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HISTORIA
Introducción
Este relato narra la historia de la ambición de dos gnomos por encontrar al perfecto guardián del Bosque de Urlom y como a veces las cosas se tuercen siguiendo el orden natural de la vida.
Bajo la frondosa vegetación de la zona espesa del Bosque de Urlom, dos gnomos, reputados inventores y hechiceros, construyeron hace años su laboratorio, oculto al resto de su sociedad, sólo accesible por una pequeña escotilla bien escondida por la espesa maleza. Esta diminuta compuerta, da paso a una larga escalinata de metal de más de dos pisos de altura que se entierra hacia el corazón de la tierra. El final de dicha escalera, desemboca en una enorme habitáculo ovalado, completamente recubierto de placas de metal, que dejan en la habitación una fuerte e intensa luz blanca perlada, además de protegerla del exterior. Numerosas probetas, matraces y tubos de ensayo invaden la habitación, pero destacan por su tamaño una enorme jaula, con numerosos y gruesos barrotes de puro hierro, situada a uno de los extremos, y una gran cápsula repleta de agua justo al lado de ella. De la base del recipiente surgen varios tubos bastante largos que se conectan a un pequeño baño de metal.
Un pequeño gnomo, viejo por su aspecto canoso y arrugado, abre la cápsula para comprobar que la temperatura es la correcta, cuando el sonido de alguien bajando la escalera lo desconcentra.
CLANK, CLANK, CLANK, CLANK
El viejo se da la vuelta y ve a otro gnomo mucho más joven que él, ataviado con sus mismos ropajes, una larga bata blanca anudada por la cintura, que esconde sus diminutos pies, bajando la escalinata.
- ¡Hombre, ya estás aquí!¡Ya era hora hijo!¡Dime que lo tienes!¡Dime que lo has conseguido!¡Dime que lo traes!¡Dime que no me ha costado mucho!
- ¡Abuelo baja la voz!¡Que el eco del laboratorio me da dolor de cabeza!¡Pues claro que la tengo!¿Pensabas que no iba a conseguirla?¡Y mejor y más grande de lo que esperaba!¡Del mismísimo Gorhasiderom, ese dragón está causando mucho alboroto por Orgoth!
El joven gnomo abre el enorme petate que lleva y de su interior puede verse una escama de reptil enorme, de un color verde esmeralda tosco que parece relucir conforme la luz la golpea. El viejo, se acerca rápidamente fascinado por la magnitud de la pieza.
- Es formidable, con mucho menos que esto crearon a Lessirnak esos locos.
- Pero abuelo, ¿no estamos nosotros igual de locos intentando reproducir aquello?
- ¡No sabes de lo que hablas! Crearon un monstruo, un dragón con tres cabezas, tres personalidades distintas, como iban a poder manejarlo a su antojo. Ya era rebelde desde su incubación, eso era incontrolable, a este lo controlaremos desde antes de salir del huevo. Es el guardián que Urlom necesita. ¡Confía en mi hijo y ayúdame a cargar con esta escama!
El joven asiente con la cabeza mientras sonríe y ayuda a su abuelo a coger la escama y colocarla en un pequeño baño de metal, de dónde salen las tuberías que se dirigen a la cápsula de agua.
- ¡¿Tenemos todo lo que necesitábamos?! – El anciano mira a su alrededor para asegurarse de que todo está correcto, coge una silla y se sube en ella para comprobar el estado de una tubería del techo. – Si mi invento funciona, recogeremos el humo del carbón y lo canalizaremos para crear aún más energía, la suficiente para que todo esto funcione.
- ¿Y si no funciona abuelo? – Responde el nieto algo dubitativo.
- Sé positivo y piensa que funcionará, sino saldremos por los aires. – Sonríe dando una carcajada. – Venga date prisa y dale fuego a la caldera, necesitamos mucho calor para que esto surta efecto.
