Inicio Foros Historias y gestas Un gran marino – Registro 2 Zuid

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    • Hoju
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      ¡Habían pasado tres horas!, ¿o eran cuatro?.

      << Ya es mediodía, yo sin comer y este hombre ni se inmuta. Pero, ¿no tienes hambre?, ¿la vejiga llena quizá?. ¡No me digas que te lo haces encima! >>, pensó Zuid con una mueca de fastidio mientras ojeaba de cuando en cuando al monje.

      Sentado sobre una gran losa, con los brazos en arco descansando sobre sus piernas cruzadas, la espalda recta y los ojos cerrados, el hombre no parecía percatarse de la creciente desesperación que se apoderaba del pequeño halfling. El día anterior, mientras compartían una cesta de frutas y un poco de miel que había recogido en los Campos Salvajes, habían acordado reunirse al día siguiente en el puerto de Wigh para pescar y pasar el día juntos.

      << Siempre me hace lo mismo. Si me distraigo cinco minutos se pone a meditar. La próxima vez iré a pescar con mi amigo Zuck y éste se queda aquí sentado. Si me hubiese ayudado a tirar de la caña, ese congrio no se me habría escapado >>.

      Para colmo, el halfling había pescado ya tres sargos mientras la cesta del monje estaba tan vacía como su estómago. La paciencia del pequeño se había agotado. Movido por la frustración, agarró un pedrusco que descansaba a su lado y lo lanzó al agua con violencia, salpicando la cara y la túnica del monje en el proceso.

      • Hmmm, pero qué… – El monje abrió los ojos sobresaltado.
      • ¿Has visto ese pez volador?, ¡te ha salpicado entero al sumergirse!.

      • Oh, vaya… no importa, secaré mi túnica al fuego mientras asamos el pescado.

      • Si, asemos mi pescado. – señaló Zuid mirando a las dos cestas alternativamente con los brazos en jarras.

      • De acuerdo, de acuerdo. Preparemos tus capturas y después te invitare a un buen estofado en la taberna de Aethia.

      • Está bien…

      << Me invitas a un buen estofado. Si llevases dinero encima ya me habría dado cuenta >>

      • Manos a la obra pues, después de comer he de supervisar la formación de nuestros jóvenes monjes, y además le prometí al Guía que ayudaría a los leñadores a aumentar las reservas de madera. Se acerca el invierno y el frio clima de Eldor muerde hasta el tuétano – comentó el monje con una mueca de preocupación.
    • Siempre optimista.

    •  

      No se podría decir que eran amigos íntimos, más bien viejos conocidos. La férrea disciplina de los monjes y su total carencia de apego material siempre habían sido un trago difícil de pasar para el halfling. Comidas frugales, interminables sesiones de entrenamiento, continuamente atareados, siempre de un lado para otro. Esclavos voluntarios de su forma de vida.

       

      Muchos años atrás, Zuid había acabado en las costas de Eldor por puro accidente. Diestros en el arte del sigilo, excelentes en la preparación de hurtos a pequeña escala y ‘reposesiones’ varias, pero sobre todo capaces de completar gestas heroicas a la mesa, los halflings no se caracterizan por ser grandes marineros ni carismáticos capitanes de navío. Nueve de cada diez marineros halflings dirían que es el único oficio que permite alcanzar costas lejanas y vivir grandes aventuras, y de esos nueve, siete estarían pensando que simplemente es más cómodo echarse una siesta en cubierta en vez de llenarse la cara de hollín picando carbón o golpeando metal caliente con un pesado martillo de forja. Todo ello con el aliciente de tener la oportunidad de encontrar un gran tesoro escondido por algún pirata y conseguir la riqueza suficiente en un sólo golpe para vivir sin preocupaciones el resto de sus días.

      Y así fue como un día cualquiera en su tierna juventud, tras un arduo proceso mental de toma de decisiones que duró lo que dura un paseo del circo al Hostal Comellas, Zuid decidió dirigirse a la sede de marineros de Anduar para completar su registro con la esperanza de estar de vuelta en Eloras para la hora de la cena, quizá incluso para la merienda si algún viajero lo suficientemente amable le ofrecía un hueco en la parte trasera de su carromato.

      Tras llegar a la ciudad después de un corto viaje sesteando sobre un saco de manzanas que no perdió oportunidad de probar, su corazón casi dio un vuelco al doblar la calle de acceso al enorme edifico de sedes de Anduar. La cola de candidatos era tan larga que casi llegaba a las puertas del banco central. Desesperado, Zuid dio varias vueltas de aquí a allá sin rumbo antes de ocupar su sitio al final de la fila.

