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    • Vyrleth
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      Registro 1 Usralion.

      Es difícil determinar a qué raza pertenece Usralion. Observándolo con detenimiento comienzas a encontrar rasgos familiares. Su complexión es fornida, muy musculada, su espalda no es perpendicular al suelo, sino que adquiere una ligera curvatura sobre el mismo. La expresión de su cara irradia rabia, con el gesto contraído. De su boca sobresalen unos colmillos de un tamaño considerable, rozando la hipertrofia, el resto de su dentadura apenas tiene importancia. Su mirada es felina, pues tiene el iris rasgado y vertical. Su cabello, greñoso y desordenado, simula la tupida piel de algún animal. Lo más notable de él, son sin duda sus brazos, terminados en unas enormes manos. En los nudillos de sus manos se vislumbran aún unas pequeñas heridas, sangrantes todavía por alguna extraña razón.

    • Vyrleth
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      Registro 1 Glognarum.

      Un enano, enorme y panzudo para los de su raza. Su peludo rostro deja entrever una piel rugosa y áspera sobre sus pómulos sonrosados, aunque lo más llamativo de él es una enorme nariz que lo ocupa casi en su totalidad, con una forma chata tan burda e impropia de los de su raza. No consigues adivinar el tamaño de sus ojos pues unas pobladas y desaliñadas cejas, llenas de canas, parecen envolverlos. Su cráneo, rapado completamente por los lados, muestra un cabello albino bien cuidado y recogido hacia su nuca con una gran trenza vikinga en la que parece haber empleado mucho esfuerzo. Su pelo contrasta con su pomposa barba la cuál se encuentra completamente desaliñada, separada por dos grandes y ajustados aros de mithril, sus puntas han quedado deshilachadas y ennegrecidas por el paso del tiempo. Entre este matojo de pelos consigues atisbar una afable sonrisa.

    • Vyrleth
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      Registro 1 Adhryel.

      Ves un varón mestizo de drow. De su inexpresivo rostro solo destacan unos grandes y vivos ojos verdes. Su largo pelo blanco, perfectamente cuidado, cae hasta sus hombros, cubriendo gran parte de su cara. Su complexión es extremadamente delgada, allí donde mires encontraras protuberancias huesudas. En sus finos brazos atisbas innumerables cicatrices, que recorren toda su piel hasta donde dejan ver sus ropajes. Sus acompasados movimientos van en perfecta sincronización, como si cada uno de ellos estuviesen perfectamente estudiados. En el dorso de ambas manos puedes ver un tatuaje de lo que parece una macabra máscara de color blanco brillante.

    • Vyrleth
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      Registro 1 Dranalor.

      La inusual altura y la extrema delgadez del varón semi-elfo que se encuentra ante ti lo hacen estar fuera del canon de normalidad de los de su raza. Sus brillantes y dorados ojos contienen unas rasgadas pupilas que le confieren una peculiar mirada felina. Su oscuro cabello, el cual deja entrever matices cobrizos bajo la luz del sol, está decorado por multitud de esmeradas trenzas que descienden hasta la altura de los hombros, rematadas allí por cintas de distintos colores que se mueven enérgicamente al viento. Su excesiva escualidez se hace notable en sus extremidades, siendo los huesos de estas visibles bajo su piel. Sus manos terminan en unos largos y delicados dedos, coronados por unas cuidadas y perfiladas uñas.

    • Vyrleth
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      Registro 1 Thasedyl.

      Ves a Thasedyl, un alto y espigado semi-elfo. Sobrepasando los 170 centímetros de altura y rozando los 50 kilogramos de peso, a este semi-elfo se le marcan los huesos por muchas partes visibles de su cuerpo. Sus grandes y expresivos ojos dorados le hacen tener una mirada penetrante y segura. Su cuidado y brillante pelo turquesa le tapa la mitad de la cara, dejando ver unos finos y delineados labios, que le hacen tener una sonrisa malévola. Parsimoniosos movimientos acompañan a este delgaducho semi-elfo, que parece estar buscando siempre algo en su entorno.

       

    • Vyrleth
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      Registro 1 Ugrum.