El joven gnomo se dirige a la caldera y comienza a lanzar en ella multitud de troncos de todos los tamaños. Las tuberías que extraen el humo de la caldera empiezan a llenarse y cuando la válvula comienza a pitar indicando su alta presión, el abuelo, abre la llave de las tuberías que lleva el espeso humo caliente directo a la cápsula de agua. Haciendo que el agua comience a hervir.
- ¡Sigue avivando el fuego, la temperatura es demasiado baja aún!
El nieto comienza a echar troncos, con más rapidez, pero esta vez los envuelve de un material negro pegajoso antes de tirarlos a la caldera. El abuelo se dirige raudo hacia la cápsula, para abrir la última válvula cuando sea necesario.
- ¡Vamos vamos, esto está a punto!¡Echa el resto del combustible y ve a por los pergaminos! – Le dice el abuelo al nieto con su cara repleta de entusiasmo.
El nieto termina de volcar el cubo con el combustible en los leños que faltan y los echa todos de golpe al fuego, que tras una rápida combustión aviva la llama hasta llegar a las tuberías de humo. El joven se dirige hacia las estanterías donde tienen el pergamino y lo coge de un pequeño salto, con tan mala fortuna que varios libros caen encima suya a la vez que la válvula de las tuberías superiores comienza a emitir un pitido agudo, parece que la presión es demasiado alta.
- ¡Pero niño, ¿qué estás haciendo?! – El abuelo descuida un momento sus labores y va a ayudar a su nieto. – ¡Pero no ves que vamos a salir por los aires si no espabilas!.- Quita los libros de encima del joven, lo agarra del brazo y lo l evanta del suelo.- Venga coge ese pergamino y acércate a la escama.
El joven gnomo, bastante aturdido, avanza trastabillado hasta la posición que debe tomar, coloca el pergamino en una pequeña mesa y hace un esfuerzo por mantenerse de pie. El abuelo corre hacia la cápsula y ve como esta no para de vibrar, la presión es tan grande que está a punto de explotar. En ese momento, gira la válvula de salida al máximo y el agua junto con el humo a presión sale disparada por las tuberías que la conectan con el baño de metal donde se encuentra la escama de dragón. Mientras el agua incandescente comienza a cubrirla, sus tonalidades empiezan a cambiar levemente.
- ¡Ahora hijo! ¡Repite conmigo! – Ambos gnomos comienzan a recitar las palabras mágicas del pergamino al unísono y el brillo de la escama comienza a parpadear cambiando su tonalidad a cada sílaba que dicen los humanoides.
El agua sale de la cápsula y recubre por completo la escama esmeralda que se mantiene palpitante mientras se encuentra completamente inundada. Abuelo y nieto, continúan con sus cánticos arcanos hasta que, pasado unos segundos, el pergamino se desintegra entre sus manos, un pequeño haz de luz se proyecta sobre la escama que empieza a consumirse lentamente mientras un fino hilo de sangre verdácea y reluciente parece brotar por ella y mantenerse estático en el agua.
- ¡EUREKA! ¡Hemos conseguido extraer la esencia de la escama! Ya sólo falta imbuirla en el huevo de cocodrilo. – El viejo se abraza fuertemente a su nieto mientras lo zarandea por la emoción del momento, haciendo que trastabille y caiga al suelo de nuevo. – ¡Vamos, no es hora de echarse una siesta, aún queda lo mejor! – Le reprocha al joven gnomo.
- Pero abuelo, el huevo no se estropeará, tuve cuidado con eso, fue bendecido por los sacerdotes Eralie de la mismísima Catedral, se mantendrá en buen estado para siempre. – Comenta el pequeño humanoide mientras recupera la posición lentamente.
- ¡Ya, pero no sabemos si la esencia se mantendrá durante mucho tiempo! ¡Vamos trae el huevo rápido! – Le dice al nieto mientras saca unas pequeñas pinzas metálicas.
