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    • lordsoth
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      Sentado en el tercer nivel de Golthur, hago memoria de cómo ha cambiado mi vida en los últimos tiempos. Me encuentro ahora mismo en la biblioteca de esta ciudad, un sitio poco concurrido donde apenas unos pocos goblins entran de cuando en cuando. Siento sus miradas de desprecio al verme, como una aberración dentro del bando anárquico y sé que de haber sido uno de ellos el caudillo de la horda negra quizás ahora mismo no estaría aquí sentado profundizando en mis estudios. Se que debo demostrar más que cualquier otro miembro de la horda negra por ser diferente, pero ello no me asusta.

      Ya en general, no abundan los hechiceros en estos reinos, y los pocos que hay son adivinos goblins, cuya principal función es localizar a víctimas para ayudar en sus asesinatos a los miembros de la horda, y menos frecuentes aún son los necromantes, que se dedican a esclavizar los cuerpos de los fallecidos para someterlos a su voluntad. Si ya por mi propio ser era una aberración para ellos, cuando decidí decantarme por la rama de la abjuración en mis estudios me convertí en algo peor, pues me consideraron un cobarde especializado en hechizos defensivos en vez de ofensivos. No se dan cuenta que en una batalla no gana quién da el golpe más fuerte, sino quién da el último. Si consigues llegar vivo a este ese momento quizás tengas la oportunidad de darlo, pero si por el camino tu alma acaba en los brazos de soele, da igual cuan fuerte pegues. Estarás muerto.

      Mis estudios comenzaron en un sórdido laboratorio, aunque quizás no deba decir mis estudios. Mi vida comenzó en un sórdido laboratorio. Los primeros recuerdos que acuden a mi memoria son los de mi “padre adoptivo” por llamarlo de alguna manera, el hechicero Ethorin, viviendo y durmiendo entre esas cuatro paredes subterráneas.

      Ethorin era un transmutador con delirios de grandeza, que se afanaba de ser el mayor genio de todos los tiempos, aunque el tiempo no le dio la razón. Aunque hay que decir que algunos de sus experimentos fueron increíblemente exitosos, prueba soy de ello, pero sin duda su sed de gloria y riquezas lo convirtieron en un necio que acabaría pagando con su vida sus errores.

      Si bien es cierto que tenía esos defectos, también hay que reconocerle sus virtudes. Nunca fue excesivamente severo conmigo, aunque si firme y estricto. Quizás era porque tenía miedo de dañar su creación. También hay que decir de él que siempre fue muy sincero conmigo, quizás porque fuera él así o quizás porque directamente no le importaba en absoluto, pero lo cierto es que nunca me ocultó ni maquillo mis orígenes.

      Su área de especialidad era la transmutación de las esencias que conforman a un ser. Según él me explicó, todos los atributos de un ser parten de su esencia, desde sus condiciones físicas, las mentales, su temperamento… Absolutamente todo lo que pudiera tener un ser, partía de su esencia. Él, o más bien su shalafi, descubrió unos hechizos capaces de modificar y combinar las esencias de dos seres para alojarlas en el cuerpo de uno solo y crear clases híbridas. Así fue como yo nací, como su primer experimento exitoso de cruce de criaturas complejas. Cuando digo complejas, me refiero al hecho de que ya había cruzado especies antes, o más bien razas dentro de la misma especie, pero siempre habían sido criaturas animales cuya esencia, según él mismo me contaba, era mucho más sencilla. Pero Ethorin fue un paso más haya, y consiguió crear el primer híbrido entre especies y yo fui su resultado. El cruce entre un gnomo y un goblin recién nacido. Cuando le pregunté por mis verdaderos padres entonces, me dijo que mi verdadera madre era una goblin que murió en el parto y que posiblemente ni ella misma supiera quien fue mi verdadero padre.

