando una ahí fuera.

      Lhandon espera paciente y a los pocos minutos, un jaleo de gritos y maldiciones se oyen desde el salón de la posada. El joven cocinero, deja sus utensilios y se dirige fuera a observar qué ocurre. En esas, Lhandon abre la puerta y tira en las ollas de caldo trozos de gusano calcinado, escarabajos y alguna hormiga. Luego, con la risa aún en la boca, aumenta la intensidad del fuego de los fogones y desaparece por donde vino sin dejar rastro.

      Pasada una hora se presenta en la taberna, se sienta en una esquina y observa. De no haber sido porque ciertos clientes han pedido sopa, lo hubiera hecho él. Pero en este caso… mejor esperar.

      La cara de uno de los clientes al encontrar trozos de gusano y escarabajo en su cuchara fue todo un poema, digno de una oda. Parecía la cara de los mismos penitentes ante la redención dolorosa de Seldar.

      No tardaron mucho en despedir al joven intento de cocinero, de una tremenda patada en el trasero.

      Al día siguiente Lhandon visita la taberna disimuladamente y Daesun le grita: ¡Eh eh!, Tú, ¿No querías trabajo?… tenemos una vacante.

      Lhandon se señala a sí mismo sorprendido: ¿Yo? Ah, sí yo soy vuestro hombre. Decidme… ¿Qué le ocurrió al otro…?

      Daesun: Eh… plegó, motivos familiares. Toma, ponte el delantal y lee los menús, están colgados en un tablón, servimos pocos, pero buenos. Cualquier duda me preguntas, pero vamos, una sopa y un asado lo hace cualquiera, y tú… tenías experiencia, ¿no?

      Lhandon: Sí sí, soy un profesional, incomparable, sin igual.

      Y así fue como Lhandon obtuvo su primer oficio “legal”. El como le fue… ya es otra historia.

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Debes estar registrado para responder a este debate.