Inicio Foros Historias y gestas REGISTRO II ODIHBYR

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    • molina
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      El recuerdo más antiguo que poseo no es sino una voz profunda, al son de grito, que retumbaba en un pasillo oscuro.
      -… Llevaoslo de aquí, ese NO es hijo mío!

      El único recuerdo que poseía, veraz como una cicatriz en la carne, de mi padre.

      Me crié en una granja de Brenoic, despojado de apellido, que servía al Ejército de Dendra a modo de cantera de nuevos reclutas. Varias docenas de niños nos hacinamos en cada habitación de la casa. Todos flacos, que no desnutridos, ya que el ejército proveería bien a la granja de recursos para nuestros cuidados. De músculos curtídos, debido a nuestro continuo trabajo en los campos de Brenoic, y afinados en la disciplina bélica, la cual era intensa e impasible ante el paso de los días, aplicada por los Soldados y Oficiales Dendritas que regentaban la propiedad.

      Mi vida hubiera pasado sin pena ni gloria de no ser por un libro, caído de la mochila de un viajero distraído que por allí pasaba. Dicho libro, del cual no entendía gran cosa, contenía ilustraciones y descripciones de lo que parecían Demonios. El reverso de dicho libro solo era adornado por una rúbrica, en la cual se podía entrever un nombre: Fortaleza de D’hara.

      De torpe curiosidad, agarré una de las viejas espadas de madera que usábamos en los entrenamientos y partí hacia la fortaleza de D’hara. Siempre había querido verla, al margen de las viejas murallas de Galador, nunca había podido contemplar la magnificencia de aquellos muros.

      Cercano al castillo tuve un cierto percance. Acogido por la oscuridad, un diablillo  sulfuroso me atacó por la espalda y apenas pude hacer nada salvo espantarlo, con golpes bastante precisos dicho sea. Acto seguido surgieron de la nada varios diablillos más, pillandome completamente por sorpresa. Cierto es que me defendí con bravura y decisión, pero no pude hacer nada para evitar, después de varias acometidas, caer al suelo vencido. Fue en ese momento que mis enemigos ventosearon de manera terriblemente pestilente antes de salir huyendo. Debido a los vapores de azufre, me desmayé.

      Aparecí en mitad de un patio de armas, de lo que ahora es mi hogar, rodeado por 3 caballeros que reían.
      -Chico, eres un necio, ¿espada de madera frente a los diablillos sulfurosos?, si no puedes pagarte un arma en condiciones, usa al menos un palo a modo de lanza. Podrás mantenerlos a cierta distancia y evitar sus vapores purulentos.

      Los caballeros seguían riendo a carcajadas.

      -Dejadlo en paz, reclutas. Vosotros lo hubierais hecho igual de mal, o peor, ante esos molestos diablillos. Desapareced de mi vista.
      Las carcajadas de los caballeros se tornaron en un rechinar de los pliegues metálicos de sus armaduras mientras se alejaban a paso ligero.
      -Me has causado curiosidad chico, no te has defendido mal ante tu situación con los diablillos. Independientemente de la opinión que tengas sobre lo que voy a decir, te quedarás a vivir en este castillo. Serás instruido en las Artes de la Caballería.

      -Y así, de la nada, fué como un libro cambió mi vida….
      -Que si va a querer más carne.., señor!
      -Claro que si, tabernero. Disculpad mis divagaciones. Estaba recordando viejas épocas, mientras escribo en mi diario, en voz alta. Estoy francamente contento de la recopilación de mi vida en estas páginas y de cómo conseguí recuperar mi apellido y legado familiar. Está por aquí plasmada la historia. ¡Aquí está! En esta parte narro la batalla que me hizo luchar mano a mano con mi padre… os la leo!
      -Pero que… vale, como usted quiera…

      … Aquella mañana invernal, el aliento se congelaba nada más escapar de la boca, mantenía la piel áspera y con una fría humedad, que hacía condensar gotas cual frío sudor que recorrían todo el cuerpo. Fue aquella mañana cuando las Hordas de Gurthang se arremolinaban en las tierras del norte, identificados sin fallo por sus sonidos guturales característicos. Donde los campos lisos de cultivo se entremezclaban con el Angosto Sendero que sirve de frontera entre los Reinos de Dendra y Golthur, esperando juntos a las formaciones de combate orco.

