Inicio › Foros › Historias y gestas › Terni, el viejo soldado.
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Era una fría noche invernal, apaciguada por la calidez de una urbe del tamaño de Anduar cuando Terni reposaba en la plaza mayor, sentado en su taburete pegado al templo de Osucaru.
Los pequeños gestos de su brazo delatan su costumbre de recordar historias de tiempos pasados mejores, cuando era un joven y valeroso soldado Nivrim. Recuerdos violentos de sucesivas batallas por la defensa de la ciudad, tiempos pasados que ya apenas se repiten, para su alivio, ya que no habría mayor pesar para su corazón que el ver como su ciudad es saqueada sin tener la fuerza suficiente para defenderla… Y si preocupación es cada vez mayor, pues la amenaza de los bandidos que salen de las colinas de Ostigurt es constante, ya que los saqueos a las caravanas comerciales no paran de enriquecerlos y cada vez son más numerosos. Nadie ha averiguado todavía la ubicación de su campamento, al menos, nadie que lo haya descubierto ha vivido para contarlo. Lo que sí sabe, es el nombre de su líder, ya que innumerables bandidos han caído a manos de soldados nivrim, prometiendo que el propio Kregg les daría caza algún día. Por ello, Terni ha ofrecido los ahorros de toda su vida a aquel que le traiga la espada de Kregg, símbolo de haber acabado con el líder de los bandidos.
Es una noche tranquila, un grupo de seis soldados Nivrim han patrullado los caminos, sin que ninguno volviera con el más ligero rasguño, lo cual no es usual. De pronto, una figura enorme de gran musculatura, portando una gran capucha y una cimitarra cogida por el mango le dice:
– He aquí la Espada de Kregg, quiero mi recompensa.
– ¡Increíble! – Exclama Terni lleno de júbilo. -Lo has hecho. ¿Dónde se encuentra el campamento?
– ¡Dame mi dinero y déjate de preguntas, viejo! – Exclama el hombre encapuchado, con un acento peculiar.
– De acuerdo, aquí tienes. -Dice Terni mientras entrega la bolsa con los platinos.
La figura encapuchada se va acelerando el paso, y pronto desaparece de la vista de ojos cansados del viejo soldado. De pronto, Terni se da cuenta de algo…
– ¿Dónde está la espada?
La Espada de Kregg ha desaparecido.
– ¿Quién me ha robado? – ¡A la guardia! ¡Se ha cometido un robo!
Los guardias de las puertas se colocan el casco, mientras que se abren las puertas del cuartel de la guardia de Anduar, mientras todos los soldados salen a toda prisa. Entre ellos, destaca la figura de un gran Hombre-Lagarto, el General de la Guardia de Anduar, Sertor. Pese a su tamaño, la velocidad de este soldado es igualable a la de los más habilidosos bribones y por ello, usualmente prescinde de su armadura.
Sertor serpentea entre los soldados, adelantándolos a gran velocidad. Al llegar a la calle de Osucaru puede ver a Terni indicándole que el ladrón se h dirigido en dirección norte, y comienza la persecución.
Finalmente Sertor alcanza al encapuchado.
– ¡Detente! -Exclama el general.
De pronto la figura encapuchada da un giro rápido de 180 grados, que por el movimiento descubre su cara. Su fea nariz y sus sucios y deformes dientes delatan su ascendencia de orco. Empuñando su cimitarra lanza un terrible golpeo en dirección al general, que es esquivado mediante un ligero salto hacia atrás y abalanzándose sobre el semi-orco.
Sin verlo venir, el semi-orco desliza su pie sobre el suelo lanzando arena sobre los ojos de Sertor.
– ¡A por él! -Exclama el semi-orco.
De la oscuridad de los caminos surgen decenas de bandidos que se abalanzan sobre el general, que haciendo un alarde de destreza en combate, evita los ataques mientras responde con severos cortes de su Sakrog, apodada espada Polimórfica, que rebana brazos, manos, piernas y hasta decapita a los bandidos.
– ¡Yanath! ¡Niranath! ¡Ahora! – Exclama de nuevo el semi-orco.
De repente Sertor nota dos presencias por su espalda, se da la vuelta mientras con un golpe de cola repele a varios bandidos con los que estaba enfrentando. Su espada polimórfica detiene los golpes de las cuatro cimitarras ligeras que empuñaban entre Yanath y Niranath.
– ¡No oses ataca a Kregg! – Exclama uno de los bandidos, con voz de mujer.
Con un alarde de fuerza bruta ascendente, el general rompe el bloqueo de las cuatro cimitarras y asesta un rápido barrido sobre los dos bandidos, aprovechando que retroceden para voltearse y seguir encargándose de más bandidos. Después de despedazar a los seis bandidos más cercanos a él, se voltea esperando un nuevo ataque de los dos asesinos, pero habían desaparecido. Poco tiempo pasó hasta que más miembros de la guardia de Anduar llegaron al campo de batalla para eliminar a los restantes bandidos.
– ¿Está usted bien, mi general? -Pregunta un soldado nivrim.
-No es nada, solo un par de rasguños.
– Selyan le atenderá sus heridas, nosotros nos haremos cargo de los cadáveres.
– ¡Mi general! -Exclama otro de los soldados. – Mire lo que he encontrado entre los cuerpos.
El soldado nivrim entrega a Sertor una bolsa de monedas.
– Es mucho dinero – Afirma el general. – Iré a hablar con Terni.
Llegado a la puerta sur, se encuentra con Terni vistiendo su antiguo atuendo de combate. Su armadura le queda grande, pues ha perdido la musculatura que antaño poseía.
– ¿Que ha pasado, general?
– Esa figura encapuchada era Kregg, por fin sabemos quién es.
– ¿Y has conseguido matarlo? – Pregunta Terni, preocupado.
– Desgraciadamente no. He sido asaltado por multitud de bandidos y por dos asesinos muy adiestrados, pero la próxima vez no fallaré. Por cierto, ¿Qué es lo que te han robado?
– El propio Kregg vino a entregarme su espada, le di el dinero y luego alguno de sus bandidos me la ha robado.
– Hemos recuperado el dinero.
– ¡Por Anduar! – Exclama Terni. – Has recuperado mis ahorros de toda la vida.
– Esto no se puede volver a repetir Terni, te voy a asignar una escolta permanente de tres soldados que se turnarán para vigilarte todo el día. Te lo mereces después de tantos años de servicio.
– No quisiera ser una carga mi general. – Afirma Terni con la cabeza baja.
-No lo es en absoluto, pero si vuelve Kregg, me buscará o a mí, o a ti, y si tienes escolta le entretendréis el tiempo suficiente hasta que yo llegue y me cobre mi venganza.
Sertor se retira en dirección al cuartel, presumiblemente a curar sus heridas.
Terni mira al cielo estrellado, mientras piensa… – Si aún fuera joven… La venganza me la cobraría yo…
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