      Desde que tengo uso de razón mi vida se ha centrado en los estudios. Me levantaba por la mañana, limpiaba el laboratorio, y me pasaba unas horas estudiando hasta que llegaba Ethorin, después él me hacía preguntas y yo las respondía. Si las respondía bien por la tarde me dejaba que saliera un rato al bosque de Ucho, lugar donde se encontraba nuestro laboratorio oculto, a cazar pequeños animales armado con una afilada daga; algo que, he de reconocer, siempre me divirtió; y si no debía pasarme ese rato repasando mis estudios en los lugares donde había fallado.

      Conforme fueron pasando los años la autonomía en mis estudios fue mayor, y dado que tampoco tenía nada mejor que hacer avance rápidamente en ellos, o al menos eso me decía Ethorin, con una sonrisa satisfecha. Además, debido a que debíamos comer, él cada vez más a menudo debía ausentarse del laboratorio para ayudar a aventureros en sus gestas, a cambio de dinero. Todo esto decía siempre con enfado, era algo totalmente injusto, dado que un mago de su categoría no debería a realizar encargos por limosnas, y porque el merecía que los monarcas de los distintos reinos le agasajaran y se arrodillaran ante él. Como imaginareis, los delirios de grandeza eran el pan de cada día.

      Cuando empecé a adentrarme en los senderos de la magia, la verdad, me parecieron fáciles. Los primeros hechizos que me enseño Ethorin, uno destinado a poder leer textos mágicos complejos, y otro hechizo que, según él decía, no servía para nada más que para ver si un ser poseía aptitudes mágicas, fui capaz de memorizarlos y recitarlos el primer día con bastante éxito. Una vez domine esos dos hechizos, Ethorin me proveyó de diversos pergaminos mágicos para que pudiera instruirme.

      Cuando rondaba los 10 años de edad, un día le pregunté a Ethorin por mi futuro, pensando en que quizás estuviera llegando el momento de especializarme por alguna de las escuelas de la magia. Ethorin no entendió la pregunta como la había hecho y pensó que le preguntaba por qué iba a pasar conmigo en el futuro. Ese día me enteré de sus planes.

      Sus planes para mi eran sencillos, quería venderme. Su intención no es que yo fuera único, sino que fuera el primero de una serie de criaturas que dotaría una serie de reinos, que en aquel momento denomino como anárquicos, aunque yo ni siquiera supera lo que era, de unos poderos hechiceros que les ayudasen en sus conquistas. En ese momento me quede estupefacto pensando en las posibilidades y solo atine a decir que me refería a cuál escuela creía que debía especializarme. Éthorin me respondió que mis futuros amos me lo dirían, que por ahora no debía preocuparme de ello.

      A partir de ese momento comenzó otra etapa de mi vida, tanto a nivel personal como a nivel formativo. A nivel personal, porque sabía que mi vida no se limitaría a esas cuatro paredes y a nivel formativo, porque Ethorin empezó a formarme en los distintos tipos de reinos, razas, y tipos de seres que moraban en cada uno. Lógicamente donde más se centro fue en los reinos anárquicos ya que decía que si no aprendía los conceptos más básicos, como huir del más fuerte, no duraría vivo ni una semana y habría sido un engorro criarme tanto tiempo para que muriera a las primeras de cambio.

      La verdad es que no me molesto el cambio de rutina, al menos no estaba solo todo el día y he de reconocer que siempre he sido curioso y con ganas de saber de todo. Por ello, abordar un tema nuevo como la política y las razas que morán Eirea me pareció fascinante.

      Pasarón los siguientes dos años mientras mi vida continuaba con la misma rutina, pero fascinado por lo que me esperaba más haya. El conocimiento de la sociedad anárquica, de sus brutales reglas y de su estructura jerárquica me gustaba y amedrentaba de la misma manera. Por un lado, creía que tenía que ser fascinante, pero por otro no sabía si estaba preparado. Pero al final, inevitablemente, llego el día. Llego el día en que Ethorin me anunció que partiríamos hacia la fortaleza Negra la semana que viene. Decidió viajar en caravana en vez de teletransportarnos a ambos, debido a que solo podía teletransportarse en el nivel prohibido de Golthur, lo cual podría sentar mal a los anárquicos.