- Vale, vale ya voy. – El joven abre uno de los armarios metálicos refrigerados de la habitación y saca de él un huevo inusualmente grande, igual de grande que la cabeza del propio gnomo.
Mientras el joven acerca el huevo hasta la báscula de metal, el abuelo utiliza sus pinzas muy meticulosamente para atrapar la esencia con ellas y sacarla del agua lentamente evitando que se rompa. La esencia comienza a parpadear mientras parece moverse como un gusano atrapado por su presa.
Al ver los movimientos de la sangre, el gnomo apresura su paso para llegar hasta su abuelo y comienza a acercar el huevo poco a poco a la luminosa esencia. Cuando la distancia es menor a la de un palmo gnómico, el hilo verdáceo se lanza hacia el huevo y comienza a acoplarse en él. Cuando el abuelo abre sus pinzas, el hilo de sangre comienza a enrollarse alrededor de la cáscara y pequeñas y finas láminas luminiscentes comienzan a dividirse e introducirse en el interior del huevo. Pasados unos minutos la esencia parece haberse mimetizado completamente en su nuevo contenedor, este huevo de cocodrilo que ahora ha tornado al mismo color que mantenía la esencia.
- ¡Esto es fantástico, ha sido más rápido de lo que esperaba! ¡Corre abre la cápsula de agua, lo mantendremos a la temperatura óptima hasta su eclosión!
El nieto abre con cuidado la tapa de la cápsula y el abuelo introduce con mucho cuidado el verde huevo en su interior. – ¡Corre pon el termogramófono y regulalo entre 24 y 32 grados! Este invento mío nos avisará cuando la temperatura se salga de dichos límites. Después vuelve al bosque y trae más combustible, necesitaremos poco para mantener esa temperatura pero nunca viene mal tener de sobra.
El nieto agarra de uno de los peldaños de la estantería el invento de su abuelo y haciendo girar dos pequeñas válvulas lo regula según las indicaciones de su abuelo, posteriormente lo engancha en un agujero de la cápsula creado para el acoplamiento perfecto del artefacto. – Venga abuelo voy a por leña, pero apunta todo lo que pase en tu libreta, no quiero perderme ni un solo momento de su gestación.
El joven gnomo se dirige a la escalera, mientras su abuelo lo ignora completamente ensimismado con la criatura que parecen estar gestando, y con paso lento comienza a subir los peldaños de metal hacia la superficie del bosque en busca de más combustible para mantener la cápsula a la temperatura óptima.
CLANK, CLANK, CLANK, CLANK
Eclosión
El tiempo de incubación fue mayor de lo esperado. Al contrario de los cocodrilos, que suelen tardar unos tres meses, la criatura eclosionó recién cumplido el sexto mes desde que la esencia se mimetizó con el huevo.
Durante estos meses de gestación, ambos gnomos han dedicado todos sus esfuerzos en el cuidado del huevo, su temperatura, las condiciones de oxígeno en el agua, la limpieza de la cápsula, hasta el más mínimo detalle ha estado controlado, aunque Golodin, el abuelo, es el que más tiempo ha dedicado a su cuidado estando a su lado el mayor periodo posible, mientras Golodinono, el nieto, se mantuvo implicado en el mantenimiento de maquinaria, así como de seguir trayendo combustible, y todo lo necesario para que las condiciones permanecieran entre los baremos indicados por su abuelo.
La eclosión fue algo maravilloso, aunque lo que salió del interior no fue lo esperado. El huevo comenzó a resquebrajarse bajo la atenta mirada de Golodin, que rápidamente llamó a Golodinono para presenciar el nacimiento. Un pequeño hocico se asomaba mientras el agua comenzaba a mezclarse con la sangre verdácea y resplandeciente que brotaba del interior. La cabeza de un pequeño reptil de forma dracónida surgió por completo mientras la criatura seguía luchando por romper la prisión donde había estado encerrada durante seis meses. Sus escamas brillantes y verdes vaticinaban un éxito rotundo, por el que ambos gnomos festejaban su creación, hasta que el dracónido consiguió romper el huevo y su figura consiguió salir de él completamente. Una cabeza y cola muy robustas en comparación con el resto de su cuerpo, no era lo más normal para un dragón, pero el hecho que dejó perplejos a ambos humanoides fue la no existencia de alas.
