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Recopilación Arenosa: Retorno de una misión suicida.
El corpulento Orgo llegó a las inmediaciones de la Meseta Ferrian, completamente deshidratado y con la piel ajada y sanguinolenta debido a las heridas producidas por el impertérrito Sol que gobierna los desiertos de Al’Qualanda.
Caminaba despacio, cubierto casi en su totalidad por una vieja y gruesa capa azul, gracias a la cual no había perecido durante su particular travesía por las arenas. Esquivó a un pequeño reducto de ogros al cual combatían una decena de Soldados Kaindianos y, llegando por la parte norte de la meseta, alcanzó el poblado que hay situado a los pies de Ferrian.
Apenas pudo emitir unos pequeños gemidos y balbuceos pidiendo ayuda a los habitantes de dicho poblado los cuales, al ver como este orgo se desplomaba con estrépito, se acercaron raudos a ayudar a su congénere.
Tras varios minutos de reanimación, mientras empapaban sus ropas y cuerpo con agua tibia y aplicaban algunos ungüentos sobre sus abrasadas heridas, el orgo volvió de nuevo en sí. Gracias a la llamada de los lugareños, algunos de los guardias que habían apostados cerca de la entrada a la meseta, se acercaron para ver de quien se trataba y así poder actuar en consecuencia. Aun siendo congéneres, no a todo el mundo le es permitida la entrada directa a la ciudad y menos todavía, si está afectado por algún tipo de enfermedad o locura que pueda trastabillar los apacibles intereses comerciales de la ciudad.
Después de una ligera identificación, los guardias no tenían duda alguna. Se trataba del ayudante de Julamie, el eborario de la ciudad. Lógicamente, tras conocer la identidad de aquel Orgo, procedieron a llevarlo a la ciudad de manera rauda para que pudieran tratar sus aflicciones con más efectividad.
Para evitar que dicha acción se demorara en el tiempo, cosa que pasaría si tuvieran que ascender por la escalera que recorre el interior de la meseta hasta su cima, optaron por avisar a los telequinéticos y así poder elevarse hasta la ciudad mediante el Disco Repulsor, una de las maravillas de la tecnología Ar’Kaindiana.
Prestos en su tarea, los Soldados Kaindianos no tardaron apenas un par de minutos en alcanzar la cima de la Meseta Ferrian y así llegar a la gloriosa Ciudad de Ar’Kaindia. Una vez salieron de la plataforma que los había elevado hasta allí, envolvieron al orgo herido en sus capas y, cruzando los palos de unas lanzas de combate, las usaron como camilla para transportarlo. En una rápida carrera, llegaron al Taller de Julamie portando a su ayudante mientras este se quejaba por el dolor provocado por el zarandeo de la improvisada camilla y, después de un leve aporreo a la puerta de dicho taller, Julamie abrió la puerta con estrépito.
–Quién osa interrumpirme mientras…-Dijo malhumorado Julamie, para luego cambiar a un tono de grata sorpresa- Vaya, vaya. Así que has vuelto, quien lo diría… Gracias, soldados. Esperaba que este inepto pereciera en la misión que le encomendé, pero, al parecer, es más capaz de lo que pensaba.
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Recopilación Arenosa: Clasificación
Después de una ligera plática y explicación a los soldados sobre el estado de su ayudante, Julamie pidió a estos que dejaran al malogrado Orgo dentro de su establecimiento para que pudiera reposar con más calma y atender debidamente sus heridas. Estos accedieron sin rechistar y, una vez acomodaron debidamente al maltrecho ayudante en un rincón del interior del Taller, se marcharon para seguir con sus labores de guardia cotidianas al pie de la Meseta de Ferrian.
Una vez se fueron, y cerrando la puerta con cierta simpatía, Julamie se volvió a su ayudante.
-Bien, bien. –Dijo el eborario con tono expectante y curioso- ¿Has traído lo que te pedí?
-Si.. mi .. señor.. – Dijo el maltrecho ayudante, que apenas tenía aliento para proseguir- He… traído… todo.. lo que.. me pidiooo..- y, mientras extraía un pequeño saco de entre los pliegues de su capa, se desmayó.