      Así, que nos encaminamos hacia Golthur Orud con el lento vaivén de los caballos. Tras cuatro días de viaje, Ethorin me anunció que había concertado una entrevista con el caudillo a la mañana siguiente, así que más me valía ponerme a repasar mis hechizos. Me enfrasque en mis libros de encantamientos mientras mi mirada contemplaba fugazmente el entorno a través de las ventanillas de la caravana, mientras dejábamos atrás el reino de Dendra, y nos encaminábamos al norte a través de un desfiladero, rumbo al Erial de los Condenados, y después a Golthur.

      Mis primeros recuerdos de la fortaleza son bastante dispersos y caóticos. Por un lado fascinación, por la magnificencia de esa fortaleza, de múltiples niveles y coronada por una altísima torre donde había leído que moraba Mergandevinasander, un legendario dragón negro. Por otro lado, el miedo, al ver tantos seres juntos, tan sumamente imponentes y con esa cara de mal humor. Ethorin había evitado a toda costa que pudiera relacionarme con más gente, y mucho menos con miembros del bando anárquico pues consideraba que el Caudillo debía ser el primero en saber de mí.

      Los orcos no son muy dados a miramientos, así que sin previo aviso y casi a empujones dos guardias Luruzk Hai nos encaminaron hacia el salón del trono donde el Caudillo concedía audiencia.

      Ethorin se puso a hablar y, como no, lo primero que hizo fue ensalzarse a si mismo como el mago más maravilloso del mundo, el único capaz de obrar increíbles prodigios. Después de una larga verborrea explicando lo complejo que era la magia y lo increíblemente listo que era él por haber resuelto todos y cada uno de los atolladeros donde se encontraba me hizo un gesto con la mano para que me acercara.

      Lentamente, me encamine hacia él y este me cogió por los hombros y me planto delante de sus pies.

      • Bazu! – dijo el Caudillo – ¿Qué ser es ese? Un goblin con semejante deformidad hubiera sido sacrificado nada más nacer humano.
      • Precisamente, gran caudillo, es que no es un goblin. Es un Gnoblin, la primera de las maravillas de mis creaciones. Con gran esfuerzo he logrado juntar la mente de un gnomo en el cuerpo de un goblin, y he creado esta criatura, lo cual os dotará de unos seres más que competentes para reforzar vuestras filas.
      • ¿Y quién te ha dicho humano que nosotros necesitemos eso?
      • Nadie me lo dijo, pero es más que evidente. Vuestros protectores del cuarto nivel apenas logran formular los más elementales de los encantamientos. Un ejército de estas criaturas reforzará vuestras filas dotándoos de una superioridad mágica igual que la tenéis ahora física. Por un precio razonable, seréis totalmente imbatibles.
      • Por un precio razonable….
      • Por supuesto Caudillo, estas criaturas no valen su precio en platinos, ¡Lo superan con creces! Creo que podría ser conveniente un primer pago una cantidad aproximada de 50.000 platinos, así como un laboratorio en vuestra fortaleza, y por supuesto unos alojamientos confortables, además de la manutención claro. Las próximas unidades podremos discutir el precio adecuadamente conforme os vaya realizando las próximas entregas. Además, no tenéis otra opción dado que solo yo se crearlas y tengo las únicas notas sobre cómo realizarlos guardadas a buen recaudo.
      • Entiendo, parece razonable. Pero antes de nada una pregunta, así que este es un híbrido entre especies, así que para crearlo ¿has necesitado un gnomo y un goblin no?
      • Si, aunque el proceso es tremendamente complejo y no quiero aburrirte con los detalles, dado que tampoco creo que pudieras comprenderlos. Pero en respuesta a tu pregunta si, he introducido la esencia de un gnomo en un goblin recién nacido para obtener mi criatura.
      • Vale, mago, ahora lo veo claro – dijo el Caudillo mientras se levantaba – ¿Qué creéis de sus peticiones muchachos? – Pregunto a voz en grito al resto de los miembros del bando anárquico allí presentes. Un gruñido general se extendió por la sala. – Estoy de acuerdo con vosotros.