De su espalda parecían surgir dos pequeños muñones con finas membranas arremolinadas en ellos, estaba claro, algo había salido mal. La celebración acabó de forma abrupta, y mientras el abuelo abrió la cápsula rápidamente para recoger y arropar al reptil, Golodinono se mantuvo de pie, inmóvil durante varios minutos, mientras observaba como todo su esfuerzo no había servido para traer al mundo al guardián del Bosque de Urlom.
La criatura era el doble de grande que un cocodrilo recién salido de su huevo, sus dientes se encontraban afilados y listos para desgarrar cualquier tipo de carne y parece que aún le quedaba bastante energía tras la usada para romper completamente el cascarón. Golodin no tuvo el suficiente cuidado al recogerlo y un rápido movimiento del cuello de la criatura realizó un buen tajo en su brazo derecho que, seguido de un fuerte coletazo en su estómago, hizo que la criatura se le escurriera de los brazos y cayera al suelo. Ésta, aprovechó la situación para correr por el laboratorio escapando, de los que ella creía que eran sus captores, y se introdujo por unas rejas metiendo todo su cuerpo en un pequeño lodazal que los gnomos habían creado para reproducir el hábitat de la criatura.
Durante estos seis meses, los gnomos habían expandido su laboratorio, decidieron ampliar la jaula del animal, quitaron partes de los revestimientos de metal y Golodinono estuvo picando en la piedra con un invento de su abuelo, haciendo una estancia el doble de grande. Las paredes volvieron a revestirlas con el mismo material, pero el nuevo suelo fue dejado para crear el amplio lodazal que, junto a algo de vegetación, se convertiría en el hábitat del ‘dragón’ durante su crecimiento. No midieron bien, aún era joven y no esperaban ese temperamento nada más salir del huevo, por lo que habían puesto demasiada distancia entre las rejas, y hasta que no creciera podría salir y entrar del lugar a su placer.
Golodinono se recompuso y tras coger algunas vendas, corrió a ayudar a su abuelo que no paraba de sangrar por la herida del brazo. Sentó a Golodin y mientras realizaba el vendaje para parar la hemorragia, algo los dejó más asustados aún. Comenzaron a escuchar como el dracónido parecía entonar algún tipo de lenguaje, algo innato de los dragones que nadie antes había conseguido descifrar, esta criatura lo poseía de forma natural, aunque no tenía alas, quizás si habían conseguido obtener lo que querían, quizás sí habían conseguido crear al guardián del bosque de Urlom.
Crecimiento
La infancia de la criatura fue bastante más compleja de lo esperado. A medida que crecía su cuerpo parecía mutar sin ningún sentido aparente y sus músculos se engarrotaban creando numerosos quistes y bultos por toda su figura. Dichas deformidades eran cuidadas y tratadas por Golodin, quien se encargaba en todo momento de todos los cuidados necesitados por Khraxodhor, incluido la alimentación.
Golodin, intentó establecer un canal de comunicación con la criatura, puesto que el Draxyar era totalmente incomprensible para el gnomo, decidió ir enseñando poco a poco el idioma nativo de Grimoszk, pues pensaba que al ser un reptil sería más fácil para Khraxodhor. Pero no calculó bien, él no sabía el idioma tampoco, así que intentó que fuera un aprendizaje mutuo, en el que poco a poco comenzaron a entenderse, eso sí, con un idioma lagarto bastante malhablado.