      Ves a un pequeño y enclenque goblin. Apenas supera el metro treinta de altura y los cuarenta kilogramos de peso. Su corto y desaliñado pelo marrón es cubierto por una extrema suciedad. De color verde oscuro son sus vivaces ojos verdes, los cuales apenas parpadean. Sus huesudas y nudosas manos, extremadamente grandes para este cuerpo, están repletas de cortes y cicatrices. Sus cortas piernas terminan en unos minúsculos pies, que al igual que sus manos, les acompañan unos sincronizados movimientos que no puede dejar de realizar.

    • Vyrleth
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      Registro 2 Ugrum.

      Poco o nada se sabe del pasado de Ugrum, excepto lo poco que el mismo cuenta por las calles de Anduar a sus múltiples amigos y clientes. Que unos viajeros nómadas lo aceptaron como de su familia, y lo criaron de un lado hacia otro por el ancho y largo continente de Dalaensar. Estos le enseñaron el arte de la manufactura de objetos de sastrería y artesanía, oficios que más adelante iría dominando en Anduar.
      Suele dejarse ver por la plaza de Anduar, ofreciendo sus servicios de reparaciones o creación de objetos, o recibiendo clases de idiomas de experimentados eruditos. Su afán de conocimiento le hace pasar horas recibiendo clases de idiomas o estudiando recetas para poder mejorar en su oficio. Este afable y simpático goblin intenta llevarse bien con todo el que se cruza en su camino, viendo como clientes potenciales a todos ellos.
      La noche era tranquila en la ciudad de Anduar, no se escuchaban las campanas replicar de ataques, la guardia nivrim hacia sus rondas sin ningún incidente, y Ugrum, se encontraba descansando cerca de la taberna de Anduar. Un suave graznido despertó al goblin, que cuando entreabrió los ojos se vioun imponente halcón ante él, antes de darse cuenta dejó caer un rugoso papel y con un violento vuelo desapareció de su vista en pocos segundos. Se dispuso a leer el manuscrito: ‘Tengo un encargo para ti, nos vemos en dos horas al sur de la encrucijada de sabana’. Sin pensarlo dos veces este armó su petate y se puso en camino.
      Le entraron dudas de quien sería y porqué de esa manera cuando ya estaba a la altura de Ryniver, después de volver a leer el rugoso papel prosiguió su camino cada vez con más dudas. Un manto de estrellas cubría el cielo, la luna llena iluminaba las tranquilas dunas de la sabana. Miraba hacia un lado y otro intentando buscar alguien entre las dunas, nadie, no había nadie. Pasó algo más de una hora cuando el goblin aburrido de esperar se dispuso a irse de nuevo a Anduar.
      No sobrepasó la primera duna cuando sin saber cómo alguien estaba en su espalda rodeando su cuello con lo que parecía un afilado sable.
      – ¿Has venido solo?, preguntó el encapuchado.
      – Si, contestó el goblin con voz temblorosa.
      – Verás he tardado en llegar porque me he tenido que deshacer de un pequeño grupo que pensaba te estaban siguiendo, explicaba el encapuchado.
      – Tengo poco tiempo, la cosa es sencilla, dentro de este petate encontrarás una lista de objetos y utensilios que necesito, además te pediré que espíes y controles el acceso de la tienda de bilops y elrich, y me digas quienes y a que hora entran y salen. En dos días te volveré a ver a la misma hora y en el mismo sitio, ordeno con semblante serio el encapuchado.
      Antes de perderse la oscura figura por las dunas de la sabana le entregó una gigantesca bolsa de monedas al goblin, que al ver tal cantidad de dinero casi pierde el conocimiento, desde la lejanía el encapuchado gritó: ‘quédate con lo que sobre. Con lo que sobre, pensaba el goblin, pero si sobra casi todo…
      Se volvieron a ver en el punto indicado a los dos días. Y después de un encuentro más tranquilo, el encapuchado se presentó como Jazhreel, al goblin le temblaban hasta las orejas cuando pudo conocer al artífice de tantas fechorías y objeto de tantas conversaciones por Anduar.
      – Si me haces caso, no me fallas, no me vendes, y haces lo que te digo, la bolsa de hace dos días será la más pequeña que recibirás por tus encargos. Si por lo contrario me traicionas, o comentas a alguien que trabajas para mí, seras brutalmente asesinado. Dijo Jazhreel mirando a los ojos temblorosos del goblin. Ugrum aceptó el contrato incrédulo de lo que estaba pasando.
      Pasaron las semanas y los meses, y Ugrum y Jazhreel empezaron a forjar una ventajosa amistad para ambos. El goblin al que nunca le había importado tener dinero se volvió ávaro y es capaz de cualquier cosa por conseguir dinero. Jazhreel consiguió poder obtener cualquier cosa de cualquier ciudad gracias al reputado goblin. Así Ugrum pasa su vida, de día se dedica a manufacturar poderosos objetos y equipo para los aventureros… Por la noche, acepta lo que le deparen los encargos de Jazhreel.

