Inicio Foros Historias y gestas Sobre la acometida contra Mergandevinasander

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    • rheisten
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      Tysahtla llevaba ya varios días preguntándose que pasaba últimamente en el mundo que no era capaz de ver nada interesante, nada que llenara los monótonos días en los que sólo podía encontrar algún solaz en su querido pantano. Pero incluso ello ya se volvía repetitivo pasado algún tiempo. Quizá fuese sólo un estado de ánimo pasajero o, lo que resultaba más atemorizante, un cambio profundo en su manera de ver el mundo.

      En estas disquisiciones se encontraba cuando, desde detrás de un árbol, saltó una figura humanoide frente a Tysahtla. Lo sorpresivo de la aparición, sumado al estado cuasi catatónico en que la mantenían sus pensamientos, le dio tiempo suficiente de reconocer a Dakharhu antes de lanzarse sobre él con sus fauces.

      • Ya es hora, ya es hora! – dijo Dakharhu hiperventilando un poco
      • Sí, ya es hora … de que me digas que está pasando aquí. ¿Por qué te apareces como un loco por la espalda de un lagarto? ¿es que no valoras tu vida? – pregunto Tysahtla
      • Ya basta con esas ideas de muerte para con un amigo. Fauces aquí, fauces allá. – respondió Dakharhu – Sabes bien a que he venido.

      Por supuesto que Tysahtla no entendía que pasaba en aquel momento. Miró detenidamente a su amigo a la cara tratando de comprender que es lo que este le quería decir. Dakharhu se dispuso a hablar pero ya Tysahtla había logrado ver lo que le pareció un movimiento casi alado en los ojos de Dakharhu y con ello pudo recordar el compromiso que habían adquirido.

      Ya habían pasado casi 100 días desde la última incursión que hicieron los dos, junto al talentoso bardo Belgarat, al cubil de tan temible criatura. Aquella vez la batalla fue dura y, si bien no hubo bajas, sí hubo un claro ganador el gran Wyrm Mergandevinasander. Las heridas obtenidas en tan fiero combate contra el rey dragón ya habían cerrado y las energías se habían recuperado por lo que ya era hora de juntar al equipo nuevamente para afrontar la ardua labor de la venganza.  Las notas mágicas que tocaba el bardo acompañaron el viaje de los tres durante todo el largo camino hacia la inhóspita fortaleza del norte que se mostraba amenazante hacia el final del trayecto.

      Durante días los tres compañeros viajaron por sinuosos caminos, angostos senderos y duros terrenos de rocas volcánicas. El calor abrasador los acompañó todo el trayecto y el color café grisáceo del paisaje fue una constante. Ante este panorama, sólo las historias de aventuras pasadas podía ayudarles a obtener algo similar siquiera a una distracción. Bueno, eso y la música de Belgarat. Su música cobró redoblada importancia una vez dentro de la fortaleza negra, ora aletargando y debilitando a los enemigos, ora fortaleciendo los ataques del grupo, ora reenergizando a los mismos. Los poderes curativos de Tysahtla mantenían los cuerpos mientras que la música de Belgarat mantenía vivo el espíritu. Dakharhu se encargaba de atacar y desintegrar a todos y cada uno de los enemigos que se cruzaran en su camino. Cada hechizo que formulaba hacía vibrar las mismísimas paredes de las estancias en las que se encontraban alertando con ello a todavía más enemigos. Al principio intentaron pasar desapercibidos, pero el rastro de cuerpos era imposible de ocultar por lo que finalmente se decidieron por avanzar con mayor celeridad.

      Varios niveles de la fortaleza y cientos de enemigos después, el grupo se encontró frente al último gran obstáculo que debían sortear para enfrentar a su feroz enemigo, la más alta torre jamás vista. Una subida que puede tomar días, al grupo yendo velozmente le tomo un día entero completar. Finalmente, ahí estaba frente a ellos, la guarida de Mergandevinasander.