Se estableció un nexo de unión entre ambos bastante fuerte que con el tiempo dió lugar a una relación basada en la amistad. Golodinono vivió toda esta evolución en primera persona, desde su nacimiento pensó que todo lo acontecido y realizado había sido un gran fracaso, por lo que nunca logró quitar de su pensamiento una sensación de decepción que cada año se acrecentaba más y más. A todo esto se unía la mala sinergia existente entre el joven gnomo y el draxyar, desde que salió del huevo solo podía tener contacto con su abuelo. Golodinono había intentado acercarse al animal en varias ocasiones pero después de varios mordiscos a traición dejó de intentarlo.
Se dedicaba a darle de comer y beber desde la distancia cuando su abuelo no se encontraba en el laboratorio y observaba que todas las mediciones, tanto de temperatura como humedad, se encontraban dentro de los parámetros que Golodin le indicaba. La relación con su abuelo también fue en declive, aunque no se sabe si fue por celos al draconiano, por su propia decepción o por otras causas desconocidas, la conexión entre ambos decayó hasta el punto de hablarse entre ellos en monosílabos y en cosas puntuales (y eso que si los gnomos son conocidos por algo es por su pesadez hablando). Khraxodhor y Golodin estuvieron unidos muchos años en los aprendieron todo lo que pudieron el uno del otro. Eran los tiempos de felicidad para el joven reptil.
El desenlace
La edad no perdona y el tiempo es inflexible con todos, Golodin murió de viejo cuando Khraxodhor tenía apenas 20 años. La pérdida de su amigo, junto con el medio abandono al que Golodinono le sometía volvieron huraña y mezquina a la criatura lentamente. El ya no tan joven gnomo, sufrió por la muerte de su abuelo incluso más que la de su propio padre, nunca logró perdonarse todos esos años perdidos en los que la relación entre ambos se había vuelto completamente gélida.
Dejó el laboratorio, al que solo volvía un par de veces en semana para lanzar algo de comida al draxyar desde la distancia y recordar las imágenes de su abuelo por todo el habitáculo. Pasaron más de 40 años así, los quistes y deformidades se apoderaron del cuerpo de Khraxodhor al encontrarse sin ningún tipo de cuidado quirúrgico. Unas pequeñas alas que en algún momento de su crecimiento Golodin hizo que comenzaran a florecer, se echaron a perder quedando enredadas entre las escamas de la criatura. La criatura crecía a pasos agigantados, su cuerpo ganó en anchura, sus afilados dientes crecían hasta perforar escamas de su propia mandíbula, sus patas y garras ganaron en firmeza y potencia. En contra, por la nula conexión con algún otro ser dejó de desarrollar su empatía, idiomas y cualquier sabiduría del mundo exterior.
Durante este tiempo en el interior de Khraxodhor comenzó a florecer una gran obsesión y admiración por cualquier tipo de objeto brillante o pulido que Golodinono llevara consigo cuando volvía al laboratorio, aunque realmente no se sabe si fue causa de su sangre dracónica o por la paranoia creada por todos los años de soledad a los que fue sometido.
La criatura intentó escapar de su celda en numerosas ocasiones, pero los barrotes mágicos estaban realizados a su medida, incluso repelían las bocanadas venenosas que Khraxodhor regurgitaba hacia ellas. El odio hacia Golodinono iba en aumento por cada visita que éste realizaba, ya que se limitaba a lanzarle comida mientras se emborrachaba y tiraba las botellas contra el reptil cuando este intentaba comer.
Pero por todos es sabido que una mala borrachera puede acarrear malas decisiones. Los barrotes de la jaula del draxyar, eran irrompibles y su aliento no los traspasaba, pero sus garras si podían salir entre ellos sin ningún tipo de problema. Golodinono era consciente de ello, y por ello nunca se había acercado al perímetro de seguridad que había establecido mucho años atrás, pero había bebido tanto, que cuando su botella se le escapó entre las manos y comenzó a rodar por el suelo, él fue tras ella sin percatarse de la línea que había sobrepasado. Una de las garras de Khraxodhor salió disparada del interior de la jaula clavándose en el torso del gnomo de manera cruel mientras este gemía de dolor. Mientras Golodinono intentaba escapar gritos de auxilio salían de su boca en vano, pues nadie iba a escucharlos o encontrarlos allí abajo.
