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AnónimoInactivo8 diciembre, 2021 a las 16:43Número de entradas: 37
Laureau pasea por el mercado de Takome, vislumbrando los tenderetes y las ofertas de los comerciantes. Al llegar al epicentro de éste, observa que Lord Wack, un humano de altura común y ojos castaños, anunciar cual pregonero fanático un mensaje:
Lord Wack: ¡Héroes que no teméis al ardor del fuego, pues lleváis el calor del sol en vuestro corazón, traed el icor de las salamandras del volcán y seréis recompensados!
La oferta llama la atención de la hechicera. Observa la cima del volcán a lo lejos y… decidida, se dirige hacia allí a probar suerte.
Cruza la avenida de Moisés y sale por puerta sur. Al oeste, se dirige al bosque de Thorin. No puede evitar cortar algunas hojas y extraer su savia, mientras sus pasos se pierden por el sendero que lleva hacia el pie del volcán, situado en el Monte del Destino. Poco a poco llega a un sendero polvoroso y oscuro. Sigue caminando hacia el norte y a pocos metros, ve que el camino finaliza. Observa detenidamente y tras una breve inspección, aparta una enorme roca que bloquea el camino y descubre un sendero que lleva directo hacia el volcán. Es posible que esa roca no haya caído ahí de forma fortuita… quizá fue puesta adrede para evitar el paso de alguna aventurera poco preparada. Abriéndose entre carroñeros, llega a un muro sin aparente salida. Recoge un arpeo de su mochila y lo lanza. Tras varios intentos fallidos, finalmente el arpeo se ancla en unas rocas y Laureau empieza a trepar. El olor a azufre y a carbón quemado se siente. El calor es algo sofocante, así que decide formular un hechizo de protección de fuego. Pronuncia el cántico: ‘major fogos rissas’ y Es cubierta por un aura roja brillante.
Empuña de nuevo su Daga Arcana y su Grimorio del Séptimo Círculo.
Tras adentrarse temerosa en una caverna del sendero, una salamandra de fuego aparece merodeando, observando a Laureau… con no buenas intenciones. La criatura ígnea se abalanza sobre la hechicera y esta, salta hábilmente esquivando su ataque. El combate es terrible. La salamandra intenta golpear por todos los medios a Laureau, pero sus espejos la protegen. La hechicera, por su parte, formula conos de frío que impactan y hieren a la criatura infernal. Una mancha rojiza adorna el suelo ahora, es el Icor que tanto andaba buscando. La humana lo recoge con sumo cuidado en un frasco y sigue avanzando entre las sinuosas cavernas del volcán. De tanto en tanto, se entretiene evitando algún elemental de fuego… no interesa combatir con ellos, son criaturas poderosas… y su muerte no aportaría nada interesante. Distintos son los pequeños demonios y diablillos… esos sí los castiga a base de éter, devolviéndolos al lugar del que nunca debieron salir.
Pasadas las horas parece haber recuperado el icor suficiente, pues su frasco está lleno. Los combates han sido arduos, las salamandras son criaturas duras, golpean fuerte y hieren con fiereza. Agotada, finalmente decide regresar a la ciudad. Desciende el volcán por el mismo sendero que usó para su ascenso, hasta llegar al saliente. Allí, de un salto, cae sobre el sendero sin final aparente. Regresa por el mismo camino, hacia el bosque de Thorin. Baja la senda de Alba hasta Takome y allí presenta el icor a Lord Wack. 50 monedas de platino, un buen pago por el servicio. También entrega tallos de las hojas del bosque, pues… representan 50 monedas más. Así se hace el dinero, piensa ella para sus adentros. Y no le falta razón…
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