      << Esto no hay quien lo aguante, ¡y además no se mueve!. Me voy a hacer viejo esperando >>, pensó Zuid tras tres interminables minutos.

      De pronto, abriendo los ojos con cierta incredulidad ante la maravillosa idea que se le había ocurrido, se dirigió corriendo hacia el principio de la cola, directo hacia otro halfling que pacientemente esperaba su turno delante de un grupo de hombres que parecían demasiado distraídos conversando entre ellos.

      Sin mediar palabra, Zuid agarró al sorprendido halfing y lo estrechó con ambos brazos en un fuerte abrazo.

      • ¡Gracias por guardarme el sitio, primo segundo!. – dijo Zuid con falso tono jovial.
    • ¿Eh? – no pudo más que articular el desconocido.

    • Sssh – susurró Zuid llevándose un dedo a los labios – si me dejas entrar contigo pensarán que somos familia, tú les dices que te llamas Zuck, hijo de Zus, primo segundo de Zuid de Eloras, ese soy yo.

    • En fin. Con lo pequeño que es Eloras, puede que realmente seamos primos segundos. Otro día me cuentas quién es ese Zus – dijo «Zuck» con cara de indiferencia.

    • Zus pertenencias, por favor – contestó Zuid con un guiño, a lo que Zuck respondió con una sonora carcajada.

    • Una vez completado su registro sin percances, ambos halflings se dirigieron hacia la taberna de Anduar con la idea de tomar un pequeño refrigerio antes de emprender el largo camino de vuelta hacia Eloras. Nada más cruzar la puerta, una grave y estridente voz les dió la bienvenida.

      • Oh no, ¡halflings!. – dijo el desconocido poniendo una mano sobre un pequeño monedero que llevaba colgando.

      Los dos halflings se miraron el uno al otro entornando los ojos.

      • Mis disculpas, no es más que una broma sin mala intención. Mi nombre es Horacio, qué les trae por Anduar?.
    • Yo soy Zuid y este es Zuck. Marineros de profesión, sólo estamos de paso – respondió Zuid secamente.

    • ¡Horacio!, haz el favor de no molestar a los clientes, ya me estoy cansando de tus historietas que no llevan a ningún lado – interrumpió el tabernero detrás del mostrador apuntando al anciano con una cuchara de madera.

    • Que no lle… ¡que no llevan a ningún lado!. Que… ¡historietas! – acertó a mascullar el anciano visiblemente enfadado, dando la espalda al tabernero para dirigirse de nuevo a los dos pequeños.

    • Marineros, hehehe. Con esas manos de piel suave estos dos nunca han atado un cabo. Apuesto a que no sois más que grumetes sin barco de su propiedad – Dijo entre risas, y añadió bajando la voz – No creáis que no os he visto hace unos momentos a las puertas de la sede. Sí, sí. Tu amigo aquí presente llevaba un rato esperando hasta que apareciste tú, ni cinco minutos habían pasado desde que les birló unos papeles a ese grupo de hombres que estaban detrás suya. ¡Apuesto a que eran las escrituras de algún barco!. Yo me andaría con cuidado, a juzgar por sus vestiduras, esos venían del norte, habitantes del Imperio de Dendra del que yo mismo provengo. ¿Sabíais que acostumbran a quemar a los ladrones en la hoguera? – Susurro al oído de Zuck manteniendo una media sonrisa.

    • Zuid miró a Zuck sobresaltado. Robar es una cosa, pero, ¡que te pillen es otra!. Agarrando una jarra que descansaba sobre la barra, arrojó su contenido a la cara del anciano y al instante cogió a Zuck de la manga para salir pitando de la taberna y mezclarse entre la multitud.

      • Menos mal que estos humanos son más lentos que un enano sigilando – Dijo Zuid una vez se sintieron a salvo escondidos en un oscuro callejón.
    • Déjate de bromas, vámonos de aquí antes de que se corra la voz, preferiría volver a Eloras y asar un buen cordero en vez de que me asen a mí.

    • Espera, espera. Primero enséname esos papeles de los que hablaba el viejo. Si son en efecto escrituras de propiedad de un barco, podríamos ir ahora mismo a Aldara a reclamarlo!. Olvídate de Alandaen, apuesto a que esos humanos se dirigían hacia allí. Pero si es verdad lo que dice el vejestorio y son dendritas, jamás se atreverán a perseguirnos si nos vamos hacia el este.