      Rol
      Ugrum es un reputado goblin de todas las ciudades existentes de Eirea. Utiliza sus contactos para comerciar con todo el que necesite algo, avaro desde que conociera a Jazhreel y este le encendiera la llama de las riquezas. Ugrum vive para enriquecerse y ser leal y fiel a Jazhreel, puesto que es el único a quien puede considerar amigo. Acepta todo tipo de encargos desde desollar una ardilla a acabar con la amenaza de cualquier vil criatura que moleste a alguna ciudad.

    • Vyrleth
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      Registro 2 Blacyn.

      Aquel fue el día, un 5 de Rutsel del 11 era 4ª, soleado y rodeados por la más absoluta naturaleza y animales del claro nació el que luego fuera conocido como Blacyn.
      Cuando Kithara cogió al recién nacido entre sus manos, lo levanto a la vista de todo ser vivo del claro y gritó, ¡Es un varón!. Emanaba una energía pura y limpia, que era captadas por todos los sacerdotes de los bosque, cual menos se sorprendía de la fuerza de aquella energía que era capaz de emitir tan pequeño y joven cuerpo.
      Después de que su humana madre no sobreviviera al parto, pues llegó muy débil a tal evento, Kithara prometió a su madre en vida que cuidaría de él y lo llevaría por la senda de la fe y la devoción hacia el dios Eralie.
      A sus 16 años y sin separarse de Kithara, su gran instructora en la senda del señor, ya estaba preparado para salir a dar paseos por el bosque de thorin siempre acompañado de su más fiel bestia Beregor. Cuando obtuvo más experiencia como druida ya no acudía a su llamada Beregor, sino un hermoso robusto y gigantesco Singla, el cual le protegía dando su vida si fuera necesario y dejándole montar a su lomo para cabalgar interminables caminos. Pues con singla siempre como compañero además de algún que otro hermano druida, defendían los abusos a los bosque y la naturaleza combatiendo con quien fuese necesario. Después de una dura batalla librada en el bosque de thorin contra profanadores de la palabra de Seldar, Blacyn quedo desvanecido en algún lugar del bosque de thorin… si no hubiese llegado a tiempo aquella experimentada druida, no hubiese visto más el sol reflejado en sus ojos de aquellas dulces mañanas de primavera. Pasaron días hasta que termino de recuperarse.
      Después de una completa recuperación la pregunta no era otra… ¿Quién fue aquella maravillosa humana que le salvo la vida? ¿Por qué nunca la vio en el claro en aquellos 20 años que llevaba viviendo en él? El rumor que llegaron a sus oídos no fue otro que, en el mismo bosque, cerca de la cabaña del claro, yacía un templo en el cual vivían druidas solitarios capaces de cambiar su forma física para transformarse con ayuda de la naturaleza en las bestias más ventajosas para las diversas ocasiones. Durante meses buscó sin encontrar rastros en el bosque de tal rumor, ni de aquella humana que le salvó la vida y le dejó a la entrada de la cabaña.
      En una de aquellas caminatas por el bosque para controlar que todo fuese como la energía natural mandase, encontró un reguero de sangre, el cual lo siguió hasta llegar a una pantera herida pero tan bella como nunca hubiese podido imaginar. Se tiró al suelo desmontando de Singla lo más rápido posible, impuso sus manos en el vientre herido de este bello y magnifico animal, y tras unos segundos, y una explosión de luz, la pantera fue totalmente curada por la fuerza mandada desde el mismo Eralie. Al instante, la pantera dejó de ser pantera… y se convirtió en una figura humanoide, que iba siendo más nítida al paso de los segundos, hasta que… ¡Era ella! ¡La preciosa humana que le salvo la vida a Blacyn! No podía ser después de tantísimo tiempo buscando, que fuera en esa circunstancia en las que se la volviese a encontrar. Devolviéndole el favor que un día ella le hizo de salvarle la vida. Desde aquel momento la humana llamada Serkka, y Blacyn, apenas se separaban, horas se pasaban paseando por los bosques intercambiando ideas y conocimientos. Sin darse cuenta y tras varios meses juntos se enamoraron y como no podía ser de otra forma, se casaron partiendo Blacyn a formar parte de la familia Oiolossë, de la cual era Serkka.
      Después de varios años más y ya habiendo conocido al dios Ralder, el dios de las transformaciones naturales, decidió seguir combatiendo el mal de los bosques pero ahora, como adorador de la fuerza bruta y animal de Ralder, al cual empezó a adorar y querer como Serkka su esposa, hacía ya desde hace años.

