Inicio › Foros › Historias y gestas › Primer movimiento: El caos
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“…la polvareda se disipó lentamente dejando paso a una grotesca imagen, la pequeña plaza de la villa, normalmente llena de vía, se tornaba carmesí ante el discurrir de pequeños ríos de sangre que desembocaban en un oxidado sumidero, junto al centro de la misma. Sobre el ahora colorido adoquinado, se erigía una pequeña criatura, de aspecto inocente, con desgastados ropajes convertidos en jirones en su mayoría y piel cubierta de polvo de ceniza y tierra. Tenía aspecto humanoide y apenas levantaba 4 pies del suelo, con un cabello descuidado y la mirada perdida, portando unos grilletes de los cuales colgaban unas pesadas cadenas que ahora contaban con, a lo sumo, seis eslabones cada una y parecían haberse tornado en mortíferas herramientas para sembrar el caos.”
Los más viejos del lugar suelen concluir así sus relatos cuando se les pregunta por los hechos acontecidos en la Noche de los Gritos, que se conmemora el 13 de Sayelie. Se dice que ese ser al que se referían, apenas contaba con 8 años a sus costas, pero se movía como un auténtico diablo, un ser poseído que mostraba un repertorio de movimientos anacrónicos para alguien de tan temprana edad. Según relatan, uno a uno los guardias fueron cayendo, al tratar de darle caza, en una mezcla de imprudencia ante su presupuesta superioridad e incredulidad ante el que sería su sino. Todo había sucedido en un abrir y cerrar de ojos…esa pequeña corriendo a la par que agarraba una larga tela que las veces hacía de falda… las sombras que la perseguían bajo las numerosas antorchas del poblado…el ruido ensordecedor de los cascos de caballo …. Y, por último, el silencio, la calma tras la batalla, una batalla por su vida.
Elessedil, había conseguido liberarse gracias al descuido de uno de los guardias y burlar de madrugada a los carceleros de la pequeña prisión local donde se encontraba temporalmente, no iba a suponer mayor obstáculo. A la carrera y aprovechándose de la oscuridad había conseguido dejar atrás el arroyo, cruzar el angosto desfiladero y llegar, aún sofocada a la pequeña aldea donde comenzaría su redención.
Hija de una esbelta y grácil guerrera humana y un experimentado edhil, que hacía tiempo había aparcado los combates para abrazar como propia la formación de los nuevos combatientes, siempre se había mostrado aventajada en el manejo de las armas ligeras.
No fue hasta la caída de su pueblo natal, a manos del imperio, que se vio relegada a pasar su existencia en aquel inmundo cubil que alguien había osado llamar prisión. En la batalla, sus progenitores habían perecido, dejando a la joven a merced de los guardias imperiales, quienes tenían por seguro que tal presente les granjearía el favor de un Alto Inquisidor ávido de carnes fresca y falto de escrúpulos.
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