    • De mala gana, Zuck sacó unos papeles de un bolsillo oculto en su capa y se los mostró a Zuid.

      Escrito en letra elegante, al final de una lista interminable de términos legales y condiciones de servicio, se podía leer: «Entréguese a Culo, Miliciano de Galador, embarcación de mástil simple de clase barco. Firme aquí».

      • ¡Ya tenemos barco.Ahora sólo tenemos que falsificar el nombre y poner mi firma! – exclamo Zuid dando pequeños saltitos.
    • Ya tengo barco. Ahora sólo tengo que falsificar el nombre y poner mi firma, querrás decir – dijo Zuck arrebatándole el documento de las manos a su compañero.

    • Tenemos.

    • Tengo.

    • Tenemos, o me vuelvo a la taberna.

    • Zuck miró a Zuid, acto seguido miró al documento, para después, abatido, volver la vista hacia Zuid.

      • Espero que tengas buena letra – dijo Zuck derrotado.
    • La mejor, ¡tengo letra de Alcalde!.

    • Tras un corto silencio incómodo, los halflings compartieron algunas de las provisiones de queso y carne ahumada que Zuid, siempre previsor en lo que se refiere a comida, había traído para el viaje. Sintiendo su apetito satisfecho al menos por un par de horas, decidieron esperar a que se hiciera de noche para escabullirse por la puerta este de la ciudad y dirigirse hacia Aldara.

      No les fue difícil alcanzar su destino sin llamar la atención. Nadie mejor que un halfling para moverse sin ser visto, siempre que sea capaz de mantener a raya el rugir de su estómago cuando empieza a estar medio vacío.

      Llegaron al puerto casi al amanecer y allí esperaron impacientes a que abriese la oficina de registro.

      • ¿Qué barco crees que nos darán?. ¡Mira ese de ahí!. – Dijo Zuck apuntando a un enorme cañonero.
    • Ese pertenece a Aldara, ¿no ves las banderas?.

    • Qué pena. Blenda se quedaría con la boca abierta si me viese capitaneando semejante embarcación – dijo Zuck suspirando.

    • Espera un momento, ¿la misma Blenda que guarda las puertas del poblado? –

    • La misma. Es tan atractiva… Te has fijado en el cabello de sus pies, tan liso y tupido…

    • Te oigo hermano. También me he fijado en el tamaño de la espada que maneja su hermano Blendo. ¡Una familia formidable, los Rocaseca!.

    • Y sus pecas… qué belleza.

    • Vamos, la oficina ya está abierta – dijo Zuid sacando a su compañero de su ensimismamiento con un pequeño empujón.

    •  

      Con paso firme y decidido, aparentando el carisma y confianza de un caballero cruzado, los dos halflings abrieron las puertas de la oficina de registro y se dirigieron a la mesa más próxima, donde un funcionario revisaba una pila enorme de documentos.

      • Se presentan Zuck y Zuid de Eloras, marineros de profesión, para tomar posesión mediante estas escrituras de uno de los barcos disponibles en su astillero – anunció Zuid triunfante.

      El funcionario agarró el documento con desgana y, leyéndolo por encima, vertió unas gotas de cera al final del mismo para después estampar el sello, cerrando el proceso de compra.

      • Diríjanse al puerto y pregunten por el muelle embarcaciones de recreo, donde les asignarán su nave. Buenos días. – dijo el funcionario devolviendo las escrituras sin levantar la cabeza.

      Zuid recogió el documento y, dando un respingo, se dio cuenta de que el barco había en efecto sido asignado a Culo, Miliciano de Galador. Ambos halflings se miraron y no pudieron evitar soltar una carcajada.

      • Disculpe, hmmm, señor funcionario. ¿Podría prestarme su pluma un segundito?. Resulta que mi amigo Zuck se ha olvidado de escribir una carta a su amiga Blenda, y… ya sabe usted, es esa clase de amiga y resulta que pronto será su cumpleaños. Si la mandamos pronto quizá llegue a tiempo – dijo Zuid consiguiendo a duras penas aguantar la risa.
    • Con vuelta – dijo el funcionario tendiendo la pluma.

    • Triunfante y con pluma en mano, Zuid apoyó el documento en la espalda de Zuck y procedió a escribir unos garabatos en el mismo. Al terminar, se podía leer: «Entréguese a Zuido, Ciudiliano de Elorasor, embarcación de mástil simple de clase barco. Firme aquí.», seguido de una más que acertada firma. «Zuido».