    • Vyrleth
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      Registro 1 Tzathim.

      Tienes ante tus ojos a un tremendo ser de más de dos metros, de no ser por semejante tamaño dirías que se trata de una voraz hiena, pero su físico inconfundible delata a esta criatura como el Gnoll que realmente es. Al mostrar su característica y amplia sonrisa dentada, llegas a apreciar como entre sus colmillos todavía se aprecian restos de carne podrida. De complexión poco atlética, posee unos ojos rojos del color de la más ardiente lava que además miran hacia un punto fijo, como si algo estuviese tramando. Al contrario que otros de sus congéneres, no posee esa distinguida melena que suele brotar de su espalda, pudiéndose encontrar únicamente esporádicos mechones sueltos a lo largo de ella.

    • Vyrleth
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      Registro 2 Tzathim.

      Esta es la historia de Tzathim, heredero legítimo al trono de la tribu Skua’ Zull por derecho.

      No volvieron a saber de él. Algunos lo dieron por muerto debido a la caída. Otros devorado por los animales más feroces de la zona. Quien sabe…
      Respecto al Gran Babuhíno, su piel decora el salón de la cabaña del gran jefe y su cabeza se utiliza como orinal por el anciano de la tribu. Fueron las únicas piezas aprovechables luego de la gran explosión de cólera del gran jefe.
      La naturaleza es cruel. Como una fuerza vengativa que hace que la tierra compita contra el mar, nuestro pequeño cachorro tuvo que competir contra el hambre, frío, soledad para sobrevivir. Pero no lo hizo solo.
      Al pocos días de vagabundear, ya con la sangre de sus heridas seca sobre su pelaje, lleno de fango, moho y con olor a rancio, con las fuerzas al límite del fallo ( puesto que sus instintos cazadores aún no estaban lo suficiente desarrollados como para valerse por si mismo), desnutrido y medio moribundo, fue encontrado por un anciano ermitaño. Falto de compañía lo adoptó como mascota (ya se sabe que el perro es el mejor amigo del hombre dicen).

      Fueron pasando los años y las primeras palabras que pronunció nuestro pequeño protagonista fueron: Tza thim!. En ciertas noches algunas pesadillas lo atormentaban. Un sueño de fuego y sombra junto a gritos de desesperación se ahogaban en un silencio frío y gélido, haciendo que nuestro pequeño se despertara bañado en sudor. Así fue como el ermitaño lo bautizó con ese nombre (aunque sinceramente, solía usar otros apelativos como: ps! Perro! O Cachorro, pequeño, muerdepiedras, peludo…etc.).
      Con el paso de los años el ermitaño empeoró su estado de salud, su vista y su carácter. Ya no tan cachorro (puesto que Tzathim alcanzó la edad adulta y levantaba casi dos metros del suelo), en una ocasión fue golpeado por el viejo repetidamente en la cabeza por haberse comido unas bayas que guardaba en la despensa. Uno de los golpes alcanzó a Tzathim con tal fuerza que sus ojos apuntaron en direcciones opuestas. Luego de sobreponerse al mareo, haciendo alago a su instinto depredador y sus genes tribales, mordió al anciano, arrancándole la cabeza y salpicando las paredes de la cabaña en un espectáculo de sangre y descontrol.
      El cuerpo del anciano yacía sobre el suelo en pompa. Pequeñas gotas de sangre caían lentamente desde el techo formando un sonido continuo de goteo típico de cueva. Su cabeza descompuesta era merodeada por pequeñas moscas.
      No hubo arrepentimiento. Tzathim entendió que el periodo del aprendizaje había concluido. Todo lo que aprendió de aquel anciano (forrajeo, conocimiento del bosque, respeto por la naturaleza…) debía ahora reflejarse de algún modo en su persona. Ya nada quedaba allí para atarle a aquel lugar, así que decidió coger 4 bártulos y emprender el camino hacia el significado de aquellas pesadillas.
      Caminó durante corto periodo por una senda del bosque que conducía directamente a una vieja mesa de piedra (los más sabios lo reconoceréis por el nombre de altar). Estaba impoluto, sin una muestra de polvo a pesar de ser algo tan antiguo. En una esquina de este se podía leer en Adurn antiguo: Ralder Original(R). Él sabía que el anciano solía visitarlo para defecar con comodidad en un rincón del altar y hacer otros menesteres secretos que prohibió a Tzathim conocer.
      Tzathim se sentó sobre el altar. La primavera estaba a punto de llegar y el ambiente dulce y cálido consonaba perfectamente con el silencio de aquel lugar, solamente interrumpido por el canto descontinuado de los pájaros y los mosquitos. El atardecer convertía aquel lugar en un cuadro de colores cálidos.
      Entonces sucedió. Una voz en su interior le dio a entender que no había lugar al miedo. Un extraño poder recorrió su cuerpo desde sus pies hasta sus afiladas orejas. Una luz celestial filtrada entre los árboles iluminó el altar y Tzathim levitó durante unos instantes, en un espectáculo de luz, polvo y calor discontinuo. (Al menos eso cuenta él, otros dicen que simplemente se desmayó y se golpeó la cabeza). El poder de Ralder entró por su cuerpo a través de todos los orificios de éste (en mayor o menor medida según el tamaño, claro) y sufrió la transformación de ser mortal a ser alcanzado por los dioses.
      Tzathim abrió los ojos con una mirada nueva y confiada y lo entendió todo. Yo he matado al protector del bosque y ahora he de ocupar su lugar. Ralder me ha mandado un mensaje y he de descubrir su significado.

