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Todo empezó en un frío y nublado día del 14 de Sayelie del 146º año de la 4ª era, cuando docenas de aventureros, clérigos de la naturaleza y soldados se aglomeraban en la costa de Anduar; muchos con sus prismáticos y catalejos alzados a otear el horizonte; seguramente un evento suficiente magnífico estaba ocurriendo, pues solamente algo de tamaña grandeza para ser capaz de reunir tanta gente.
Entre la aglomeración estaba Rughdapph: Una corpulenta hembra gnoll de mediana edad. Sus ojos violáceos escudriñaban frenéticamente las aguas del Orthos en busca de algo fuera del común a que tanta gente esperaba. Oye, oye tú… — Llamó la gnoll a un de los marineros en la multitud — … ¿Sabes qué tanto busca esa gente?
¿No lo sabes? Todos están aquí para ver con sus propios ojos a un dragón anguilla. Uno de los más feroces y leyendarios dragones marinos – Contestó el marinero.
¿Un dragón anguilla? ¿Pero qué demonios hará por la superficie una criatura así? No es posible. Pensó Rughdapph.
Pero… una criatura de esas no tiene nada que hacer por aquí, si no le gusta la superficie… — dijo Rughdapph, contrariada.
No lo sabemos todavía. Nuestros estudios apuntan para un acto desesperado en busca de alimento, o entonces…
¿Entonces qué?
O entonces… alguna acción controlada por… no sé, quizás una… una maldición de algún seguidor de Seldar, o Gurthang, no sé, vamos, ¡todo esto para mi es ridículo!
Pero ¿cómo sabéis que es un dragón de esos? – Le preguntó Rughdapph al marinero.
Lo sabemos debido a que ya lo avistaron antes. No llegó a la superficie, pero varios marineros lo vieron con sus catalejos, subió a casi la profundidad de los corales y volvió a bajar.
Bueno, todo esto me parece algo confuso, pero muchas gracias por tu información. – Finalizó la conversa, algo trastornada mientras el marinero se alejaba incrédulo.
Esto no parecía bueno. En lo que podía comprender en su limitado raciocinio, a una criatura con increíble capacidad de destrucción, poderes cargados de energía y maldiciones de las tenebrosas aguas del cinturón tártaro en la superficie, atacando y destrozando todo a su paso y ahogándoles a los seres terrestres con sus tifones oceánicos… Sería prácticamente imposible detener.
Su corazón latía con fuerza. Sabía que había que hacer algo antes que fuera demasiado tarde.Algunos minutos ya habían pasado cuando, de un sobresalto, la gnoll volvió a la realidad. Un grupo de niños y niñas empezaron a berrear mientras señalaban a alguna cosa que estaba moviéndose a gran velocidad bajo el agua.
Dos grupos de tiradores apuntaron sus arcos y ballestas hacia la criatura desconocida mientras dos pares de barcos medianos preparaban sus cañones y ballestas marítimas con sus expertos marineros listos a dispararle; Los espectadores intentaban acercarse, y los soldados empuñaban sus armas. Algo muy terrible estaba a punto de suceder.Rughdapph se acercó casi hasta la punta del muelle, preparada para intentar retener a la criatura, o por lo menos retrasar sus ataques con un mordisco. Después de todo, ya se había cruzado con criaturas de ese tipo y ferocidad, por lo tanto conocía sus trucos y maneras de atacar, si bien nunca se quedó a pelear pues no era lo suficiente poderosa para enfrentarse a un dragón sin ninguna ayuda.
El capitán de la tripulación embarcada en el barco más apartado ordenó con voz fuerte: Tripulación… ¡¡¡FUEGO!!!
Un trueno retumbó en los oídos de Rughdapph en esta hora. Pero el sonido se trataba del disparo de los cañones de aquél primer barco en dirección a la criatura desconocida. Una nube de humo se había formado, mientras las crianzas corrían de allí gritando y una ola de unos cuatro metros se levantaba en el local del impacto. La gnoll rápidamente se convirtió en una pantera con el afán de obtener una mejor visión de la situación. En el medio del humo avistó al ser que había se esquivado de los disparos y se acercaba raudo al muelle. Era un enorme cocodrilo de piel verdosa. Pero, Rughdapph conocía su manera de nadar: Zigzagueando y buceando cuando sufría ataques. Para ella, solamente una persona nadaba así.
¡Dejad de atacar ya! – Vociferó Rughdapph a uno de los capitanes, señalando el anfibio que se colaba entre los barcos, ya casi en el muelle.
