Inicio › Foros › Historias y gestas › No se escapan de los recuerdos.
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Era un nuevo día en la ciudad del mal.
Me habían informado de que hoy llegaba un nuevo recluta al ejército.
Miré el cielo azul eléctrico, con nubes blanquecinas como la piel de un asustadizo.
Vestí mi equipo. Y me detuve unos 20 minutos para afilar, y limpiar mis armas.
O quizás fueron más de 20 minutos…
La puerta fue golpeada suavemente con unos nudillos que demostraban delicadez ante todo.
Dejé las armas en una mesa de caoba que tenía sobre ella diversos documentos, fotos, recortes.
Me levanté y con pasos silenciosos, abrí la puerta.
Eyrhien, murmuró el hombre que se encontraba enfundado con un traje oscuro, oscuro como el mismo azabache.
Asentí con la cabeza.
Te llama el comandante, dice que llegas tarde a ver el recluta nuevo.
Encogí mis hombros y cerré la puerta sin decir nada.
Guardé mis armas debajo de mi capa, y partí al encuentro.
En la oficina de reclutamiento se encontraba el comandante, y por lo que se podía ver el recluta.
Me moví cautelosamente y puse mi sable sobre la garganta de eso, que mis ojos ya podían ver con más claridad.
Era una señorita, una señorita, que al mirarla, y ella se percataba de eso, te lanzaba una sonrisa que era afilada como la hoja de la cimitarra de un empalador.
El comandante me miró fijamente, mientras me apartaba de la recluta.
Siempre tan afectivo… Eyrhien.
Lo miré, y mientras regresaba mi sable a donde estaba, le sonreí fugazmente.
No me la va a presentar, le dije mientras depositaba mi mirada sobre ella.
Siempre tan impaciente no?.
Claro… es lo que me caracteriza, eso, y mis incontables medallas de honor.
Ya, ya , ya… no fanfarronees.
Ella es Shyara Drend.
De la familia burgués que me cae tan mal?, pregunté, mientras sonreía forzadamente.
Vamos, mejor cállate, y muéstrele las instalaciones del ejército.
Anda ya… e afilado mis armas, me e puesto mi traje más lujoso, y peiné mi cresta solo para…
Me interrumpió y me dijo mientras su mirada encendía en cólera: Eyrhien no te pases, que seas condecorado no te hace mejor que nadie.
Respeta a tu superior, y haz lo que te acabo de ordenar.
mi voluntad se doblegó con esa mirada gélida, y asesina que tenía el comandante cuando perdía la paciencia.
Solo me dispuse a asentir con mi cabeza, mientras tomaba del brazo a la señorita, que miraba atónita como se ponía el comandante.
Caminé un par de pasos con ella, y cerré con delicadeza la puerta.
la guié por el ejército, y por toda la ciudad.
Ella dejaba un silencio que alertaba.
Salimos por la puerta sur de la ciudad, y la miré.
Si en algo en mi iba bien era mi sentido de saber que estaba bien y que no.
Me detuve a mirarla de arriba abajo.
Su cabello rojo que parecían llamas de fuego que danzaban con el viento, combinaban perfectamente con sus ojos igual de rojos, que parecían siempre prender en furia.
En cambio su cuerpo…
Era como el de unas de esas señoritas que solo te topas en novelas de vampiros.
La típica de cuerpo bonito, la que desean todos con solo mirarla.
Algo en su brazo me hizo dejar de fantasear y me hizo volver en mi.
Una marca de picadura le quedó como recuerdo de algo.
Y si el tiempo que yo tuve en el bosque impenetrable fue a distinguir las diferentes picaduras que dejan cada alimaña de allí.
Esa picadura era la de una letal viuda negra.
Y su mirada que parecía ir más allá de mis ojos, como intentando perforar mis recuerdos…
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