    • Vyrleth
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      Registro 1 Vyrleth.

      Una figura humanoide se erige ante ti. De su siniestro rostro destaca su malévola y oscura sonrisa, y unas puntiagudas orejas grises, de las que cuelgan unos brillantes púrpuras. El contorno de sus finos labios se encuentran perfectamente delineados con un color parecido al de sus pendientes. Unos grandes e inexpresivos ojos negros clavan su mirada en el infinito. Entre ellos una afilada y aguileña nariz parece estar mirando el suelo. Su cuidada y blanca melena la lleva recogida con adornos destelleantes de color púrpura. Los tonificados músculos de sus brazos y piernas denotan un gran entrenamiento físico. Unos ágiles y acompasados movimientos acompañan siempre a sus dedos y manos.

    • Vyrleth
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      Registro 2 Thysseth.

      El incursor se detuvo frente a la ovada, observó con disgusto la cantidad de huevos que tenía que fertilizar, se encaramó en un pequeño cajón de madera y, tras una serie de frenéticas sacudidas, consiguió regar casi la totalidad de los huevos con su preciado líquido.

      Siempre había querido pertenecer a la guardia de élite del General Ssratz, pero su evolución en la jerarquía militar de Grimozsk se detuvo en cuanto se dio a conocer la pureza de su líquido.

      Miraba con nostalgia los guardias que custodiaban la cámara del General de Grimoszk, en lugar de blandir un poderoso tridente, se había resignado a blandir otra «herramienta» para ejercer su función.
      La chamana que le acompañaba sonrió al verle estremecerse mientras terminaba de regar la ovada.

      El incursor se dio la vuelta y, mirando de reojo a la ovada que nunca lo reconocería como una figura paterna, abandonó la cámara de crianza, su trabajo ya estaba hecho…

      La chamana recogió unas hierbas que crecían en una de las esquinas y se aseguró de repartir la sustancia gelatinosa por toda la superficie, sólo quedaba esperar
      Se sentó en una de las esquinas y observó la abertura del techo, Argán resplandecía llena y sus rayos atravesaban la gran abertura incidiendo sobre la ovada.

      No sabría decir cuántas veces había realizado este ritual, sabía cada uno de los pasos de memoria, lo único que le disgustaba era la parte final.

      Se incorporó, había llegado el momento de revisar si todo había salido bien.

      Recogió un montón de hierbas de una de las esquinas de la cámara y las dispuso dentro de una enorme cesta de juncos, tenía que asegurarse que los elegidos no sufrieran daño alguno.

