Inicio Foros Historias y gestas Nace un hechicero.

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    • fyrate
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      Noche de vigilancia, susurré para mi mismo.
      La brisa nocturna se hacía sentir, y movía las hojas de los árboles, y distorsionaba los gritos que se podían escuchar como si de un coro se tratase.
      —¿Dónde estará Velzahr?

      —No diviso ningún necrófago o criatura alguna…

      —Dhirrili ve a volar un poco, eso sí no te atores con los árboles, pueden ser muy engañosos…

      Levanté un poco del suelo a Dhirrili y con un suave movimiento lo lancé.
      El viento se hizo más denso, y todo a mi alrededor se empezó a arremolinar.

      Scrheechchchcshshs se escuchaba a lo lejos.

      Dhirrili había visto algo.
      Di un silbido y el viento volvió a ser intenso.

      Dhirrili calló y en sus garras tenía un esqueleto sin mordisquear.

      —Al parecer hay nigromantes…

      —Pero nigromantes hoy… ellos saben que no puede practicarse la nigromancia aquí…

      Me acomodé la capa, y sigilosamente me adentré al bosque.
      Dhirrili me seguía como si fuese mi sombra.

      La piel se me erizaba más.
      Los gritos eran incesables, y la temperatura era peor, o igual que el frío nocturno de Naggrun.

      —Detente Dhirrili, creo que estamos cerca de algo.

      Y a sí era…

      Haí estaba…
      Un humano de rostro cadavérico se alza ante ti. Sus ojos negros como el azabache contemplan todo a su alrededor. Sus mejillas y sus labios presentan pequeñas pústulas que de vez en
      cuando largan algo similar a la pus. Su cuerpo con venas totalmente azuladas dejan a la vista la desnutrición de este ser. Y runas arcanas rodean sus dos muñecas que presentan
      cortes y alguna que otra mancha de sangre reseca.
      Lentamente me puse al descubierto, y lo miré de cerca.

      La insignia del ejército de Dendra colgaba de su cuello.
      Le di un golpe en el cuello y en el suelo empezó a temblar.

      —¡Tu nombre!.

      Le pisé el pecho, y seguí preguntando…
      —¡Dime tu maldito nombre!. ¡Que haces aquí, cualquier miembro del ejército sabe que no se puede hacer nigromancia aquí!.
      Una gota de sangre y una mezcla de pus salió de su boca cuando la volvió a abrir.

      —¡Me llamo Zurark, me llamo Zurark!.

      —¡Por favor para!.

      Lo levanté, y lo ayudé a acomodarse su traje.

      —Dime con toda sinceridad ¿Qué hacías aquí?.

      —Yo, yo… e, e escuchado de un talismán, y un nigromante que mora esta zona…

      —¿No te han dicho que cuando vigilo es por algo importante? pequeño imbécil.

      —Por favor perdóneme, yo solo vine por ese talismán…

      El joven nigromante temblaba, y de vez en cuando se le caía alguna que otra lágrima.

      Tras pensarlo un rato…

      — Ben… iremos por ese talismán, y de regreso a Galador.

      —¿Qué, el comandante me ayudará a mi?.

      —¡No no no lo puedo creer!.

      Otro toquecito en la espalda suave, pero a la vez impaciente le hizo entender al joven nigromante que no se iba a ese lugar de paseo.

      —Mantente atento, este bosque es muy traicionero, y más para gente que no conoce el lugar.
      El joven asintió la cabeza, mientras se dejaba a la vista pequeñas gotas de lágrimas que quedaron en su rostro.

      —¿Usted como conoce el bosque?.

      —Eso no es de tu importancia, odio que me pregunten cosas sin sentido. basuras como tu, pequeño saco de nada.

      —No te insulto, por que mismo insultarte sería demasiado para ti… a sí que solo calla y no hagas preguntas tontas.

      Dhirrili había tomado más distancia, era muy pacífico y no le gustaba cuando tenía que volver a mi rol de comandante.

      Mientras caminábamos los huesos y hojas crujían, y el trinar de las aves nocturnas lograban que me mantenga más atento que lo normal.

      Hacía tiempo que no volvía a casa, y hacía tiempo que no veía al bosque a sí.

      —¡Es aquí!.

      Le señalé una senda que se encontraba totalmente deteriorada por el tiempo, y todo lo ocurrido en ella.

      —¿Que es este lugar señor?.

      —una pequeña aldea donde solía vivir gente como tu, o como yo.

      El joven nigromante se pudo percatar del cambio drástico de mi ánimo, y de la expresión de mi rostro.

      Llegamos a los cultivos de la aldea.

      Esqueletos vigilaban atentos, pero a la vez inmutables.

      —Aguarda aquí.

      El sin decir nada bajó su mirada y esperó.
      Sigilosamente llegué donde el nigromante que el joven buscaba.

      Un talismán macabro colgaba de su cuello. Y a su alrededor una decena de esqueletos lo escoltaban.

      Lancé de nuevo a Dhirrili para que pueda despistar al menos a uno que otro esqueleto.

      El viento se arremolinaba, y los esqueletos se esparcieron hacia todas direcciones.

      Cerré mis ojos por un momento y los volví a abrir.

      Desenvainé mis armas, y con un movimiento casi imperceptible de mi muñeca enterré a ellas en su pecho.

      La sangre caía a chorros, y su grito gutural se mezclaba con el sonido de las aves, y el pacífico correr de la brisa nocturna.

      Fue instantaño a sí como calló al suelo, así agarré el talismán.

      Después volver hacia el joven nigromante fue más complicado.

      Como los resucita… así se percatan que el lazo que los unía se rompió.

      Volvieron los esqueletos al sitio y me rodearon.

      Mordiscos, golpes al aire empezaron a invadirme.

      Cuando me percaté me tenían en sus esqueléticas manos.

      Pero un fuerte grito los aturdió.

      ¡Wryyyyyyyyyy!.

      El joven nigromante estaba de pie ante ellos.

      —¡Dame el talismán!.

      Estiré mi mano y se lo dí.

      Lo agarró, y se lo colocó.

      Con un simple chasquido de dedos los esqueletos cayeron y se desarmaron, dejando desparramados huesos y huesos.

      Me reincorporé y le estreché la mano.

      —Muchas gracias Zurark.

      —¿Ya no soy un saco de nada?.

      Sonreí y le asentí con la cabeza.

      —Lo sigues siendo, pero lo que hiciste ahora no va a quedar a sí como si nada.

      —Hoy te salvas de que le diga a la inquisición que entraste al bosque.

      —Y hoy ganaste un amigo… ando en búsqueda de alguien como tu.

      Sonrió y hizo una reverencia.

      —Primero debo terminar mis estudios sobre la muerte comandante.

      Asentí con mi cabeza.

      —Lo se pequeño, y si necesitas algo más de este bosque… dime.

      El joven nigromante volvió a sonreír.

      —Muchas gracias comandante.

      Volvimos a casa.

      y contemplé como crecía como persona, y como hechicero el pequeño Zurark.

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