      La batalla comenzó bien para el grupo. Lograron pillar al wyrm desprevenido por lo que pudieron asestar unos cuantos golpes sin encontrar resistencia alguna. Pero el daño provocado no fue ni de cerca suficiente y Mergandevinasander, colérico, emprendió con fauces y garras contra los atacantes. Debido a la brutalidad de los ataques, Belgarat y Tysahtla fueron repelidos hasta fuera de la guarida y, pudiendo entrar de vez en cuando, debieron permanecer el grueso de la batalla dando soporte a Dakharhu que pasó a sostener la totalidad de la ofensiva del grupo. Bardo y Chaman dieron su apoyo desde la retaguardia manteniendo al hechicero en la mejor condición posible. Ni siquiera Dakharhu con sus muchas pieles de piedra podía mantenerse mucho tiempo dentro del cubil, así de poderosos y frecuentes eran los ataques del Wyrm.

      Quizá un grupo mayor de atacantes pudiese resistir más tiempo. ¿Cuantós más hombres y mujeres de confianza se atreverían a ir a enfrentar al gran monstruo? Pero no era ya momento de pensar en lo que podría haber sido. Además, la batalla era de ellos, ellos la habían comenzado hace meses y ellos solos tendrían que acabarla.

      Durante horas se cruzó el fuego infernal del wyrm con los cantos, curaciones y ataques del grupo. A veces, parecía que los tres fueran a desvanecerse debido a la intensidad del combate y el desgaste que este provocaba en sus cuerpos. Ante tal peligro de muerte, la adrenalina les permitía luchar con heridas que, de otro modo, les harían desfallecer. El olor a carne quemada y sulfuro embargaba la habitación por lo que era imposible no olerlo. Las luces de las llamas y los encantamientos refulgían por todas las superficies con un efecto estroboscópico. Los músculos de los tres estaban agarrotados hace tiempo y el esfuerzo sobrehumano al que los sometían parecía no detenerse.

      Así pasaban las horas y el combate parecía no avanzar. De continuar las cosas como estaban, la estamina del dragón superaría a la de los tres guerreros quienes acabarían por perder. Dándose cuenta de esto, y como si todos hubiesen pensado lo mismo a la vez, los tres actuaron al unísono. Belgarat comenzó a tocar una tonada rítmica muy marcada dirigida al wyrm quien, hasta entonces, estaba totalmente enfocado en Dakharhu. Al oír la música el dragón no pudo sino enfocarse momentáneamente en la fuente del sonido. Preparábase para atacar a Belgarat cuando Tysahtla, siguiendo el patrón del ritmo se paseo por frente al dragón y se movió hacia el lado contrario de la sala. Esto hizo que Mergandevinasander, como hipnotizado por la música, siguiera con todo su cuerpo a Tysahtla. Este doble cambio de dirección resultó en que el costado del dragón quedase de frente al hechicero Dakharhu. Los tres se acercaron al mismo tiempo hacia el cuerpo del reptil, lo que provocó que este último se irguiera dejando al descubierto una sección blanda del cuerpo justo en el costado frente a Dakharhu. Este no perdió un segundo y concentró todas sus energías en un último desesperado ataque mágico que fue capaz de penetrar la blanda carne de wyrm y llegar hasta sus entrañas donde la energía explosiva del hechizo hizo su trabajo. El grupo de los tres se apartó rápidamente del lugar donde caería el cuerpo sin vida de Mergandevinasander solo unos segundos después.

      Oh que gigantesco era, que poderoso era. Yacía frente a ellos un cuerpo de tal magnitud que les hacía dudar de que lo que habían hecho fuese verdad. Realmente habían derrotado al monstruo. Si bien las fortunas y tesoros nunca caen mal a nadie, el pago para los tres estaba principalmente en lo que habían logrado. En emprender un peligroso camino, lleno de traspies, desventuras y dificultades para, finalmente, enfrentar al más temible de los adversarios y salir airosos del encuentro. Ahora solo les restaba volver a casa.

    • rheisten
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      Parte II.

      El camino a casa prometía ser largo y tedioso, pero agotados y heridos como estaban, el trayecto sería un verdadero infierno.

      Primeramente, debían desandar todo el trecho desde la guarida en lo más alto de la torre hasta las puertas del primer nivel. Por supuesto, los esperaban una nueva tanda de orcos bien equipados y dispuestos a acabar con los intrusos que a tantos orcos dieron muerte y que tanto daño habían causado a la fortaleza.

