Inicio Foros Historias y gestas Sangre Oscura. Sangre Dulce

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    • Dhurkrog
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      Sintió como el hombre encima de ella se estremecía, retorciendo su apuesto y cuidado rostro mientras entreabría sus labios de placer. Quedó fascinada por sus ojos. Todo tipo de reserva desapareció de sus pupilas, y su cuerpo se relajó como, ella estaba segura, no lo hacía casi nunca. Le encantaba aquello en los hombres. Aquel momento de debilidad, de liberación, de completo abandono. Era lo más enternecedor que había visto. Conectando sus ojos a los de él, sonrió con cariño. EL hombre la miró y pareció perderse en sus ojos, alargando aquel momento. Aun sonriendo, aun sintiéndolo dentro de ella, deslizó un brazo por su espalda, abrazándolo contra su cuerpo. El puñal atravesó piel, músculo y se incrustó certeramente entre la cuarta y quinta costilla. La punta tocó el corazón, haciendo que las células contractoras del órgano fallasen. La sangre salió de su curso. Deslizándose suavemente, la semi-drow salió de debajo del cuerpo sin vida un milisegundo antes de que una cascada carmesí se derramase por la boca del noble.

      Se reincorporó en la cama, apartando el dosel y caminando descalza y completamente desnuda hacia un espejo de cuerpo entero que colgaba de una pared lateral. Se miró en él. Aún sonreía dulcemente. Mientras se peinaba con las manos observaba a su alrededor. Notó con el rabillo del ojo algo en el espejo. Girando la cabeza, vio que una diminuta mancha carmesí teñía su dedo meñique. Mientras recogía todo lo que veía de valor y lo colocaba en un hatillo echo con la cortina de la ventana, llevaba intermitentemente el meñique a sus labios, dejando que una rosácea lengua saborease la sangre.

      Preocupado, el anciano golpeó nuevamente la puerta. No recibió respuesta. El amo había ordenado que no se le moleste en toda la noche, pero ya era medio día y aún no salía de la habitación. Tampoco se oía nada a través de la gruesa madera de roble.

      Un tibio viento entraba por la ventaba abierta. La habitación era lujosa, ordenada y bien decorada. Unos colores elegantes y una alfombra oscura daban un toque altivo al lugar. Si no fuese por un aroma ligeramente cobrizo, la habitación se parecería a cualquier otra habitación noble de la zona. Una puerta de madera pulida daba privacidad al lugar. Puerta que explotó hacia adentro cuando una figura en armadura se arrojó dentro. Se revolcó por el suelo, agitó un poco los brazos como una tortuga bocarriba, y se puso al final en cuclillas empuñando una espada. Otro caballero más entró detrás, agitando la cabeza con parsimonia. Empuñaba un sable, y se mantenía en guardia.
      El primer caballero se levantó la visera al darse cuenta que no había ningún peligro. Al menos, por el momento. Dos azules ojos juveniles se fijaron en la cama. Caminó rápidamente hasta ahí, pero el brazo del caballero adulto lo detuvo.
      – Detente, Jorren. No te gustaría que alguien te cavase una daga justo entre esos hermosos ojos tuyos, imagino.
      El muchacho se sonrojó, retrasándose algunos pasos. El segundo caballero apartó el dosel con la punta del sable, dejando al descubierto el cuerpo desnudo ya amoratado del dueño de la casa. Se encontraba acostado sobre su lateral, mirando hacia ellos. Unos grises ojos muertos, enmarcados por una fulgurante cabellera rubia los observaban con expresión de estúpida sorpresa. El caballero se fijó, divertido, que la herramienta del hombre aún se negaba a seguir el camino de su propietario. Escuchó a su espalda un sonido a hojalata y luego unas prolongadas arcadas.

      – Un noble más, susurró. Jozran, deja de hacer el idiota y llama al mago.

      La semi-drow se giró hacia donde estaban ellos, y pareció observarlos fijamente. Sus ojos de mercurio parecieron encontrarse con los suyos, y Jozran sintió como su cuerpo reaccionaba sin querer. Apartó la mirada, cohibido, pero solo se pudo fijar en el espejo desde donde se miraba. Su cuerpo era perfecto, y por alguna razón lo oscuro de su piel despertaba algo violento dentro de él. Les sonrió, y levantó la mano en despedida antes de arrojarse por la ventana, desnuda, con el hatillo colgando de un hombro.
      El anciano separó las manos, agotado, y la imagen comenzó a revolverse sobre sí misma, desvaneciéndose poco a poco, y dejando de nuevo a la vista la macabra escena.
      – Ya van 7- Dijo secamente el caballero mayor.
      – Y mil veces que me resiste los hechizos de localización- Protestó el anciano con el ceño fruncido. – Maldita sangre Drow

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