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Caminaba dejando atrás las grandes torres que defendían la ya de por sí imponente ciudad de Grimoszk ante la atenta y malhumorada mirada de los hombres-lagarto, sabía que pese a no ser de su agrado podía sentirme completamente segura, ya que los seguidores de Ozomatli tenían una forma retorcida de honor que haría respetar la decisión de su consejo al otorgarme el salvoconducto.
Viajar por esos lares no era mucho de mi agrado, ir hasta ahí a través del pantano no suponía un gran problema debido a unas botas mágicas que había adquirido a un mercader ambulante y que muy sorprendentemente funcionaban, pero el mal olor de la zona junto a los mosquitos y otros insectos que parecían tener un especial interés en las pocas partes de piel que mi vestimenta no cubría hacían la travesía una experiencia no muy grata.
“Si tan solo no hubiera olvidado las piedras tratadas podría haberme ahorrado los mosquitos” me queje hablando sola.
Pero todo esto no era peor que pasar por los campos de cultivos y ver la triste realidad, un imperio que se sustentaba mediante el esclavismo.
Con solo pensarlo me hervía la sangre, tenía que repetirme que no podía hacer nada por ellos y que mis tratos con los hombres-lagarto eran algo temporal, que yo no tenía nada que ver, pero en el fondo sabía que colaborar con ellos me hacía parte del problema y eso creaba un conflicto en mi interior que me impedía dormir tranquila por las noches.
El paso del pantano fue relativamente rápido, quizá debido a que me encontraba perdida en mis pensamientos una vez más y enseguida me encontré caminando por la selva que me acompañaría una parte más del trayecto hacía Anduar.
Fue cuando estaba al borde del linde que separaba la senda con el camino de Earmen cuando fui asaltada por una extraña figura que, sin mediar palabra y con un movimiento firme me atacó con su espada a la altura de las costillas.
Instintivamente mi cuerpo se desplazó lo suficiente como para esquivar el ataque por los pelos, mientras mi mente maldecía una vez más no poder usar el hechizo piel de piedra, entonces el asaltante hizo algo totalmente inesperado.
Con total naturalidad, conjuró unos misiles mágicos con su mano izquierda mientras recuperaba el equilibrio y se preparaba para asestar otro ataque con su mano armada.
Pese a que tuve tiempo de conjurar un escudo que me permitió detener los misiles mágicos, pero, sabía que no podría esquivar el siguiente golpe.
Si nunca creí que los dioses tuvieran un plan para mi, fue ese día cuando el extraño ser con cola reptiliana cambió la dirección del ataque hacia su propio cuerpo.
Su cara expresaba el mismo nivel de confusión que la mía, pero en ese momento mi instinto de supervivencia fue más fuerte que el de buscar una explicación lógica, arranqué la espada de la funda y con un golpe imbuido con magia arcana le separé la cabeza del cuerpo.
Cuando el cuerpo golpeó en seco el suelo siguiendo la cabeza que segundos antes había formado parte de esa aberración fue cuando vi detrás de uno de los árboles a mi salvadora.
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- ¿Ivriv? ¿Qué haces aquí?
Aún notaba el sudor caer desde mi frente y la falta de aire me dificultaba el habla.
- Morthandari me dijo que por esta zona habitaba un troll y tenía curiosidad para ver si era verdad y acabé perdiéndome.
Caí al suelo cuando la adrenalina se disipó, había estado cerca de morir, mi cabeza dejó de escuchar las palabras de Ivriv mientras la semi-drow se perdía explicando lo grande y fuerte que era el troll.
- Es así de grande y tiene un un puente para el solo, bueno la parte de abajo, y es verde como un goblin y además tiene un tesoro
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¿Lindria? ¿Me estás escuchando?
Mi cabeza empezó a reflexionar sobre la situación y me di cuenta que aún podíamos estar en peligro.
- Tenemos que marchar de aquí, no creo que este truco tuyo vuelva a funcionar si no les coges desprevenidos y creo que el encuentro con este ser no fue pura casualidad.
Di un último vistazo a mi atacante, la parte inferior pertenecía al cuerpo de una serpiente, sin embargo a partir del tronco todas sus peculiaridades parecían a las de un humano, quizá un humano un tanto asalvajado, pero un humano.
Definitivamente no había visto a ningún otro ser de esta raza en esta vida y pese a las similitudes, aseguraría que no se trataba de un siervo de Ozomatli, sin embargo estaba segura que él había venido directamente a por mi.
Tiré un poco de la manga de Ivriv para transmitirle prisa y nos pusimos de camino a Anduar.
La cara de Ivriv mostraba incredulidad:
- ¿Entonces no vas a llevarme a ver el troll?
Le miré dibujando una sonrisa para evitar mostrarle mi preocupación.
- Te llevaré en otra ocasión, ¿vale?
Ivriv bajo la cabeza resignada y dejo de hablar durante el resto del viaje.
Mientras miraba a Ivriv me preguntaba si era consciente de que acababa de conjurar un hechizo de encantamiento de alto nivel con una facilidad que incluso para una maga versada como sería un triunfo, pero lo que más me preocupaba era la tranquilidad con la que había actuado durante todo el trayecto de vuelta a Anduar después de haber visto como una vida era sesgada delante de sus ojos.
Una vez llegamos a Anduar separamos nuestros caminos y mi aún emparanoiada cabeza decidió que era mejor dormir en una taberna, por sí mis supuestos perseguidores sabían donde residía.
La mañana siguiente tenía unos negocios pendientes en la ciudad, pero esperando que mis socios perdonaran mi no anunciada ausencia me dirigí a la congregación rúnica donde investigaría lo sucedido con la tranquilidad que ofrecía ese pequeño refugio olvidado.
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