Gillius se sienta sobre su mesa de roble, coge su diario personal y bajo la luz de una vela medio desgastada, unta una pluma en un tintero y empieza a escribir notas en una hoja nueva.
7 de Osucaru del 130 Era 4ª,
Día de Caza.
Un día de caza y fiesta
Cojo mi fardo, vino y ballesta,
Un racimo de la parra
Y un buen trozo de butifarra.
Delante avanza mi perro,
Todo bravo y bien atento,
Pues hacer de buen cazador
traer bien lleno el zurrón.
Subimos por la meseta
Y el chucho ya huele a presa,
Se para en los matorrales…
…falsa alarma, solo eran aves.
A medio camino almorzamos,
Pan, queso y jamón curado.
Butifarra con un buen vino…
Y al perro le doy el hilo.
Seguimos la marcha felices,
A Zelthaim, por jabalíes.
El perro se pone alerta…
…A ver si esta vez acierta.
Luego de un buen rato buscando
¡un conejo salió brincando!
Apunto con la ballesta,
Pues esa liebre ya es presa.
Después de un flechazo sordo,
He roto el perro en dos trozos.
Y así terminó la cacería…
No veas, menudo día.
Gilius suspira. Espera unos minutos a que la tinta seque. Observa a su lado el cadáver de su fiel perro partido en dos, rodeado de moscas, la lengua fuera y con un ojo apuntando el suelo y el otro a Velian.
Gilius se recosta, cruza sus dedos sobre su estómago y mira el diario de forma pensativa.
Gilius: Por poco, menuda lástima.
