Inicio › Foros › Historias y gestas › Segundo movimiento: la huida
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… a medida que la joven avanzaba por la plaza, sumergiendo sus pies desnudos en los regueros de sangre que adornaban tan sádica escena, las gentes de la villa, que se habían agrupado tras escuchar los agónicos gritos, iban abriéndole paso a la par que un gesto a caballo entre asombro y temor se dibujaba en sus rostros. Elessedil avanzó impertérrita con caminar pausado, tratando de recobrar el aliento y poner en orden sus ideas, cavilando con la celeridad que la situación requería cual serían sus siguientes movimientos.
A lo lejos se apreciaban luces y ruido de cascos avanzando hacia la villa, sin duda un signo inequívoco de que habían ordenado otra batida para encontrarla, sin embargo, la espesura del cercano bosque ahora servía de oscuro manto que arropaba a la joven en su huida, esta vez sí, parecía que definitiva.
Al menos un ciclo de Argan completo transcurrió hasta que la joven, visiblemente desnutrida y con una expresión desdibujada en su rostro, llegaba a las orillas del Cuivinien, donde no dudaba en lanzarse a las frías aguas para hidratarse y alejar el sofocante calor característico de las noches de verano en el sureste de Eirea. Continuaba portando las viejas cadenas en sus brazos, sus roídos ropajes, ahora cubiertos con especie de capa confeccionada con hojas y pieles casi a partes iguales. Al levantar la mirada, tras saciar esa acuciante sed, observó un hilo de humo en el horizonte, proveniente de un cúmulo de luces y sombras que se agolpaban junto al cauce del río, al lado de unos grandes campos de árboles frutales y arbustos de menor tamaño.
La niña se acercó al poblado, con la cautela de quien se sabe extraño en todas partes y bienvenido en ninguna. Escudriñó detenidamente el aspecto de los hombres que hacían las labores de guardia. Si lo consideraba fríamente, su situación no podía ir a peor, llevaba días sin alimento que llevarse a la boca, el verano no tardaría en dejar paso a un frio otoño y al menos, las figuras que conseguía diferenciar parecían humanoides, incluso le había parecido entender algunos de los vocablos que entre ellos se intercambiaban. Dando un salto de fe, decidió salir de entre la maleza y presentarse en medio del camino de acceso al poblado, levantando sus brazos, formando éstos una perpendicular con su torso, en señal de paz, de los que colgaban sus cadenas, que se podían considerar ya un apéndice de su anatomía. Poco a poco su figura apareció frente a la mirada de la guardia, que sobresaltada, se apresuró a asir la empuñadura de sus armas, puesto que las visitas en la noche se daban a cuentagotas en los últimos años y normalmente no traían nada bueno.
- Detente!! Si quieres conservar la vida, no muevas un solo músculo más –dijo quien parecía estar al mando, a la vez que atrasaba un paso su posición con respecto a sus compañeros, buscando así resguardarse de una posible emboscada-.
- Yo…. Yo solo… -apenas pudo articular palabra alguna antes de caer desfallecida frente a los 3 hombres que contemplaban aún temerosos la figura de la infante tendida en el firme.
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