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Una sombra acecha desde la oscuridad de la Torre negra mientras sus habitantes trabajan ignorantes de lo que se les avecina. Como un suspiro en una tormenta, Nizigg se mueve por los pasillos y habitaciones sin que nadie se percate de su presencia. Le resulta vergonzoso lo torpes que pueden llegar a ser los guardias, se supone que deben ser los mejores de entre los suyos, pues están custodiando la entrada a la cámara de los espíritus en un día muy importante. Hoy, los más ancianos chamanes se han reunido para realizando el ritual que devolverá a la vida al poderoso Rugrak, Gnoll legendario destinado a devolver la supremacía a su raza.
No le costaría mucho deshacerse de los guardias, incluso aburrido, pero su plan es distinto. En su cabeza es sencillo, pasar inadvertido evitando a los guardias y terminar con la vida de los chamanes antes de que finalicen el sortilegio. El único punto que le preocupa levemente es el de abrir la cerradura de la cámara.
Con sumo cuidado, saca un juego de ganzúas de su guante y se pone a trabajar con la cerradura. Ha abierto cientos de cerraduras, pero como esta ninguna.
Múltiples trampas protegen el mecanismo de seguridad y tiene que asegurarse de entrar sin demora, no entiende mucho de rituales, pero por el tiempo que llevan dentro, podrían estar a punto de terminar, no esperaba tardar tanto.¡Click!
Listo, el clásico chasquido de una cerradura rindiéndose a su habilidad le sigue produciendo un placer incomparable. Sin tiempo que perder, entreabrió la puerta dejando apenas una uña de espacio para poder observar el interior. Como se temía, la figura del colosal gnoll ya comenzaba a materializarse, no tenía tiempo que perder.
La puerta se abrió y cerró a la velocidad de un parpadeo y al finalizar, nuestra pequeña goblin ya estaba al otro lado con paso firme. Con sigilo inigualable se colocó detrás de uno de los tres chamanes y mediante un rápido corte le cercenó la garganta. Fue en ese momento cuando por primera vez los otros dos chamanes ser percataron de su presencia. Con el cuerpo del primero aun cayendo al suelo, lanzó una daga al segundo, que tampoco tuvo tiempo de reaccionar y cayó al suelo con el rubí del puño de la daga asomando en una de las cuencas de sus ojos.
El tercer chamán tuvo solo unos segundos para reaccionar, pero le dio tiempo a prepararse con algún hechizo. Sin el factor sorpresa iba a ser más difícil, pero Nizigg no tenía miedo a nada. Sin dudarlo aprovechó las sombras de las columnas de la sala para que el chamán lo perdiera de vista. En pocos segundos ya se había colocado en su espalda y pronto acompañaría a sus compañeros.
¡¡¡GROAURRRRGHGHHRRRR!!!!
Ups, de repente los enormes dedos de Rugrak apretaban su cuerpo. La salvaje criatura había vuelto a la vida de repente, materializándose detrás suyo y sin tiempo a reaccionar lo había atrapado con su zarpa. Estaba perdida, desde las sombras era un rival temible pero atrapado en las zarpas de esa bestia no tenía nada que hacer.
El último chamán tampoco había muerto, su misión había fracasado y su fin estaba cerca. El chamán formuló un sortilegio y el ropaje de la pequeña Goblin cayó al suelo hecho cenizas. Un leve gesto del chamán fue suficiente para que Rugrak comprendiera el mensaje. Como un niño aplastando una hormiga la zarpa de Rugrak comenzó a apretar el cuerpo de su víctima. La presión era asfixiante y Nizigg no podía ni siquiera intentar coger aire.
Con la goblin a punto de perder la conciencia el chaman se puso a formular un nuevo sortilegio, para absorberle las últimas esencias vitales. Pero una rojiza luz comenzó a surgir del cuerpo Nizigg, no era fruto del sortilegio del chamán, algo raro estaba pasando. El cuerpo de la goblin no solo estaba brillando, sino que se comenzaba a calentar. Incapaz de soportar el calor, el gnoll no tuvo más remedio que soltar a la goblin dejandola caer al suelo medio desnuda.
