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Como cada temporada, los sacerdotes de Ozomatli realizaban la supervisión de las diferentes ovadas, haciendo una precisa selección de las mejores y más dignas, de las cuales nacerían los futuros siervos de Ozomatli y guardianes de la estirpe de Grimoszk. Tras el cuidadoso proceso, recogían aquellas que no habían seleccionado y las llevaban a los pantanos cercanos a las costas, abandonando a las futuras crías a su suerte, donde las opciones de sobrevivir para ellas iban a ser, cuanto menos, escasas y dependerían exclusivamente de la selección natural.
Los huevos eran amontonados dentro de agujeros en el pantano, donde multitud de depredadores se reunían anticipándose al recurrente festín. Muchos de los huevos eran devorados antes de eclosionar, pero la mayoría de las alimañas esperaban a que las crías saliesen para darse un festín más truculento, había gustos para todo y comida de sobra; y es en este preciso momento donde comienza esta historia:
La joven cría abrió sus ojos, se encontraba en el interior de un cubículo endurecido, rodeada de una especie de líquido pegajoso, en que había tan poco espacio que apenas podía moverse. Mas por instinto que por inteligencia, empezó a girarse y a retorcerse dentro de la carcasa; las patas le dolían, sus brazos también, pero comprobó que podía moverlos y uso las garras de sus manos para golpear la parte superior de su «prisión» hasta que abrió un pequeño agujero por donde empezaron a filtrarse tímidos haces de luz. Reunió toda su fuerza e introdujo ambas manos por el agujero, haciendo fuerza hasta que consiguió romper el cascarón.Una sensación de libertad inundó el corazón de la pequeña lagarto, cuando la brisa del pantano dio en su cara por primera vez. Abrió sus ojos despacio hasta que pudieron acostumbrarse a la luz y se sacudió de un lado a otro para retirar la sustancia pegajosa que la cubría. allí estaba ella, con una sedosa piel carmesí, aun sin escamas, unas manos y pies membranosos con pequeñas garras, unas púas que le cubrían la espalda, una boca llena de afilados dientes y una membranosa cola en formación que parecía más la de un renacuajo que la de un lagarto adulto. Tras experimentar la sensación de haber nacido, miró a su alrededor y fue consciente por primera vez de lo que le rodeaba y su sensación de felicidad, se tornó en una sensación de horror y miedo: Alrededor suyo cocodrilos, serpientes y todo tipo de alimañas del pantano se lanzaban sobre multitud de huevos y crías que, como ella, acababan de nacer dando un grotesco espectáculo donde primaban la sangre y las vísceras que saltaban por doquier fruto del sangriento festín. Por desgracia era aún muy pequeña, no mucho más grande que una ardilla o una cria de cocodrilo, es más parecía una mezcla de ambas, por lo que luchar contra adversarios más fuertes y desarrollados no era una opción y se quedó mirando, paralizada de miedo a su alrededor.
De repente, salió de su ensimismamiento, un enorme cocodrilo de casi cinco metros corría hacia ellas con sus enormes mandíbulas abiertas. Por instinto, hizo fuerza con sus enormes piernas y saltó a un lado, escuchando chasquear las mandíbulas del cocodrilo a pocos centímetros de ella, no era fuerte, pero era rápida y esa rapidez la permitió adelantarse al siguiente movimiento del cocodrilo, que la asestó un tremendo coletazo, el cual esquivó con otro salto de sus fuertes piernas. Se dio cuenta que era cuestión de tiempo que su adversario, o algún otro que se sumara a la lucha, acabaran con ella, tenía que salir de allí lo antes posible y miró a su alrededor en busca de una vía de escape, divisando un posible refugio entre las raíces de los árboles que se sumergían en las aguas pantanosas. Tenía que atravesar multitud de seres, que estaban devorando a sus hermanos y hermanas, y ser más rápida que su adversario, sus posibilidades eran escasas, un todo o nada, pero era mera cuestión de supervivencia: sin pensárselo dos veces saltó al agua, seguida de cerca por su hambriento depredador.
Movió brazos, piernas y cola con toda la fuerza y velocidad que pudo atravesando las aguas, cubiertas de sangre, con tremenda rapidez. Su piel, de similar color al de las aguas, le sirvió para pasar desapercibida al resto de alimañas, que devoraban a sus congéneres a su alrededor, pero no despistó al cocodrilo que la había fijado como objetivo que la perseguía de manera implacable. Simplemente confió en nadar más rápido y en la suerte, y avanzó entre las aguas sin mirar atrás: consiguió llegas a su destino, introduciéndose en los huecos de las raíces, para escuchar como el cocodrilo chocaba con ellas milésimas de segundo después. El depredador intento pasar entre las raíces, pero era demasiado grande y pronto desecho la idea: había presas de sobra no iba a perder el tiempo con esa tan escurridiza, y se alejó en busca de otro objetivo, ante nuestra aliviada protagonista.