Julamie, lejos de prestar la debida atención a su ayudante, se centró en observar el contenido de aquel misterioso saco. Asiéndolo con fuerza, lo arrancó del ahora desmayado orgo para después depositarlo sobre una de las mesas de trabajo que se encontraban en aquel taller. Una vez allí, abrió el saco para examinar detenidamente su contenido. Dentro de aquel rugoso saco se encontraban varias bolsitas separadas y debidamente compactadas y clasificadas con pequeñas etiquetas. En el interior de dichas bolsitas se encontraban diferentes tipos de arena.
Estas arenas eran fácilmente identificables, tanto en densidad como en color o brillo.
Julamie extrajo el contenido de todas las bolsas y lo fue depositando, debidamente separado, en algunas de las balanzas que poseía en su taller, para después colocarlas completamente extendidas en unos extraños moldes. Una vez acabo al completo la tarea de observación y viendo que no faltaba nada de lo que había solicitado se volvió a su inerte ayudante.
-Lo has hecho muy bien, realmente. – Dijo Julamie, con cierto orgullo en la mirada. – Cuando despiertes de tu improvisado sueño, me encargaré de que seas recompensado con creces.
El eborario había sido complacido. Su encargo para con su ayudante no era otro que la recopilación de 200 gramos de arena de cada uno de los desiertos que conforman Al’Qualanda. Una petición singular, sin duda, que según él facilitaría el camino a uno de los mayores obrajes que había ideado.
Sin más dilación, casi de manera enfermiza, se puso a trabajar aquella singular materia prima.
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Recopilación Arenosa: Fabricación de un presente.
Habían pasado ya varias jornadas desde la llegada de su ayudante y este, completamente recuperado ya de sus heridas, se encontraba trabajando mano a mano con su maestro eborario.
Era raro que Julamie se enajenara tanto con una obra que no tuviera que ver directamente con el marfil. Su enorme taller, generalmente dedicado en exclusiva a su labor eboraria, había sido ligeramente transformado, dotándolo de un aspecto que más bien recordaría a una pequeña fragua. Las enormes mesas repletas de figuras, cascos y brazaletes fabricados en marfil, habían dado paso a un pequeño, pero finamente organizado, horno de fundición. Este no estaba destinado a la forja de metales, más bien se había centrado en la factoría de vidrio.
Dentro del taller, a escasos centímetros del recién construido horno, se encontraba Julamie sentado en un taburete frente a un extraño banco de trabajo. Los enormes ventanales, que daban directamente a la Plaza Mayor de Ar’Kaindia, facilitaban la luminosidad suficiente para hacer cómodo el trabajo del afanado Orgo.
Después de varios días, y habiendo manufacturado previamente algunas de las piezas que necesitaba, Julamie colocó toda la arena que su ayudante le había facilitado días atrás en unos extraños moldes que figuraban la forma de pequeñas escamas para luego, con sumo cuidado, introducirlos en el horno de fundición. En este momento, una vez los moldes habían alcanzado la temperatura óptima, el eborario y su ayudante comenzaron una salmodia de oraciones y cánticos en honor a Velian.
Repitieron dichas oraciones, de manera enfermiza, durante 2 días completos para después, ayudándose de unas férreas pinzas, extraer una a una las escamas cristalinas que se habían formado en aquellos extraños moldes. No tardó apenas un segundo en comenzar a trabajarlas hasta el resultado final.
Concienzuda elaboración, si señor…
La obra de Julamie al fin había acabado. Su extremadamente delicada técnica habida dado lugar a una extraordinaria pieza de armadura. Fabricada con arena de todos y cada uno de los diferentes desiertos, fundida y homogeneizada con mimo en múltiples escamas cristalinas. Había unido todas ellas mediante unas finas varillas de marfil, de un color argénteo muy puro y que deduciblemente habían sido tratadas mágicamente ya que otorgaban una flexibilidad extrema. El objeto que había creado emanaba una potente aura maligna, seguramente debido a la consagración del objeto a la mismísima diosa Velian.
Satisfecho con el resultado, y bastante exhausto por el proceso, Julamie se volvió hacia su ayudante y dijo:
–Sin duda, una magnifica pieza de coleccionista. Llevasela sin demora al Alto Teócrata Rijja Al’jhtar. El sabrá apreciar la magnificencia de este Guardabrazo de Arena Vidriosa.
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