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Recuerdo aquel día como si fuese ayer mismo. Después de que el cantar de unos pajaritos me despertasen, dedique unos leves rezos a Ralder y me dispuse hacer las tareas diaria.
Tras comprobar por la ventana el grandioso día que despertaba, cogí las herramientas necesarias para podar la vid que se encaramaba tras la choza de madera y surcar varios metros mas de tierra para poder seguir plantando alguna verdura. Al salir de la casa pude observar a Yrdriel sentado sobre una roca caliza cercana al riachuelo que pasaba a varios metros de la cabaña. En sus manos, un cuchillo el cual afianzaba su filo contra la misma roca que le valía de asiento.
Tras llamarme la atención con una señal de la mano que portaba el cuchillo, me dirigí hacia él.
Hoy tu tarea será diferente, ha llegado la hora que sepas manejar esto, me decía Yrdriel mientras me mostraba el cuchillo.
Cuando me entregó el cuchillo y pude observarlo mis ojos se llenaron de lágrimas al ver que sobre la guarda del mismo se podía leer mi nombre.
Te será de gran utilidad, comenzaba diciendo Yrdriel.
Verás, Leethel, proseguía el anciano, este invierno será duro, mas que ninguno de los que hayas conocido, y por tanto, deberemos hacernos de pieles de buena calidad para poder pasar el frío invierno y con otras tantas que nos valdrán para poder intercambiar pos suministros.
No podía apartar la mirada del cuchillo mientras escuchaba Yrdriel.
¿Oye me estás escuchando?, replicaba Yrdriel.
Ehh, sí, sí, pieles para el invierno, contestaba nervioso.
Y tras una breve pausa, levanté mi cabeza sin saber de donde sacaría esas pieles. ¿Y, pieles de donde? le pregunté.
Vale, ahora si me estas echando cuenta, ¡espabila! o lo próximo que te daré será un garrotazo, decía Yrdriel mientras empuñaba una vara de madera.
Vete a casa, suelta esas herramientas y prepárate para un largo camino, iremos tras la montaña del norte, y tendremos que bordear la misma para llegar a la pradera donde daremos caza a las criaturas que nos harán mas fácil el invierno.
Entré en casa, solté las herramientas de cualquier manera apresurándome a prepararme para el viaje. Alcancé el cofre de la estantería que portaba las plantas que forrajeábamos, escogí varias de varios tipo y las guarde en una bolsita que aseguré a mi cintura. Me calcé unas cómodas botas de piel que apenas utilizaba. Y tras guardar en mi mochila unos racimos de uvas me dispuse a dirigirme hacia Yrdriel.
Después de caminar varias horas llegamos una verde pradera donde se alimentaban grandes ciervos. Tu quédate aquí y solo observa, cuando termine de seleccionar y acabar con la vida de los ciervos que vamos a desollar te avisaré para que vengas, dijo Yrdriel.
Recuerdo que no fue una épica batalla, tras un fogonazo de luz, Yrdriel se convirtió en un oso, y en cuestión de segundos tenia a sus pies tres grandes ciervos machos.
Puso dos cuerpos en paralelo, y dijo imita mis movimientos y cortes, solo así podrás sacar las mejores pieles y piezas de carne, ¡se certero! que la vida de estos animales no hayan sido en vano, me espetó Yrdriel.
Hice torpemente lo que pude, y tras terminar de desollarlo apenas pude sacar un pequeño trozo de piel que no valdría ni para hacer un taparrabos para un halfling, sin embargo Yrdriel sacó varias y peludas pieles, aparte de unas buenas piezas de carne.
Ahora, haz ese tu solo, me dijo mientras señalaba el tercer cuerpo. Después de desollarlo bajo su supervisión pude ir cogiendo un poco mas de maestría y aprendía poco a poco el arte de desollar.
Ese día lo siguieron varias semanas haciendo lo mismo, hasta que Yrdriel decidió que eran suficientes pieles, y nos volvimos con un buen cargamento de pieles y alimentos para pasar lo que fuese, mas adelante, el peor invierno de mi vida.
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Parte 2.
Un estrepitoso y ensordecedor estruendo me despertó aquella mañana. Como si de un ágil felino se tratase salté de la cama y pude ver como aquellos nubarrones negros desataban una violenta lluvia de rayos. Tras apresurarme y buscar a Yrdriel en su lecho, él ya no estaba allí, entonces comprendí que algo malo estaba sucediendo.
Sin tiempo para nada, y los atronadores rayos que no daban tregua, me dispuse a salir de la cabaña de madera para descubrir que estaba sucediendo a mí alrededor. Una dantesca imagen se quedo para siempre guardada en mi memoria. Cientos de cuerpos de criaturas que no pude reconocer rodeaban la cabaña, y a escasos metros pude ver como mi mentor, libraba una heroica batalla contra una enorme y espinada bestia. El pánico se apoderó de mi, y durante segundos me quede paralizado, cual estalagmita en una cueva, sin saber reaccionar. Fue entonces cuando Yrdriel me gritó: Escapa, como si del juego del huevo del roc se tratase.
Entonces entendí que tenia que hacer. El juego del huevo del roc era un entrenamiento que muchas veces practicábamos, sin pisar el suelo, debía saltar entre los arboles y llegar a la montaña del norte, por la cara donde su pared era mas vertical, y escalando la misma debía llegar al nido del roc, tocar el huevo y volver a la cabaña sin que el roc enfurecido pudiese acercarse ami.
Sin titubeos salte sobre la rama mas cercana y me dispuse a la velocidad que mi agilidad me permitía escapar de aquella horrible situación. La gigante criatura con la que luchaba Yrdriel, al ver que me disponía en marcha, salió tras de mí después de safarse de su oponente. Varios cánticos de hechizos clericales podía distinguir entre tanto ruidos y bramidos de la horrible criatura que quería darme caza.
Con ágiles movimientos y precisos saltos, avanzaba rápidamente por las copas de los arboles, con el corazón cada vez más acelerado al notar la presencia de la vil criatura más cerca de mí. Me encontraba a pocos metros de la vertical pared de la montaña, cuando una columna de fuego golpeo de lleno a la criatura y pudo darme unos segundos de ventaja antes de que esta se repusiera y volviera a la carga.
Trepaba varios metros por la pared, cuando dirigí mi vista hacía atrás y pude notar como la criatura me recortaba cada vez mas terreno. Y es entonces cuando un hechizo de retener animal pudo congelar a la criatura, que ya abría sus fauces para lanzarme un devastador ataque. Perplejo al visualizar tal abominación a escasos centímetros totalmente paralizada, me volví a quedar congelado varios segundos, para acto seguido ver como se abalanzaban reconocibles bestias sobre esta acabando con su vida.
Pues esta era la última, decía Yrdriel al grupo de animales que le acompañaban.
Leethel, ha llegado la hora de que empieces a estudiar las invocaciones de nuestro archienemigo, Izgraull.
Tras volver a la cabaña, el anciano semi-elfo sacó varios libros y manuscritos polvorientos.
Ahí tienes todo lo que de momento debes saber del innombrable, empieza a leerlos, yo tengo trabajo ahí fuera.
Yrdriel se dispuso a hacer desaparecer el reguero de cadáveres que había dejado a su paso mientras yo empezaba a leer y estudiar aquellos libros.
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