La pequeña hombre-lagarto comenzó a nadar, protegida por las raíces de la ribera, alejándose de ese horrible lugar. Ver como sus hermanos habían sido devorados, le causaba una sensación de tristeza, pero ella había sobrevivido, y aunque había superado la primera de sus pruebas, aun le quedaba mucho camino por andar y no iba a ser fácil. Analizó su situación con gran inteligencia y decidió ir por partes: estaba hambrienta, asustada y perdida, pero con toda su fuerza de voluntad estableció una lista de prioridades: primero encontraría un refugio y establecería su guarida, luego encontraría una manera de saciar el hambre y por último exploraría el entorno para conocerlo a la perfección. Toda la ovada desechada de las costas de ese año había perecido víctima de los peligros del pantano, toda menos una pequeña cría que estaba dispuesta a sobrevivir, fuera cual fuera el precio a pagar.
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Ver como los hombres-lagarto desechaban toda una ovada había sido una experiencia enriquecedora, selección natural en estado puro, pero lo más impresionante es haber visto como una cría sobrevivía a la sangrienta, y desigualada, lucha por la supervivencia que había tenido a cabo. Escondido entre los arbustos, el druida anotó todo en su diario, no tenía pensado permanecer mucho más en ese pantano tras documentar lo que había visto, pero esa cría le había fascinado y había decidido seguir su investigación: quería ver su capacidad de supervivencia y tenía curiosidad por saber hasta dónde podría llegar.
Había seguido sus evoluciones durante unos cinco años, estaba bastante sorprendido de la capacidad de supervivencia de la hembra, a pesar de que no tenía nada especial: su mandíbula no era suficientemente grande para usarla como arma, como hacían muchos de sus congéneres, no era especialmente voluminosa e imponente, sus garras tampoco habían crecido en demasía, no contaba con glándulas venenosas, no tenía armas, ni armadura, ni siquiera el color carmesí de sus escamas le permitía pasar desapercibida en los pantanos lo cual, a priori, había hecho pensar al druida que no sobreviviría mucho.
No había podido estar más equivocado ya que la cría demostró una gran capacidad de adaptación que compenso con creces sus características físicas: desarrollo una fuerza y una habilidad fuera de lo común, su piel se llenó de escamas endurecidas y pinchos óseos que le servían de protección y compenso el color de la misma untándola con barro, ramas y cortezas del pantano, sirviéndole de un improvisado camuflaje. Como armas usaba su imponente cola, fuerte y ágil, la cual estaba cubierta de afiladas y endurecidas púas, y una improvisada y rudimentaria maza a dos manos que había improvisado con un gran leño de madera al que había incrustado dientes de cocodrilo para incrementar la letalidad de esta.
Inicialmente había inspeccionado la zona, parecía haber memorizado un perímetro extenso, se movía rápido y al druida le costaba seguirla por aquel terreno tan complicado al tiempo que pasaba desapercibido. Encontró un pequeño hueco entre las ramas que, de momento le servía para dormir, aunque en los últimos años había doblado su tamaño y pronto tendría que buscar un refugio más grande y, conociendo el pantano como lo conocía, el druida intuyó que tendría que ocupar el refugio de alguna otra criatura, cosa que le entusiasmo debido a la curiosidad y fascinación que sentía por aquel ser.
Se alimentaba de pequeñas criaturas, sobre todo aves, las cuales comía crudas sin tener consecuencias perjudiciales para su organismo debido a su capacidad carnívora. Además, el aporte de fosforo de la carne de ave, le había permitido desarrollar una gran fuerza y potencia en sus golpes y en ella basaba casi toda su alimentación, pero pronto su gran voracidad y necesidades, le obligarían a buscar presas más grandes y por tanto más peligrosas.El sabio druida no podía estas más en lo cierto, la cría era ya demasiado grande para su refugio y decidió recoger sus pocas pertenencias y buscar otro sitio. Durante días vago por el pantano, rodeo la ciudad de Grimoszk por el este y bajo a las marismas, se dirigió a la playa y encontró una pequeña cueva, bastante grande como para establecer una guarida definitiva y la hembra decidió entrar a explorarla, pero el druida conocía al ser que se encontraba en su interior, le dieron ganas de intervenir para impedir lo que pensaba sería una muerte segura, pero aún no era el momento, debía dejarla sola hasta que se formara como individuo adulto, muy a su pesar no intervendría, la selección natural debía seguir su curso y confiar en que, milagrosamente, el espécimen sobreviviría a la criatura a la que estaba a punto de enfrentarse…
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