      En ese momento el caudillo se giró hacia el hierofante al cual le hizo un gesto con la cabeza.

      • Amri xeno haltem! – pronunció con un cantico el hierofante. Una extraña rigidez se adueñó de Ethorin que aún tenía su mano sobre mi hombro. Me gire hacia él alarmado, mientras me separaba unos pasos.
      • Bien mago – dijo el Caudillo – Así que primero por lo que nos has contado, conoces a los empaladores del cuarto nivel, cuando ese nivel está prohibido hasta para nosotros. Así que, dado que nunca has atravesado esta fortaleza, solo me queda la opción que eres uno de esos magos que transporta a grupos de aventureros dentro de nuestra fortaleza para que saqueen nuestras riquezas. Por otro lado, me dices que has capturado y sacrificado goblins, una de las razas de Gurthang en tus experimentos. Además, pretendes que te paguemos por haber mancillado una de las creaciones de Gurthang creando este híbrido que esta ante mí. ¿Me he dejado algo?

      Ethorin presa del encantamiento de inmovilidad no puedo responder ni hacer nada, aunque se notaba el miedo en su mirada. El caudillo se aproximó a él, mientras desenfundaba su enorme cimitarra de una de sus vainas y la acercaba al cuerpo de Ethorin, golpeándolo levemente con un toque de la empuñadura.

      • Lo que me imaginaba, un encantamiento de piel de piedra. Hierofante, si haces el favor…

      Pero al hierofante no le hacían falta señas. En cuanto vio que el arma del caudillo salía rebotada al tocar la piel de Ethorin se sumió en la concentración necesaria para formular un nuevo hechizo.

      • ¡Nulo magis! – Y un destello mágico envolvió el cuerpo de Ethorin. En ese mismo instante, su piel volvió a adquirir su tono y, en apariencia, textura original.
      • Bien mago, espero que aceptes este pago.

      Y alzando su cimitarra la descargo con furia sobre su trapecio derecho de Ethorin, y esta continúo adentrándose más y más en su cuerpo hasta que se detuvo casi a la altura del ombligo. Con un gruñido de frustración la arrancó del cuerpo de Ethorin regándolo todo de sangre, mientras el cuerpo sin vida del mago caía al suelo.

      • Arg, ha faltado poco. Conseguiré un día de estos partir un cuerpo por la mitad de un solo golpe. – Dijo el caudillo – Retirad los restos de ahí, arrojadlo a los huargos de la cuadra. Quemad sus pertenecías de la caravana.

      Al mover el cuerpo un pequeño libro calló de su bolsillo.

      • ¿Qué hacemos con esto Caudillo? – dijo uno de los guardias Lorzuruk mientras retiraba el cuerpo junto con otro compañero.

      El hierofante se acercó y ojeo por encima las primeras páginas.

      • Parece un diario, Caudillo.
      • Arrojadlo al fuego y no volvamos a saber nada más de este necio hechicero. – respondió el Caudillo al Hierofante
      • Y, ¿qué hacemos con este ser? ¿lo sacrificamos a Gurthang?
      • Creo que será lo mejor, pero no hoy. Dentro de 4 días celebraremos el gran ritual. Siendo una especie única creo que sería una buena ofrenda para ese día. Encerradlo en las mazmorras del segundo nivel.

      Y así fui arrojado en una sórdida mazmorra, donde por primera vez desde mi llegada a la fortaleza negra, tuve tiempo para reflexionar.

