Inicio Foros Historias y gestas Relato: El fin del filo negro

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    • Gnomusad
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      Capítulo 1: La Sombra del Filo Negro

      Entre el comercio de Anduar, se escondía un secreto oscuro. Detrás de su opulencia y reputación, se tejía una red de intrigas y corrupción, orquestada por una organización criminal conocida como el Filo Negro.

      Galinzdra Shandora, una guardia Nivrim hechicera, de ojos ámbar y cabello negro como la noche, era la última persona que cualquiera esperaría que desentrañara este misterio. Conocida por su carácter encantador y su amabilidad, Galinzdra era una figura respetada en la ciudad. Sin embargo, bajo su apariencia serena se escondía una mente aguda y una curiosidad insaciable.

      Todo comenzó con una serie de extraños ataques que sacudieron los cimientos de Anduar: robos audaces a las caravanas de mercancías, que acababan con asesinatos sin escrúpulos, los cuales, quedando sin resolver, sembraban el terror entre los mercaderes.

      En uno de estos ataques, Galinzdra se vio involucrada, junto al guardia gárgola Obsydrakyx, donde comenzó a ver los primeros indicios de la misteriosa organización.

      Galinzdra, con su natural perspicacia, percibió un patrón siniestro. Los crímenes no eran obra de simples ladrones o asesinos, sino de una organización altamente organizada y con recursos ilimitados. Intrigada, comenzó a investigar bajo las órdenes directas del General de Anduar, adentrándose en los bajos fondos de Anduar.

      Durante sus pesquisas, Galinzdra se encontró con un gnomo, Malasombra, que le confirmó la existencia del Filo Negro. Según el informante, esta organización conocía información que solo altos cargos de la Guardia Nivrim y del consejo de mercaderes debían conocer.

      Armada con esta nueva información, Galinzdra y sus pocos aliados comenzaron a desentrañar la compleja trama del Filo Negro. A medida que avanzaban en su investigación, se dieron cuenta de que la organización era mucho más poderosa y peligrosa de lo que habían imaginado.

      Estas investigaciones llevaron a Galinzdra a supervisar nuevos ataques a caravanas, información sobre alijos ocultos en bosques, y hasta a llegar a infiltrarse en peligrosas guaridas de bandidos. En varias ocasiones, tanto Galinzdra como sus aliados estuvieron cerca de perder la vida.

      Fue entonces cuando, tras una infiltración a la desesperada, descubrieron una pista que los llevaría hasta el corazón del Filo Negro: el traidor de la nobleza de Anduar era Oberan Comellas, hijo del ilustre Renalkas Comellas. Este hijo de noble, aparentemente respetable y honorable, estaba profundamente involucrado en las actividades criminales de la organización.

      Galinzdra, atónita ante este descubrimiento, no podía creer que alguien tan poderoso y respetado fuera capaz de traicionar a su ciudad de esta manera. Sin embargo, las pruebas eran irrefutables. El noble había estado utilizando su posición para proteger al Filo Negro y garantizar su impunidad.

      Sin ninguna duda, Galinzdra se daba cuenta de la magnitud de la tarea que tenía por delante. Derrotar al Filo Negro no sería fácil. La organización contaba con numerosos seguidores y aliados poderosos. Además, el noble, al ser una figura tan influyente, podría contar con el apoyo de gran parte de la población, incluso con algunos miembros de la Guardia de Anduar.

      A pesar de los riesgos, Galinzdra estaba decidida a llevar a cabo su misión. Sabía que, si no hacía nada, Anduar estaría condenada. Convocó al General de Anduar, y le expuso todo lo que había descubierto. Juntos, se prepararon para enfrentarse al Filo Negro y poner fin a su reinado de terror.

       

      Capítulo 2: La Conflagración Final

      El plan de Galinzdra, implicaba que la hechicera, y sus aliados se infiltraran en la mansión del noble, un laberinto de pasajes secretos y guardias armados hasta los dientes. La tensión era palpable en el aire, cada sombra parecía cobrar vida y cada crujido del suelo hacía saltar sus corazones.

      Galinzdra, Obsydrakyx, Malasombra, Seldrion y Rhylzaer, como un pequeño grupo, se abrieron paso en la eterna noche, hasta que finalmente llegaron a la mansión Comellas.

      Con la embestida de la gárgola Obsydrakyx, que arrollo la gran puerta de entrada, accedieron a la cámara principal y encontraron al Oberan sentado en un trono improvisado, rodeado por sus cinco acólitos más fieles, así como poderosos, La Compañía de la Sombra, con sus rostros llenos de una maldad que heló la sangre de Galinzdra.

      «Así que has venido a enfrentarme, hechicera,» escupió el noble con una sonrisa burlona. «Creí que eras más inteligente. Pensé que huirías cobardemente como todos los demás.»

      Galinzdra no respondió. Sus ojos ardían con una ira contenida. Levantó su bastón, y un aura de poder mágico la envolvió. A su señal, sus aliados desenfundaron sus armas y se prepararon para la batalla.