      Al otro lado de la improvisada llanura, El frente del Ejército de Dendra los esperaba con quietud en sus filas. El Silencio era tal que podía oír las jadeantes respiraciones de los soldados de asalto.

      No era nerviosismo lo que atenazaba los corazones Dendritas, sino el ansia de demostrar su valía y devoción por su señor, Seldar. El frente estaba perfectamente organizado y acomodado en sus posiciones. Ya fuera la caballería de Paladines del Mal, la infantería de combate o los arqueros. Solo se veía coraje y valor en sus miradas.

      Ciertas escuadras de Paladines portaban monturas demoníacas, que relinchaban y gruñian embravecidas por el inminente fragor de la batalla. En estas escuadras me encontraba yo.

      El silencio sepulcral Dendrita, empezó a romperse por los enfurecidos gritos orcos en la lejanía, cada vez más próximos. Pasados unos minutos, las hordas orcas se detuvieron a varias yardas de distancia.

      Varios gestos y aspavientos por parte del bando anarquico, solo conseguía avivar las llamas de Seldar en nuestros corazones, ávidos de dar muerte a las criaturas. La corneta del Aquero Mayor resonó con fuerza y una lluvia de flechas, bañadas en fuego, cubrió varias centurias orcas. La niebla matinal se veía matizada por un color rojizo muy intenso, la cual parecía sangre sublimada flotando en el aire. Una segunda tanda de los arqueros rompió el cielo de nuevo, pero esta no fue tan efectiva como la primera. Los orcos se habían organizado en grupos acorazados con sus escudos y varios pequeños contingentes avanzaban con separación entre ellos, pero a gran velocidad, hacía el Ejercito Dendrita.

      La corneta daba la señal de que avanzara la caballería. Varios de Antipaladines reputados, entre ellos, mi Padre Drakar Baelzhemon, allí se encontraban.

      No sin antes esbozar una sonrisa, afiancé mi lanza mientras apuntaba al cielo y, agarrando las riendas de mi montura, emprendí junto a mis compañeros Antipaladines un ligero trote hacia el batallón enemigo. El grito de guerra de mi padre ensordeció aquella llanura.
      Las monturas comenzaron a imprimir velocidad, cabalgando con ferocidad entre pequeños relinches. Más de 400 Caballeros de Seldar llegamos casi hasta el fondo del valle, alcanzando la velocidad deseada comenzamos a poner nuestras lanzas en ristre, apuntando sin vacilar hacia los enemigos que osaban interponerse en nuestra carga. Entonando al unísono nuestra letanía a Seldar, una imagen gloriosa.
      En el encaramiento final no tardé en alcanzar en el pecho a un Uruk-hai, el cual fue ensartado por el torso junto a 3 despojos de su  raza más. Una vez completada la carga de caballería, con un pequeño salto desde mi montura, enterré mis pies en el fango propiciado por las evisceraciones realizadas, desenvainé mi espada y comencé a rebanar cabezas entre el contingente enemigo…

      -¡Buena historia! Pero tengo que seguir trabajando!
      -De nuevo mis disculpas tabernero, hoy estoy algo nostálgico. Buena carne, como siempre.

      Me despido de él mientras voy hacia la puerta de la taberna, no sin antes sonreír ante el recuerdo narrado en la anterior historia.
      ¿Que como me reencontré con mi Padre?, eso ya es otra historia.

      ROL:
      La personalidad de Odihbyr es belicosa por naturaleza. No dudará en espolear su montura hacia todo enemigo que ose ir en contra de la doctrina de Seldar.  Estudioso en los Idiomas para poder difundir con más veracidad la palabra de Seldar.

      Siempre que sea honorable ante los ojos de su dios, cualquier método es bueno.
      Desea ascender en la Orden de la Caballería tanto como sea posible lográndolo todo por sus propios méritos y poderes.

      OBJETIVOS:
      -Extender la palabra de Seldar.
      -Dominar poderosos demonios.
      -Ascender en la Orden de Caballería.
      -Dar muerte a todos los que se opongan a la palabra de Seldar.

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