      En primer lugar, primero pensé si me apenaba la muerte de Ethorin, a fin de cuenta había sido lo más parecido a un padre que había tenido, pero llegué a la conclusión de que no. Se lo merecía y la única pena que me quedaba es que quién lo mató no hubiese sido yo.

      En segundo lugar, analicé mi situación y me di cuenta del problema en el que estaba metido. Dentro de unos días me sacrificarían a Gurthang y me había encerrado en una mazmorra, donde poco podría hacer para evitarlo. Con resignación pensé que mi destino era inevitable.

      Pero por suerte el destino no está escrito y hasta los híbridos tenemos un poco de suerte de cuando en cuando.

      Me encontraba en las mazmorras, sabiendo que quedaban apenas unas horas para mi ejecución. Casi toda la fortaleza se había ido al bosque Baldío, donde se montaría la hoguera y donde se llevaría a cabo el ritual, cuando unos gritos procedentes de los niveles superiores me sacaron de mi estado letárgico.

      Los gritos fueron en aumento, y el caudillo de golpe se personó en las mazmorras, llamando a gritos a la guardia.

      • Venid, ¡vuelve a haber carne en el menú muchachos! – exclamó con una risotada, mientras los tres guardias que quedaban en las mazmorras se unían en formación detrás de él.

      Los cuatro abandonaron la sala, y al cabo de unos minutos gritos procedentes de esta misma planta empezaron a sonar. En el entrechocar de espada contra espada se podían escuchar varios canticos al mismo tiempo.

      Transcurridos unos minutos el caudillo entro en las mazmorras, con algunos cortes superficiales, y cerró la puerta.

      • ¡Malditos hechiceros! – Exclamó el caudillo escupiendo al suelo y se puso en posición de combate. En ese momento la puerta salto por los aires.

      Un pequeño gnomo entro en la habitación, y pronunciando un rápido encantamiento se dividió en dieciséis copias iguales de sí mismo. El Caudillo mantuvo la postura de combate mientras sus ojos escudriñaban las copias. El gnomo acto seguido pronunció un nuevo encantamiento y un muro surgió en la puerta, obstaculizándola por completo, dejando al caudillo atrapado con el gnomo dentro de las mazmorras.

      • ¡Bazu! – Exclamó el caudillo que lanzo un mandoble contra una de las copias del gnomo. En cuanto su espada entro en contacto con ella esta explotó en mil pedazos. El gnomo a su vez pronuncio un hechizo y unos misiles mágicos partieron de las yemas de sus dedos impactando contra el cuerpo del orco, que se sacudió mientras soltaba un grito de dolor.

      Mientras el combate se sucedía, yo me encontraba ajeno a él contemplando el muro que había surgido en la puerta. Tenía algo raro, algo insustancial que no acaba de encajar y que no lograba comprender. Al momento caí en la cuenta, era una ilusión.

      • ¡Caudillo! – exclame en negra. Ethorin había tenido la prudencia de enseñarme el idioma de los orcos antes de enviarme aquí. Esperaba que el gnomo no lo entendiese.

      El caudillo me miro de refilón y me ignoro completamente.

      • Caudillo, puedo ayudarte. Acércate a mí, rápido.

      Con un gruñido de frustración comenzó a andar lentamente hacía mí, mientras el gnomo se retiraba hacia la puerta, y las copias de sí mismo que el Caudillo había destruido con sus golpes empezaban a reaparecer.