      Se quitó las botas y bajó los escalones hasta llegar a la zona donde descansaban los huevos, comenzaba en ese momento la tarea de revisar cada huevo y comprobar si había sido fertilizado correctamente.
      Tomó el primer huevo y lo sostuvo frente a la antorcha, entornando un poco los ojos vislumbró la yema, sin rastro de embrión alguno, la cosa pintaba mal, el primero que revisaba y era un fracaso.

      Sin soltar el huevo, lo apretó con todas sus fuerzas hasta hacerlo estallar, notó como la yema se escurría entre sus dedos y lo arrojó contra una de las paredes.

      Se sintió mal por haber destrozado el huevo y, tras lamer los restos que se escurrían entre sus dedos, prosiguió con la inspección.

      Los inspeccionaba uno a uno al trasluz, si el resultado era exitoso y había sido correctamente fertilizado lo depositaba con cuidado en la cesta de juncos.

      En caso contrario lo dejaba en el suelo, serían triturados y la papilla resultante se guardaría en unas vasijas, sería la primera comida de la nueva ovada.
      Cuando terminó de revisar todos los huevos, observó el cesto con preocupación, únicamente habían tenido éxito con ocho huevos.

      Se giró y trató de contar los huevos fallidos, pero era imposible, se acumulaban en el suelo de la cámara por centenares.

      Decepcionada abandonó la cámara y trató de prepararse para ver qué excusa le presentaba al General.

      En ese momento entró en la sala a hurtadillas Bryssh, un viejo chamán al que habían relegado a tareas poco decorosas debido a un incidente.

      No vamos a negar que Bryssh no estaba bien de la cabeza, siempre que podía se escabullía en la cámara y jugaba con los huevos rechazados, algunos los estampaba, en otros pintaba caritas sonrientes, e incluso a veces se llevaba algunos.

      Bryssh se revolcó entre los huevos rotos, jugó sobre ellos, simulando nadar entre un mar de cáscaras y yemas.

      Al final, agotado y con miedo de ser sorprendido, Bryssh abandonó la cámara de cría, no sin antes guardar un huevo en el bolsillo.

      Pasó entre los guardias, con la mano en el bolsillo, acariciando su nueva adquisición, y se dirigió a su cámara.
      Se trataba de una cámara modesta, tal vez demasiado austera. Las canalizaciones de las cámaras superiores pasaban justo por en medio, no era raro observar algunos objetos extraños flotando sobre la canalización central.

      Cerca de la rejilla había un montón de paja, se acercó y guardó el huevo entre ella, nunca había conseguido que ningún huevo eclosionara, tal vez que hubieran sido rechazados previamente tenía algo que ver, pero su limitada inteligencia no daba para más.

      Se tumbó y terminó durmiéndose mientras contemplaba el musgo del techo de su cámara.

      Un ligero crujido lo despertó, sobresaltado se arrastró hasta el montón de paja e introdujo su mano con cuidado.

      Tanteó el interior hasta que encontró el huevo y, envolviendolo entre sus garras, lo extrajo para observarlo.

      Observó que una grieta lo recorría verticalmente, y justo en la base la cáscara se había desprendido, dejando a la vista una fina membrana.
      Se puso nervioso, jamás habría imaginado ver esto, por fin tendría su juguetito.

      Lo dejó de nuevo en el montón de paja y se sentó todo lo cerca que pudo para ser testigo de ese momento.

      Bryssh disfrutaba con este momento, no quería parpadear, quería ver hasta el más mínimo detalle, quería que cuando emergiera la criatura lo primero que viera fueran sus rasgados ojos rojizos.

      Un seco crujido y la parte superior del huevo se desprendió por completo, una pequeña lengua bífida asomó tímidamente por entre la abertura.

      Bryssh, impaciente, cogió el huevo y separó la cáscara, dejando entre sus manos la pequeña criatura que trataba de incorporarse sin mucho éxito.

      Bryssh la colocó enfrente suya y comenzó a lamerla con su lengua bífida, recogiendo los restos de líquido que la envolvían y, de paso, trató de captar su esencia para no olvidarla.

      No sabía qué darle de comer, se rebuscó entre sus colmillos hasta dar con restos de comida que consideró lo suficientemente blandas, y los fue introduciendo en la pequeña garganta.

      La criatura tragaba todo lo que Bryssh le iba dando, hasta que finalmente no pudo tragar más y una sensación de sueño comenzó a envolverle.
      Bryssh se tumbó en el suelo y colocó a la criatura sobre su pecho, había escuchado que era recomendable que las crías se acostumbraran al latido de sus madres, y él sería su madre, padre, su todo…

      Los dos cayeron dormidos en poco tiempo, hasta que un fuerte sonido los despertó.