      La lucha que siguió fue una danza mortal de magia y acero. Galinzdra desató una tormenta de meteoros de fuego contra los acólitos; Rhylzaer hizo lo mismo con decenas de flechas de fuego; Seldrion desplego poderosos escudos que protegieron al grupo de diversas armas arrojadas por el enemigo, y Obsydrakyx blandía su gran espada, de un lado a otro, golpeando como una furiosa tormenta. La Compañía de la Sombra no se quedó atrás, desplegaron infinidad de ataques que provoco que el aire se llenara de gritos de dolor, el sonido de espadas chocando y el crepitar de las llamas comenzaron a quemar los cimientos de la mansión.

      El noble, al ver que sus hombres caían uno a uno, desenvainó su propia espada. Era un arma encantada, que brillaba con una luz oscura. Con un rugido salvaje, se abalanzó sobre Galinzdra.

      La hechicera se defendió con habilidad, esquivando los ataques del noble y contraatacando con poderosos hechizos. La batalla se prolongó, durante lo que parecieron horas, mientras los dos luchadores intercambiaban golpes mortales.

      Finalmente, Galinzdra encontró una oportunidad. Con un movimiento rápido, desvió la espada del noble y clavó su bastón en su pecho. El noble lanzó un grito de agonía y se desplomó al suelo, muerto.

      Cuando la batalla terminó, la mansión estaba en ruinas. El edificio había sido dañado, y los pasillos estaban llenos de cadáveres. Con la caída del líder, y de la Compañía de la Sombra, el Filo Negro se desintegraria. Los pocos miembros presentes, aterrorizados, huyeron en todas direcciones. Galinzdra y sus aliados los persiguieron sin descanso, acabando con cualquier resistencia. Finalmente, Anduar había sido liberada del yugo del Filo Negro.

       

      Galinzdra se quedó de pie en medio de los escombros, contemplando la destrucción que había causado. Se sentía cansada y herida, pero también satisfecha. Había cumplido su misión y había salvado a su ciudad. Todos sus aliados, heridos, habían sobrevivido.

      Solo quedaba una cosa más… Galinzdra aun no sabía si Renalkas Comellas estaba al tanto de los actos delictivos de su hijo. Debería enfrentarlo junto al General.

       

      Capítulo 3: Desenlace del Filo Negro

      Galinzdra se adentró en el suntuoso salón de la Guardia de Anduar, donde Renalkas Comellas esperaba impacientemente. La tensión era palpable en el aire, pero a su lado, el General, un hombre curtido por las batallas y con una mirada penetrante, apoyaba a la recluta. El noble, un hombre envejecido, pero con un aura de arrogancia, se paseaba nerviosamente por la sala, sus manos retorciendo un pañuelo de seda.

      “Renalkas Comellas”, comenzó Galinzdra, su voz firme como el acero, “Tenemos pruebas irrefutables de que su hijo fue el líder de la banda criminal conocida como el Filo Negro”.

      Comellas se detuvo en seco, su rostro palideciendo. “Imposible”, balbuceó, “Mi hijo era un joven brillante, incapaz de tales atrocidades.”

      “Las pruebas son claras, Conde”, replicó el General, su voz profunda resonando en la habitación. “Asesinatos, robos, extorsión… su hijo estaba al frente de todo y ha debido ser ajusticiado”.

      Renalkas se dejó caer en un sillón, su cabeza entre las manos. “No puedo creerlo”, murmuró. “Mi hijo, mi único hijo…”

      Galinzdra se acercó a él, su mirada compasiva a pesar de la gravedad de la situación. “Comprendo su dolor, pero la justicia ha debido prevalecer. Muchas otras vidas se han perdido.”.

      Renalkas levantó la vista, sus ojos inyectados en sangre. “Entonces, ¿qué quiere de mí?”

      “La verdad”, respondió Galinzdra. “Queremos saber quién estaba detrás de su hijo, quién lo incitó a cometer estos crímenes”.

      Renalkas Comellas se quedó pensativo por un largo momento. Finalmente, suspiró. “No sé quién lo hizo, pero puedo asegurarles que no lo sabía. Mi hijo siempre fue un joven impulsivo, pero no un criminal”.

      Galinzdra y el General intercambiaron una mirada. No creían del todo las palabras de Comellas, pero no tenían pruebas suficientes para acusarlo de complicidad.

      “Le aconsejo que coopere con nosotros, Noble”, advirtió el General. “Si descubrimos que mintió, las consecuencias serán graves”.

      Renalkas Comellas asintió con la cabeza, derrotado. “Haré lo que pueda”, prometió.

      Al salir del salón, Galinzdra y el General se miraron con determinación. Sabían que la investigación había dado un giro inesperado. El Noble Comellas podría ser inocente, pero aún estaba la sombra de que alguien manipulo al joven noble de la ciudad, empujándolo hacia la oscuridad. Y esa persona, sin duda, era mucho más peligrosa de lo que habían imaginado.

      Cualquier forma es correcta para llegar al conocimiento.

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