      Tres empaladores gragbadurs, aperados con las clásicas armaduras de pinchos, se lanzaron de inmediato contra ellos con la intención de apresarlos entre sus brazos y extinguir sus vidas en un potente abrazo. Belgarat se volvió a sus instrumentos y, eligiendo el más acorde a la ocasión, entonó una vigorizante canción que dio, al menos momentáneamente, más energía y poder ofensivo a sus compañeros. Gracias a ello, Dakharhu vió aumentado el poder de sus hechizos y no perdió un segundo en formular una poderosa concentración mágica que descargó contra el techo sobre las cabezas de los empaladores. La roca cedió y grandes trozos de piedra aplastaron a los orcos. Tysahtla, que se encontraba ya sin fuerzas, fue capaz de contactar intensamente con el plano de los espíritus y recibir así aún más energía. Pero más importante, fue capaz de llamar a su lado al espíritu del gran incursor Essegron. Su llegada vino a cambiar el panorama totalmente.

      Sorteaban ya los demás orcos el nuevo obstáculo que representaban las piedras caídas y se abalanzaban sobre el grupo. Pero esta vez, los recibió una descomunal figura armada con enormes tridentes que, sin miramientos, ensartaba a los orcos de a grupos completos. Los tres aventureros debían estar en constante movimiento para evitar quedar atrapados tras un montón de cuerpos tal que bloquearán la totalidad del pasillo. Llevaban ya mucho del camino avanzado pero esta vez fue el bardo quien se quedó sin energías. Sin sus encantamientos musicales el panorama se veía cada vez más negro. Optaron por ocultarse por un tiempo en las celdas que los orcos tenían dispuestas para sus esclavos. Sólo les bastó unos segundos en aquella inmundicia para darse cuenta de lo que hacían.

      Al entrar voluntariamente en ese chiquero admitían su derrota, admitían que luego de derrotar a Mergandevinasander, el más formidable de los enemigos, unos viles y patéticos orcos acabarían con sus vidas. Oh no, no señor. Eso no iba a pasar. De alguna manera Belgarat sacó fuerzas de flaqueza y entonó, incluso más fuerte e intensamente que antes, mágicas canciones que unían perfectamente el aumento de las capacidades ofensivas del grupo con el detrimento en las habilidades de sus contrincantes. Essegron, estoico y a la cabeza del grupo, no permitía que los orcos se acercasen. Los bárbaros orcos, los más estúpidos pero poderosos de sus filas, atacaban con todas sus fuerzas intentando alcanzar a alguno del grupo para lanzarlo fuera del mismo y acabar con él a punta de choques, golpes y empujones. Pero Dakharhu estaba presente y formulando hechizos especialmente diseñados para tales situaciones hacía que, cada vez que cogían a algún miembro del grupo, su caída fuera ligera y sin problemas con lo que podían volver rápidamente al grupo para mantenerse unidos. Entre las filas orcas se encontraban unos cuantos chamanes de gran tamaño, pero claramente no muy duchos en combate cuerpo a cuerpo. El detenerlos se volvió la tarea principal de Tysahtla y Essegron. Pese a que tuvieron bastantes problemas, viéndose casi sobrepasados a veces por la gran cantidad de chamanes enemigos, finalmente lograron prevalecer luego que Tysahtla se concentrara unos momentos -protegida por el incursor- y fuese capaz de llamar el máximo poder de los más malvados espíritus que habitan este y el otro plano para luego descargarlo en un potente grito que rompió los tímpanos de todos sus enemigos e hizo explotar más de una cabeza.

      Llegaban ya a la salida de la fortaleza. Los pocos orcos que continuaban con la persecución de los tres eran recibidos por multitud de rayos y hechizos de Tysahtla y Dakharhu. En definitiva, estos orcos no representaron mayor problema. Al fin, los tres estaban fuera de la fortaleza, lejos del alcance de los pestilentes aunque aguerridos orcos y un paso más cerca de sus hogares.

    • rheisten
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      Parte III

      Recuento de la Batalla

      Maltrechos, llegaron los tres a Galador y decidieron separarse inmediatamente. Ya habría tiempo para conversar en torno a un fuego con un buen trago.

      Sin embargo, de momento todos querían estar solos con sus pensamientos.