      • Pronto o serás libre o serás un cadáver, aunque yo no esperaría piedad de esos asquerosos gnomos. Posiblemente te mate solo por diseccionarte y estudiarte. A mí me espera Gurthang en su trono de guerra, pues moriré luchando – dijo el Caudillo.
      • Quizás puedes hacer que Gurthang se espere un poco más caudillo.
      • No lo creo, criatura. Aunque consiguiera destrozar las copias de esta criatura, nos dejaría aquí encerrados y él solo debería atravesar su propio muro, volver a invocar las copias y entrar de nuevo. Tarde o temprano mis heridas serán demasiado graves y acabará conmigo.
      • Pero… y si te dijera, que puedes atravesar el muro tú también.
      • No me tomes por estúpido, criatura. Solo el propio gnomo puede atravesarlo porque es su creación.
      • Te equivocas caudillo, créeme. Ese muro es una ilusión y cualquiera puede atravesarlo. Para ello únicamente debes saber que es una ilusión así tu cuerpo no se verá retenido por lo que cree tu mente.
      • ¿Una ilusión dices? A mí me parece muy real.
      • Tienes que confiar en mí, Caudillo, es una ilusión. Si realmente confías en mí y te lo crees, podrás atravesarlo con la misma facilidad que atravesarías cualquier puerta.

      El caudillo me miro con gesto firme y dijo:

      • Sea pues, no encuentro motivos para que me mientas, porque intentar atravesarlo no me matará y si me mintieras yo me giraría y te decapitaría en ese mismo instante. Ahora solo debo acabar con sus copias…
      • Creo que en eso puedo ayudarte, caudillo. Tu atácale y deja que yo me ocupe de las copias.

      Mi mente se quedó en blanco y si el caudillo me dijo algo no lo escuché, pues estaba ahora en el estado de concentración necesario para formular los hechizos. Las palabras del siguiente encantamiento ardían en mi lengua pugnando por salir.

      En cuanto el Caudillo se lanzó a la batalla di rienda suelta a mi magia.

      • Nullo magis! – pronuncié concentrado mi poder en el gnomo. El hechizo surco el aire hacia el gnomo y chocó contra una de las copias que se desvaneció y salto a la siguiente. Una tras otras todas las copias fueron desvaneciéndose hasta que solo quedo él.

      El gnomo con un grito de miedo me miró con ira, y atravesó el muro de un salto.

      • ¡Ahora caudillo! Confía en mí. Es como cualquier otra puerta.

      Con un grito de guerra el caudillo cogió carrerilla y se lanzó hacia la puerta atravesándola por completo. Se oyó un grito de terror del pasillo y un forcejeo. En ese momento el caudillo entro con el pequeño gnomo inconsciente en los brazos.

      • Ja, ja, ja, ja, ja. Tenías razón Gnoblin. La atravesé y caí encima del gnomo que no se lo esperaba. Le he golpeado con mi cabeza y cayó al suelo como un saco.
      • Te lo dije caudillo, pero ese gnomo solo esta inconsciente. Si se despertase, podría escapar e incluso a matar a los orcos que estuvieran a su alrededor.
      • Una de las cosas que aprendes, a lo largo de las batallas y de las victorias, es que los magos tienen que formular los hechizos. Si no hay lengua, no hay hechizos.

      Dejo caer el cuerpo al suelo, que soltó un gemido lastimero. Después se abalanzó sobre él, le abrió la boca, tiro de su lengua para fuera con fuerza y con un cuchillo se la corto. Se quedo mirándola, y me la arrojo hacia mí.

      • Come chico, debes estar famélico.

      La verdad es que sí lo estaba, llevaba casi cuatro días sin comer más que las ratas que paseaban por mi celda, así que la agarre y me la lleve a la boca. Estaba rica.

      En ese momento se oyeron ruidos de pasos en el pasillo y el hierofante, un kobold, entro en la habitación seguido de varios guardias.

      • Que hace ese asqueroso gnomo aquí, déjame que lo mate Caudillo y me beba su sangre. – exclamó el hierofante dirigiéndose al caudillo.
      • Detente, lo necesitaremos. Gurthang necesita un buen sacrificio para hoy. – respondió este.
      • Pero señor, el sacrificio para Gurthang es ese ser de ahí.
      • Ya no. Guardias liberadlo y encerrar al gnomo en la prisión de este.