Con un fuerte tirón, el draxyar, atrajo hacia los barrotes al humanoide y, mientras veía sus lágrimas de terror, una placentera sensación de poder y victoria se extendió por todo su cuerpo. Con un simple tajo de una de sus garras, cortó el cuello al indefenso, vulnerable y borracho gnomo. Aunque esta acción parecía un acto de suicidio, pues si nadie le traía comida acabaría muerto, el destino estaba de parte de Khraxodhor pues la magia que Golodin había insuflado en los barrotes se quebró en el momento en el que su nieto murió. Los barrotes comenzaron a desintegrarse en polvo que lentamente fue posándose en el suelo ante la atónita mirada del reptil.
Khraxodhor abandonó la jaula en la que se había encontrado retenido por más de 40 años aún conmocionado por lo que estaba ocurriendo. Observó todo a su alrededor y tras unos minutos logró recomponerse y volver en sí, devoró por completo al gnomo a excepción de su cabeza, la cual llevaría consigo el resto de su longeva vida para no olvidar aquellos años de soledad privado de su libertad. Se apoyó en las escaleras, insufló aire en sus pulmones y roció por completo la gruesa tapa de entrada al laboratorio con su venenoso aliento. La tapa se desprendió como si fuera mantequilla y el draxyar aprovechó para salir por primera vez en su vida de aquel laboratorio.
Quedó impactado por la abundante vegetación que lo rodeaba por completo, así como del canto de los pájaros y los ruidos de las hojas al ser mecidas por el viento. Pero más que tranquilidad, el miedo se apoderó de su cuerpo, y tras correr por un bosque sinuoso que parecía repetirse una y otra vez hasta que, por casualidad, consiguió salir a un rocoso paso. Siguió dirigiéndose al norte dejando atrás aquel denso bosque y el tortuoso laboratorio donde había permanecido toda su vida, buscando un lugar oscuro y caliente donde poder dormir y pasar inadvertido.
Rol
Tanto la personalidad como la mentalidad de Khraxodhor se encuentran en una constante evolución ya que tras más de 40 años de soledad e indiferencia se ha vuelto mezquino, poco sociable y con problemas para relacionarse con otros seres. En sus primeros pasos, la comida y la supervivencia serán su única preocupación, aunque tras ir conociendo a seres con los que puede entablar conversación y parecen tener algún que otro tipo de trato amable con él, comenzará a modificar su comportamiento gradualmente interesándose cada vez más por cómo funciona el mundo que lo rodea. Aunque el mismo no conozca el concepto, es avaricioso y codicioso, ya que ha heredado la obsesión por las gemas y piedras preciosas de la sangre de dragón con la que fue creada, matará a cualquiera que toque algo que considera suyo.
Objetivos
Al igual que su personalidad, sus objetivos irán cambiando a lo largo de su vida.
A corto plazo:
- Sobrevivir, comer y dormir.
A medio plazo:
- Crear relaciones con nuevos seres a los que él siempre verá como inferiores y a más de uno como su propio súbdito.
A largo plazo:
- Crear una hermandad de mercenarios bajo sus órdenes, con la que conseguir reunir el mayor tesoro que jamás Eirea haya contemplado.
- Lograr encontrar y acunar en su hermandad a todos los draxyar que existan por la faz de Eirea, liberándolos y masacrando tanto a sus creadores como a sus captores.
- Conseguir que la Hermandad de la Escama Esmeralda, sea la más conocida por todos los reinos, por su eficacia y letalidad.
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