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      Tiene tela, la araña…

      Tiempo era tiempo y en verdad no miento,

      que Laureau la hechicera recibió una tarea

      repleta de patas, insectos y seda…

      …debía acopiar la futura hebra

      Del emperador. ¡Menuda faena!

       

      Y así fue como Laureau la hechicera, gobernadora de Kattak, aceptó la misión de un reino muy lejano en la que debía visitar otro reino vecino para recoger seda de araña de los túmulos olvidados y finalmente traerla de vuelta para un traje imperial que se iba a confeccionar. ¿Complejo? Nada más lejos de la realidad, era una tarea bien sencilla. No requería de ninguna preparación ni equipaje especial… sin embargo… Laureau no contaba con un pequeño detalle. Tenía fobia a las arañas.

      Dicho esto, emprendió el camino hacia Thorin. Cruzó el espeso bosque y se adentró en el poblado arbóreo. Al llegar a un pequeño claro donde aparentemente el camino finalizaba, apartó unos arbustos como si supiera perfectamente qué aguardaban… y allí descubrió una cueva secreta. Se adentró como valiente aventurera en la cavidad oscura y húmeda cuchillo en mano cuando de repente… observó aquellas pequeñas invertebradas de 8 patas moverse arriba y abajo ante la presencia de la hechicera. Laureau tragó saliva y se dijo a sí misma… “No puedo. No puedo. Que asco, por favor… No. No no no, esto sí que no”. Salió hacia fuera. Respiró. Miró a su alrededor y dio unos cuantos pasos en círculo. Pensó en la recompensa y haciendo de tripas corazón volvió a entrar. Con los ojos cerrados, empezó a recoger una telaraña de forma poco hábil, haciendo un destrozo y desaprovechando el resultado obtenido. Volvió a salir hacia fuera, cogió aire, dio unos cuantos pasos en círculo y regresó a la cueva.

      Este proceso se repitió una y otra vez. En ocasiones, si el enjambre era pequeño, se tomaba suficiente tiempo como para recoger una cantidad suficiente de forma ordenada y precisa. Pero a la que veía el más mínimo insecto acercarse hacia sus manos, estiraba presa del miedo y rompía la telaraña. Así estuvo durante más de una hora, aunque para ella fueron días.

      Al finalizar la recolección salió como un murciélago escapando del Abismo, hacia el exterior. Allí se sacudió sus ropajes y su pelo. Observó sus vestimentas por todos los lados, sus guantes, botas, pantalones, capa… hasta asegurarse al 100% de no tener ninguna inesperada visitante encima.

      Aún temblando y con la cara pálida, se dirigió de nuevo hacia Takome. Entregó la seda a Lord Wack y agarró la bolsa de monedas con la fuerza de un guerrero. No era una cantidad mayor a la habitual, pero creía habérsela ganado a peso.

       

      Y así fue, con seda en su mano

      que Laureau se ganó su pago,

      Más os diré y he de insistir…

      Que esa misión no volvió a repetir.

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