      Los guardias diligentemente se encaminaron hacia mi celda y la abrieron. Sin ninguna delicadeza me quitaron los grilletes de las manos y me empujaron fuera de la celda mientras arrojaban el cuerpo del gnomo, que sangraba por la boca de manera descontrolada.

      • Curadle la herida – dijo el Caudillo – no queremos que se desangre antes de esta noche. Y en cuanto a ti – dijo mirándome -. Me has ayudado y te has ganado mi respeto y por eso quedas libre. Tienes vía libre en la fortaleza y te has ganado un puesto en el ejercito negro, hechicero. Pero no esperes un trato de favor por haberme salvado. Deberás prosperar como cualquier otro, con la destreza en la batalla. Por lo demás serás considerado igual que cualquier otro miembro del ejercito negro. Serás tu el que marque y fije sus propios límites. Y si alguien te mira mal, te escupe o te maldice por ser una abominación híbrida tienes dos opciones, agachar la cabeza y huir con el rabo entre las piernas o matarlo. Esto es lo que he decidido, así que haced corred la voz. A partir de ahora …… ¿Como te llamas por cierto?
      • Gaanyk, señor.
      • Bien, A partir de ahora Gaanyk el gnoblin forma parte del ejercito negro y contará con todos los privilegios y obligaciones de este. He dicho

      Y con un giro, salió de la habitación seguido del hierofante y el resto de los guardias, salvo dos, que se quedaron vigilando al prisionero. Aún con cara de estupefacción, me quede plantado en el sitio, pensando en el giró que acababa de dar mi vida, hasta que me dieron un empujón por detrás.

      • ¿Qué haces aún aquí, Snaga? Lárgate si no quieres que te parta la cara.

      Con un mudo asentimiento, salí rápidamente de la mazmorra y me encontré ahí solo, en mitad del segundo nivel de la fortaleza negra, por primera vez en mi vida sin nadie que me guiara.

      Unos goblins pasaron por mi lado en ese momento, mirándome con cara de pocos amigos, mientras escupían en el suelo a mis pies.

      Eso me arrancó una sonrisa de la cara. Nadie me lo había dicho, pero ahora ya sabía qué hacer. Convertirme en un poderoso hechicero para que nadie pudiera faltarme al respeto de esa manera. Había escuchado que en el tercer nivel de la fortaleza había un laboratorio, así que hacia ahí encamine mis pasos….

       

      ROL

       

      Gaanyk es un personaje muy arrogante y de carácter fiero, y agresivo, esto es debido a que ha sido criado con rudeza y sin miramientos en una mazmorra, siendo el único de su especie, y un híbrido en una fortaleza llena de seres nada tolerantes. Suele contestar con agresividad a quién le provoque, aunque normalmente emplea la vía oral para ello y no suele ser él quien comienza los enfrentamientos armados. Sabe que es más inteligente que sus congéneres por ello, prefiere ridiculizarlos y que sean ellos quienes ataquen de manera precipitada. Por lo demás es fiel al bando anárquico ya que, pese a que no lo traten con el respeto que él cree que merece, es plenamente consciente de que es el único sitio en el que encajaría.

       

      OBJETIVOS

      Su principal objetivo es convertirse en un miembro respetable de la sociedad anárquica y que los demás miembros dejen de mirarlo como una abominación. Para ello sabe que debe cosechar la mayor cantidad de muertes de enemigos de Golthur y por ende esa es también su primera meta. Por otro lado, considera que la mayor parte de los hechiceros se equivocan escogiendo especialidades orientadas al daño como la evocación o la conjuración. Cree que la principal fuente de poder de un mago reside una su capacidad de sobrevivir y pretende que el mundo entero sea consciente de que él tenía la razón y los demás estaban equivocados. Por ello, no parará hasta que escuche de la propia boca de sus enemigos, que él tenía la razón.

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