      Quien más afectada se veía era Tysahtla, la chaman. Toda la empresa había puesto gran estrés sobre ella. Durante meses había habitado en su mente y corazón el ardiente deseo de llevar a cabo la caza y muerte del gran wyrm. Esa llama la quemaba por dentro, la forzaba a entrenarse duro cada día y le impedía conciliar el sueño por las noches. Esa pasión la hacía sentir viva, le daba un significado a la existencia en este mundo que, de otra manera, resultaba sin sentido. Pero la aventura ahora había acabado. Habían viajado, cazado y dado muerte a la formidable criatura y ahora, esa llama que sentía en su interior no era más que un fuego fatuo, una llama que no calentaba, un recuerdo casi impalpable como si nunca hubiera sucedido.

      Tysahtla se dio cuenta que luego de emprender la más grande aventura posible, esta pasó rápidamente al olvido y sus sensaciones ya no le parecieron propias, sino que las vivía como en tercera persona, como si las viera desde arriba, como si las sensaciones fuesen las de alguien más, las de otra persona que sí experimentaba gozo, disfrute, sufrimiento, etc. Esas sensaciones, esas experiencias estaban casi al alcance de Tysahtla. ¿Por qué no podía sentirlas ya? ¿se estaba volviendo loca? ¿tenía la vida algún sentido realmente? Si acababa de juntarse con buenos amigos y vivió de la aventura más peligrosa y excitante del mundo ¿cómo es que ya se sentía vacía de nuevo? ¿qué le estaba pasando?

      Tysahtla trataba con todas sus fuerzas de recordar como fue la aventura recién vivida, como se sentía durante la misma, como experimentaba la vida en aquella situación y como, de hecho, se sentía viva en aquel momento.

      Pensaba en el olor de la fortaleza, a veces pútrido, a veces soportable, a veces incluso estimulante. Pensaba en las sombras y los oscuros pasillos, y en las luces y colores de la batalla. Pensaba en el esfuerzo que significaba la empresa para los músculos, como dolían estos al caminar por los largos túneles, al combatir contra los enemigos, al subir las pesadas escaleras. Pensaba en Margandevinasander y en todo lo que a este se relacionaba. Recordaba como había transcurrido la batalla.

      Inicialmente, y mientras el wyrm dormía, los tres se posicionaron silenciosamente en formación de punta de flecha por la retaguardia del enemigo. Eligieron esta formación debido a que ninguno, pensaron, soportaría por separado una batalla frente a semejante oponente. Eligieron esta ubicación trasera puesto que determinaron que era la más lejana a las armas del enemigo -sus garras y fauces-. Al unísono, y guiados por la cadencia de la música, comenzaron el ataque. Tysahtla, recurriendo al poder del abismo y del plano material, concentró en su interior la rabia, ira y sufrimiento de incontables almas que vagaban por ambos planos. La cacofonía producida por los pensamientos y palabras de miles de almas casi sobrepasaba sus capacidades mentales por lo que, antes de ser consumida por ellas, liberó un portentoso grito gutural que retumbó en todas las paredes del recinto. Las vibraciones fueron tan poderosas que ni el mismo dragón fue capaz de resistirlas enteramente. Avasallado por el poder del grito, Mergandevinasander quedó inmovilizado por unos momentos. Los otros hicieron bien su trabajo mientras ella se recomponía luego de tan grande esfuerzo. Luego de unos momentos que parecieron eones, Tysahtla volvía a tener control sobre sus pensamientos y movimientos. Como un pájaro que vuela raudo por los cielos, un pensamiento cruzó por su mente durante una fracción de segundo. Casi sin aprehender la idea Tysahtla sintió, más que pensó, que ella realmente estaba viva. Pero la intensidad de la batalla forzó tal pensamiento fuera de su mente obligándola a concentrarse totalmente en el enemigo que tenía frente a sí.

       

      Extasiada con lo que estaba sintiendo, Tysahtla continúo recordando.

      Los ataques de los tres parecían estar haciendo mella en el dragón que continuaba afectado por el grito ultraterrenal de Tysahtla y debilitado por la música del bardo. Por un momento, Tysahtla pensó inocentemente que la batalla estaba cerca de su fin. Poco sabía ella que la verdadera lucha estaba por comenzar. Los poderosos ataques del trío podrían haber acabado con casi cualquier enemigo en el acto, pero no a este dragón. Él resistió y no sólo resistió, sino que se encolerizó, y todo el daño que le habían producido hasta entonces pareció desvanecerse como la niebla.

