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AnónimoInactivo22 marzo, 2021 a las 10:33Número de entradas: 175
Ghyrduana y Durgan se equipan sus pesadas armaduras de mithril, se ajustan el yelmo, su petate con víveres, sus armas en el cinto… y cruzan a primera hora de la mañana la puerta sur de Takome dirección Nimbor, pues los dioses les han revelado la llegada de Astaroth, el señor del mal… y han decidido hacerle una visita improvisada.
Caminan lentos, sin montura alguna… disfrutando del paisaje que les brindan los campos alrededor del camino, el volcán en el horizonte humeando cual hogar dispuesto a recibir a cualquier visitante, los campos de oro al norte y la muralla de la ciudad al este, altiva, como una frente pensativa más cerca del azul cielo que del barro.
El tejido del plano mundano parece desgarrarse y una voz alerta a todos los mortales del continente, pues Astaroth está cerca… y su presencia se hará saber en unos instantes en los trigales de Nimbor.
Pero Ghyrduana y Durgan no tienen prisa. Caminan haciendo tiempo.
Ghyrduana: ¿Y seguro que vamos a poder con el maléfico y sus tropas de no-muertos?
Durgan: Pues eso espero, mira… tendrás que ahuyentarlos. Luego nos centraremos en él y le haremos una reforma facial con mi martillo del trueno, tú confía en mí.
Ghyrduana asiente con dudas… el plan no parece muy sólido, pero… no hay otro plan, así que…
El cielo en Nimbor se oscurece. Una nube negra y circular como pelo de huargo se cierne sobre el poblado. De súbito, un rayo golpea la tierra y un sonido crepitante similar a la madera seca ardiendo, junto con un destello de luces, abre una grieta donde Astaroth y sus secuades aparecen.
Nuestros héroes llegan a Nimbor y allí observan al guardia de la entrada, con el yelmo mal ajustado, observando el espectáculo. Les señala dónde es el lugar… y nuestros héroes, bien armados y dispuestos, se adentran entre los trigales.
A los pocos pasos se encuentran con lo que parece ser el malvado Astaroth. Un ser cubierto por una armadura negra, yelmo con cuernos, aspecto cadavérico y un tremendo mandoble en sus manos. Sus ojos son rojos como el infierno.
Durgan le asesta un tremendo martillazo en la armadura y éste se tambalea. Luego, Ghyrduana formula un hechizo de “retener muertos vivientes”, pero un tremendo corte en su brazo le hace perder la concentración. El metal del hacha de Durgan y el mandoble del no-muerto chocan, creando destellos en la noche. Ghyrduana, ensangrentada, formula cual fanática predicando ante los nobles hechizos de Castigar al Mal, columna de fuego y curaciones, mientras Durgan pelea a vida o muerte contra el Señor del Mal. Finalmente, un certero martillazo del enano le arranca la cabeza a la criatura, la cual sale volando entre los trigales. Su cuerpo cae de rodillas y se desploma hacia un lado.
Durgan: Puf, pues sí es duro este tipo… Sáname y vayámonos de aquí.
Ghyrduana hace lo propio. Luego, ambos enanos apartan matojos de trigo y a pocos pasos se encuentran exactamente otra criatura parecida a la primera.
Ghyrduana: No me j…..
Durgan susurra en voz baja: ¡Por la madre de Darin!, era un simple tumulario… y ahí hay más…
Un pequeño ruido similar a una brisa de aire escapando por un diminuto cuerno tamaño gnomo se oye… y poco a poco, sendos héroes retroceden sobre sus propios pasos… se miran… dan media vuelta y caminan hacia la entrada de Nimbor.
Allí se encuentran con el guardia de la entrada, el cual les pregunta sobre Astaroth…
Ghyrduana, sudando, mira a Durgan. Éste responde… “Mira, … hemos decidido que no merece la pena, total… en un rato se irá y… ya no nos da tiempo”.
Guardia: Pero…
Durgan: “¡Tiempo he dicho!”.
Los dos enanos, con las espaldas curvas y mirando hacia los lados, regresan a Takome. Aquí no pasó nada.
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