Inicio Foros Historias y gestas Relatos, Mitos y Leyendas: La Villa de los Belfereth

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    • Rijja
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      La Villa de los Belfereth

      Cuando encuentras un Liche en una zona, no puedes dejar pasar la oportunidad de indagar en los alrededores del lugar. Eso me hizo hacer Ayoltar, el Liche de Brenoic. Debido a dicho incidente con el no-muerto, mi afán por estudiar la zona se incrementó. Mis pasos me llevaron al norte del pueblo, a la última villa del lugar.
      La Villa de la familia Belfereth.
      Con la intención de hablar con los propietarios sobre mitos y supersticiones locales, me adentré en la propiedad.

      Con el simple hecho de llegar, me dí cuenta de que allí pasaba algo escabroso. Escudriñando el lugar atisbé el pórtico de entrada a la casa y, desenvainando mi arma, me introduje en el lugar de manera ligeramente sigilosa.
      Al entrar me sobresaltó unos sollozos que provenían, de una manera titilante, del piso de arriba.
      Encontré a una mujer maniatada, la cual me contó que su marido no era quien decía ser, y había sido sustituido por alguien con misma apariencia. Alguien que parecía temer a los espejos.
      Por la descripción de aquella mujer supuse, sin lugar a dudas, que se trataba de un Doppelguanguer.

      Este tipo de ser es extremadamente cruel y peligroso. Sin vacilar, debido a mi curiosidad por el encuentro con dicha criatura, continué preguntando a la mujer sobre la situación que allí acontecía. Me explicó, entre llantos y lamentos, que la criatura debía mantener preso a su marido en algún lugar, ya que escuchó los gritos de este, y me proporcionó un trozo de espejo para poder usarlo en mi, cada vez más probable, enfrentamiento con la criatura que los atenazaba.
      Después de recorrer cada estancia del lugar fue cuando pude encontrar y liberar al marido de la mujer. Que, malherido debido a la tortura a la que había sido sometido, me suplicó que acabara con su captor.
      Encontré al Doppelguanguer en una de las estancias de la casa y, mi enfrentamiento con la criatura, fue… forzado.
      Esta no parecía querer reconocer la situación, y solo cuando utilicé su reflejo reveló su forma y me atacó.
      No tardó en copiar mi apariencia física para confundirme y aún poseyendo buenas habilidades para el combate, no pudo competir con las artes mágicas y poder de un Alto Teócrata Arcano.
      Tras darle muerte, ascendí al piso de arriba a terminar de observar y registrar las estancias de la casa, de las cuales provenía un fuerte hedor. La habitación que quedaba era, suponiblemente, donde había encerrado a los hijos de los Belfereth.

      Nada más abrir la puerta del piso de arriba, salió una sombra de aquel cuarto, un niño corría a toda prisa hacia el piso de abajo. Lo hubiera seguido de inmediato de no ser por lo que allí observé.
      Debo decir que la imagen, en aquellas soledades, fue… incómoda. Sin duda devastadora a los ojos de un niño humano. El hermano mayor, al menos gran parte de él, yacía en uno de los lechos, totalmente desmembrado y destripado. Sus restos salpicaban por completo la estancia. Este vástago había servido de alimento a la criatura.
      Pausadamente, seguí los pasos de la sombra anterior del niño y descendí las escaleras. Se atisbaba la conversación, entre llantos y gritos, del niño reunido de nuevo con sus progenitores.
      Phir, el cabeza de familia, no pudo contener las lágrimas y se derrumbó contra el suelo enarbolando palabras de gratitud. Con las manos temblorosas me ofreció una pequeña bolsa de monedas, los ahorros que le quedaban. Al fin y al cabo, salvé su Linaje.

      Saliendo de aquella villa, mientras limpiaba mi Espada Azul de la sangre de la criatura y esbozando una sonrisa sobre aquel encuentro fortuito, vino a mi el olor de las granjas de Brenoic. Y con ello, un fuerte antojo de infusión de menta en leche hervida de vaca dendrita recién ordeñada.
      Mientras descendía aquel camino embarrado, rumbo a las granjas, no pude evitar volver a sonreír al haber salvado el linaje Belfereth, y, claro está, con la adquisición de una Rodela Espejo que encontré, durante el registro de la propiedad, en su armería personal.
      Maldito rácano, eso si hubiera sido al menos un agradecimiento acorde. Al menos, mencionarlo.

      Sin duda, un día extraño.

      Grimorio Al’jhtar, Diario de Ciencia y Magia. Por Rijja Al’jhtar.
      Relatos, mitos y leyendas.

       

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