      Sin siquiera mirarlos, el dragón supo que sus enemigos estaban tras él. Por ello, girando rápidamente lanzó un ataque que hubiese resultado mortal de haber hecho blanco en alguno de los atacantes. El tamaño de la garra era descomunal, tanto como para separar al trío que había debido saltar en distintas direcciones y que ya, ala de por medio, no podría volver a juntarse por un tiempo. La estrategia debió cambiar sobre la marcha. Pero no fue un cambio desesperado. Los tres habían practicado mucho antes de comenzar la batalla, y habían aprendido mucho del primer encuentro que habían tenido con el dragón. Afortunadamente, el grupo se había separado en una forma que les acomodaba. Tysahtla saltó y se guareció tras uno de los grandes pilares. Los otros dos acabaron juntos en un rincón. Entre ellos se potenciaban y podían seguir con el ataque mientras esquivaran las fauces que intentaban morderlos de vez en cuando. Tysahtla, si bien quedó apartada del dúo no estaba sola. Había invocado rápidamente el poder de múltiples almas y las había obligado, con pura fuerza de voluntad, a que la protegieran de los ataques del wyrm.

      Cada vez Mergandevinasander emprendía contra ella, el dragón era repelido casi totalmente por el invisible escudo. Pese a ello, el poder del dragón era tal que con mera fuerza bruta repelió a Tysahtla arrojándola fuera de la habitación. Sus compañeros estaban en peligro. Se preparó mentalmente y se concentró como ya lo había hecho antes y rauda corrió de vuelta a la estancia. Nada más entrar, liberó un nuevo grito cargado de la ira y sufrimiento de multitud de almas. Pero esta vez, debido a la corta preparación, el poder del grito fue mucho menor. Si bien detuvo por unos instantes al wyrm, este emprendió casi instantáneamente el ataque. Afortunadamente, ese instante fue suficiente para que hechicero y bardo se unieran a Tysahtla en la entrada a la guarida. Retomaban desde el punto inicial, pero esta vez contra un enemigo alerta.

      Pese a ello, la batalla no estaba igual que como había comenzado. Aunque no lo pareciera, el dragón sí estaba afectado por las heridas recibidas, pero ni siquiera él lo notaria sino hacia el final de la batalla, cuando ya fuese demasiado tarde.

       

      Luego de repelido el ataque inicial, Mergandevinasander tomó una postura baja que era ofensiva y defensiva a la vez. Este fue el momento en que la pelea se volvió más ardua, pero también más monótona. Se trataba de un intercambio constante de hechizos ofensivos, cantos y curaciones, por un lado, y de potentes ataques físicos y aliento de fuego por el otro. Cada vez que el wyrm atacaba, se abrían nuevas heridas en los cuerpos del trío. Estas heridas generaban en Tysahtla sensaciones de gozo y miedo a partes iguales. Rápidamente, la chaman se avocaba a la tarea de sanar los cuerpos del grupo para poder, nuevamente atacar con hechizos y mágicas canciones. Estos intercambios se extendieron por largas horas y, en todo momento, parecía que la estamina del dragón superaría la del trío quienes acabarían, en última instancia, devorados por las llamas. Estos momentos son los que mejor recordaba Tysahtla y eran los que ahora mantenían entretenidos sus pensamientos. Su recuerdo daba a la chaman la sensación de éxtasis y vitalidad que estaba buscando.

      Finalmente, y luego de muchas horas la batalla devino en el final que ya recordaba tan bien. Un ataque conjunto donde el bardo llamó la atención del enemigo por un lado, ella misma hizo lo suyo por el otro lado y, debido a este doble movimiento, el wyrm expuso su punto débil por un costado justo frente al hechicero que acabaría todo con un último y potente hechizo que penetró la parte blanda de la piel del dragón para acabar con una gran explosión en los tejidos internos del reptil.

      Era este el final del recuerdo de la batalla más grande de su vida. Era también el final del clímax de sensaciones que experimentó Tysahtla. Luego de esto toda percepción, toda experiencia fue en constante declive hasta el estado aletargado en que ahora se encontraba.

      Salió Tysahtla de su ensimismamiento y notó que caminando sin pensar se había adentrado a los más profundos barrios de la ciudad de Galador. Ya era hora de ir a descansar para al día siguiente juntarse con los otros dos y discutir lo que acababan de vivir. Quizá oír la experiencia de los otros dos podría dar nueva luz a sus propios pensamientos.

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