      Dos guardias irrumpieron en la habitación, despertando al pobre Bryssh de su placentero sueño.

      Bryssh se incorporó como pudo, escondiendo a la criatura tras de sí.

      Uno de los guardias lo apartó de un manotazo, haciendo que soltara a la criatura y que cayera sobre las frías losas de piedra.

      Bryssh, incorporándose desorientado por el manotazo, trató de recuperar a la criatura, pero uno de los guardias le dio una patada en las costillas dejándolo sin respiración.

      ‘Ssaco de esstiercol, que ssea la última vess que robass huevoss al General’, siseó uno de los guardias.

      El guardia se agachó y, cogiendo a la criatura del suelo, dijo ‘Nunca debisste haber dejado que eclossionara…’.

      Dicho esto, arrojó a la criatura a la canalización que recorría la cámara.

      La criatura cogió aire y se perdió en la oscuridad del sumidero, entre las heces y demás desperdicios que arrastraban la corriente.


      Terni se calzó sus botas y se ajustó la mascarilla, no le hacía mucha gracia revisar las alcantarillas de Anduar, pero el General se lo había pedido.

      Levantó la pesada tapa metálica y, ante la mirada de los cruzados, se introdujo en la oscuridad.

      El aire pestilente se filtraba a través de la mascarilla, pero por suerte Terni había perdido parte de su olfato con la edad.

      Posó su mano sobre la pared de piedra y apretó con fuerza el musgo que poblaba la pared, pocas cosas habían que le reconfortaran más que estrujar el musgo.

      Fue avanzando por los túneles, los conocía como la palma de su mano ya que había estado presente en todo el proceso de la canalización de Anduar, junto a Tozil.

      No encontró nada fuera de lo común en su revisión, regresaría a la superficie e informaría al General.

      Giró a su izquierda para incorporarse al túnel principal y fue en ese momento cuando detectó una presencia.

      Durante todo su trayecto había tenido la sensación de estar siendo vigilado, pero no le dio importancia, lo achacó a su permanente estado de alerta.

      Pero en esta ocasión algo de un tamaño considerable se estaba deslizando en la oscuridad y se movía hacia él.

      Terni se plantó y, blandiendo su espada, miró fijamente hacia la oscuridad del túnel, tratando de atisbar cualquier movimiento.

      El sonido cesó a escasos metros de Terni, que nervioso lanzó la antorcha donde pensaba que se había detenido la criatura.

      Un destello iluminó la zona al impactar la antorcha contra el suelo de piedra y consiguió ver una criatura escamosa que comenzó a correr hacia él.

      Terni se abalanzó sin pensarlo sobre la criatura, y la agarró de la cola.

      Forcejeó con ella, no sabría decir durante cuanto tiempo, pero finalmente consiguió reducirla.
      Se trataba de un hombre-lagarto de un tamaño considerable, aunque con severas muestras de desnutrición, debía ser muy duro sobrevivir allí abajo.

      Terni fue soltando poco a poco al hombre-lagarto, hasta liberarlo finalmente.

      Rebuscó entre sus pertenencias y le ofreció un trozo de carne seca, que el hombre-lagarto devoró con avidez.

      Terni apoyó su mano sobre el escamoso hombro del hombre-lagarto y sonrió.

      El hombre-lagarto, más relajado, devolvió la sonrisa a Terni mientras su lengua bífida asomaba tímidamente.

      Terni guió al hombre-lagarto hacia la superficie y juntos se encaminaron hacia el cuartel de la guardia Nivrim, donde posteriormente le ofrecería algo de ropa limpia, comida y un lugar donde descansar.

      El guardia pretoriano salió de su ensimismamiento y siseó ‘Alto, ¿quién ossa crussar las puertass de Grimosssssk?’

      Un corpulento hombre-lagarto, cubierto con una reluciente armadura hecha de mithril se plantó frente a los guardias.

      ‘Ssoy Thysseth, vengo a hablar con el General Ssratz, vengo a demosstrarle que nunca debió desshasserse de mi’.

      Los guardias, abrumados por la seguridad con la que pronunciaba esas palabras, se hicieron a un lado, permitiendo al hombre-lagarto su entrada en la ciudad.

       

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