No es una amenaza. Es un druida, ¡yo lo conozco!Las tropas se detuvieron desconfiadas mientras con un salto formidable, el animal saltó al muelle, rápidamente transformándose en un gnoll alto y fuerte.
¡Rhuuj! – Exclamó Rughdapph, mientras se acercó al amigo para ayudarle. Su sangre goteaba en el suelo pero su expresión no era de mucho sufrimiento. Parece que el druida ya estaba acostumbrado con la situación.
¡Que alegría en verte, amigo! – La gnoll, ahora en su forma original recitaba hechizos curadores en dirección a las heridas de Rhuuj, que lentamente iban cerrándose.
¿Pero quién te ha dejado tan herido así? A caso te has cruzado con un… Un dragón, un dragón anguilla. Solamente ese me vio, pero habían varios… Como que unos 5 u 6. Pero estoy bien, ya maté a muchos en mi vida, no va a ser hoy que me van a matar eses desgraciados.
Su expresión estaba algo más tranquila cuando se puso de pie, pero todavía hablaba jadeante.
Están viniendo hacia aquí, no sé porque ni quién estará controlándolos, pero tenemos que detenerlos antes que lleguen a la costa. – Continuó.
A este punto del día la aglomeración ya se había multiplicado y los bardos que no estaban por allí ya se habían encargado de esparcir los rumores sobre los varios marineros que un gigante cocodrilo había devorado en un ataque al muelle de Alandaen, y su séquito de dragones marinos que estaban por llegar.
Los rayos de sol ya empezaban a salir de entre las nubes grisáceas, calentando un poco la temperatura. Por favor, por favor. Quiero a quien sea druida y experto en misiones marítimas aquí. – Vociferó un alto y barbudo hombre, de la puente de gobierno del destructor de la guardia Nivrim de Anduar recién llegado al muelle.
— Los demás, necesito que mantengáis distancia del muelle. ¡Ahora!Los druidas se acercaron a la escalera bajada del navío de guerra, cuando uno de los oficiales les condujo a subirlas y dirigirse a la cubierta de popa a organizarse para la batalla.
¡Vamos!, ¡vamos! ¡Rápidamente! ¿Qué esperáis? – El hombre continuaba gritando y gesticulando, apresurando a los que todavía quedaban por subir al barco.
Unos minutos después, todos los voluntarios ya poblaban la cubierta de popa del gran navío de Anduar, el imponente destructor Nivrim.
Un barco de pintura negra de tamaño descomunal con siete enormes mástiles y un palo mayor que despliegan cientos de metros cuadrados de blancas velas, que poseen la ardua misión de empujar esta colosal máquina acorazada por los mares. Cuatro filas de poderosos cañones se asomaban a lo largo del destructor, custodiados por marineros siempre apostos a cumplir las órdenes de su capitán.Los oficiales, instruidos por sus generales, se encargaban de separar los grupos y a distribuir estrategias con el afán de repeler el peligro inminente.
Están muy nerviosos, ¿no crees? – Rhuuj se burló.
Totalmente – Rughdapph empezó a reírse acompañada por Rhuuj, que ya no lograba disimular su expresión de superioridad.
Oye, Rhuuj, ¿y si nos metemos allí, matamos a la criatura y volvemos como héroes?
Después de todo, ya la conocemos y, como ya has matado a muchos dragones y yo todavía estoy empezando, me quedo algo apartado y ayudándote en lo que sea.Los ojos de Rughdapph brillaban de excitación, para ella su idea parecía genial.
Bueno… — Ponderó Rhuuj, pensativo — … No es mala idea. Pero… Estos dragones son muy duros y ágiles. No podremos distraernos ni un segundo siquiera, de lo contrario… Jamás nos saldremos vivos de allí.
Rughdapph vibró brevemente mientras ellos se apartaban de los demás grupos.
¡Perfecto pues! Vamos por aquí, antes que nos vea algún oficial o acabaremos como vigilantes de los críos de los nobles combatientes.
La gnoll se adentró a un angosto pasillo seguida de Rhuuj. Toda la tripulación del navío estaba concentrada en la cubierta de popa, así que los dos aventureros apenas temían que los descubriesen.
Y así se pasó los minutos posteriores. Los oficiales organizando y distribuyendo órdenes a los grupos formados; Los voluntarios se preparaban para el acometido; Los generales supervisaban a los oficiales de organización y los de artillería; El capitán daba los últimos vistazos y ajustes a la ruta junto a marineros exploradores, y el par de gnolls fijaban sus planes mientras se lanzaban sus hechizos de protección e incremento de poder, escondidos del resto.
Una ligera sacudida se sintió en la embarcación, estaba iniciada una misteriosa, arriesgada y emocionante misión.
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