Cubriendo su verdoso cuerpo, una serie de tatuajes brillaba más que nunca. La herencia de su madre le había salvado. Nunca había sabido lo que significaban esos tatuajes, pero acababa de descubrir que no eran únicamente unos adornos inservibles. Ante la mirada atónica de sus enemigos la pequeña criatura cogió algo que llevaba preparado en uno de sus pendientes y lo lanzó contra el suelo. Una nube de humo y pimienta envolvió la sala, dándole el tiempo necesario para desaparecer de la vista de todos.
Esta vez le había ido de poco, tenía que empezar a cobrar más por estos trabajos, en ocasiones parecía que los suyos no eran capaces de apreciar lo suficiente sus habilidades. De todas formas, eso podría esperar, ahora tenía que escapar de la torre. No tardarían en dar la alarma y escapar de algunos hechizos no era tan fácil como hacerlo de los torpes guardias.
«Hacía tiempo que no se recordaba tan indefensa y era una sensación que no le gustaba. Antes de desaparecer había conseguido recuperar algunas cosas de su equipo, y ahora, a través de las galerías se movía a toda velocidad hacia el exterior. Había decidido dar un pequeño rodeo para salir por el otro extremo de la torre, seguramente no la buscarían en esa dirección.
Había recorrido esas galerías muchas veces, de hecho, lo poco que sabía de su padre lo había descubierto escuchando a escondidas a viejos soldados mientras los seguía por pura diversión. No había sido más que un pobre soldado que un día se había ido cruzando el lago Rundos para no volver. De pequeña acechaba a aquellos que no le caían bien, en ocasiones les robaba algunas monedas para comer y en otras algún objeto del que se había encaprichado.
En cualquier caso, no era el momento de lamentar tiempos pasados, tenía que concentrarse en escapar. Estaba furiosa por haber sido tan torpe, dejarse atrapar así por un torpe gnoll…
Si sus antiguos compañeros de Anduar la hubieran visto le habría caído una buena reprimenda. Les había demostrado su valor muchas veces y aunque eran algo ratas con los pagos, sabía que no se lo habrían tenido en consideración. Las primeras misiones que le habían encargado no eran gran cosa, poco más que una prueba de acceso al grupo, pero por los últimos trabajos la habían recompensado con poderosos objetos.
Sin duda alguna no habían sido buenos tiempos, pero le habían servido para aprender mucho. De hecho, esa fue una de las razones por las que decidió marcharse de Anduar, ya no podía aprender mucho más de ellos. Ahora junto a Wrunkhar y Kruttam estaba aprendiendo mucho sobre el combate cuerpo a cuerpo y fortaleciendo su cuerpo. Sin duda sin estos duros entrenamientos hoy no habría sido capaz de sobrevivir.
La vida en la horda le encantaba, sus miembros eran anárquicos y confiados, una combinación que les hacía victimas perfectas. Sin duda los rumores que le habían llegado a Anduar eran ciertos, había hecho bien en marchar al norte en busca de un nuevo hogar.»Todos esos pensamientos pasaron a toda velocidad por su cabeza mientras se acercaba a la salida protegida por un hechicero…
….pero… algo estaba turbando la mente del hechicero rompiendo su concentración. No solo el hechizo quedó arruinado, sino que el campo de fuerza comenzó a parpadear hasta desaparecer. Entonces lo vio, una pequeña gota de sangre caía de la mejilla del mago. Al parecer, la daga no había fallado del todo y el veneno estaba haciendo efecto. Con un rápido empujón, apartó al mago y abrió la puerta, corrió zigzagueando mientras esquivaba flechazos hasta llegar a un bosque cercano, y ya allí no le resultó difícil desaparecer.
Esta vez le había ido por poco, todavía tenía mucho que aprender, pero por suerte aún era joven y tenía un gran futuro por delante.
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