      • Aquí tiene su pluma, señor, gracias por su trabajo y dedicación. Es usted digno de admirar – dijo Zuid con los mofletes hinchados, a duras penas manteniendo la compostura.
    • Adiós – respondió el funcionario en tono seco, esta vez levantando la vista, quizá preguntándose a qué venia tanta risotada.

    • Tras abandonar la oficina y entregar el documento al guardia del puerto, éste señaló con el dedo hacia una pequeña embarcación que descansaba amarrada justo a sus espaldas. Ciertamente era de un solo mástil, como no era menos cierto que llamarla embarcación era toda una exageración. La vela mayor, hecha jirones por el constante viento de levante, parecía a punto de desprenderse de la botavara. Ésta, carcomida por la humedad y las termitas, estaba ligeramente inclinada hacia estribor. El mástil, igualmente dañado por los elementos, no era más que un tosco y mal labrado palo de madera de abedul. Las tablas que formaban el casco apenas habían sido cubiertas con betún.

      • ¡La joya de los mares!. Le llaman el intrépido. ¡Disfrútenlo!. – Dijo el guardia hacienda una reverencia burlona.

      Los halflings no podían salir de su asombro. Un barco entero para ellos solos!.

      • ¡Magnífico navío, gracias señor! – contestó Zuid dando saltos de alegría y hacienda gala de sus conocimientos náuticos.
    • No hay de qué, les regalo este catalejo y este sextante. Así podrán orientarse en alta mar – dijo el guardia entregando los aparejos.

    • Con un gran salto desde el borde del muelle, los dos compañeros subieron a cubierta. Inmediatamente al aterrizar, una de las tablas cedió ante el impacto y Zuck terminó tendido de bruces en la bodega, la cual se encontraba parcialmente anegada.

      << ¡Ufff, qué daño. Y cuanta agua!. Bueno, será normal, estamos en el océano >> pensó Zuck restregándose su dolorida rodilla.

      • ¡Bajad las velas, zarpamos de inmediato! – ordenó Zuid a la inexistente tripulación con las manos en el timón.

      Subiendo de la bodega, Zuck empuñó su daga y cortó las cuerdas que sujetaban el velamen sin pensarlo dos veces. Las velas, más trapo que vela, ondeaban ahora libres al viento.

      Y ondeaban. Y ondeaban…

      Una hora, dos horas. El barco no se había movido un ápice.

      • Esto es un poco más aburrido de lo que pensaba – masculló Zuck.
    • ¡No sea impaciente, grumete!. – le regañó Zuid con gesto serio desde su puesto de capitán de navío.

    • No dejas de mover el timón, pero esto sigue aquí parado. Yo me voy a la taberna de Takome. Ahora mismo, un buen estofado de cordero es lo que necesito, sí señor. – dijo Zuck dispuesto a saltar por la borda de vuelta al muelle.

    • Haciendo caso omiso, Zuid no se movió de su puesto, y siguió manejando con destreza el timón de un barco amarrado.

      El guardia, volviendo a su puesto tras el almuerzo, se quedó un rato contemplando la cómica escena antes de intervenir.

      • ¿Qué le parece si soltamos amarras, capitán mediano? – sugirió el guardia en tono jovial.
    • Si, en efecto. Soltemos… amarras – respondió Zuid disimulando su ignorancia.

    • << Un gran marino >> pensó el guardia, liberando la pequeña embarcación de los anclajes.

      Casi de inmediato, movido por la fuerte brisa, el barco viró hacia el norte, ignorando por completo los diestros giros de timón de Zuid.

      • ¿Todo bien, capitan? – Gritó el guardia, ahora ya a lo lejos.
    • ¡Estupendamente! – respondió Zuid al tiempo que alzaba su sombrero a modo de despedida, disimulando el miedo como podía.

    • << Veamos, si giro el timón a la derecha, supongo que evitaré esas rocas afiladas del acantilado. Me gustaría terminar mi aventura al menos poco más lejos que el faro de Aldara. Y, ¿cómo se frena esto? >>

      Su mente no paraba de hacerse preguntas. Girando el timón frenéticamente a diestra, comprobó con alivio cómo el barco se alejaba de las rocas, ignorando por completo que el giro obedecía a un súbito cambio en la dirección del viento.

      << ¡Lo tengo!>> pensó triunfante mientras el navío se dirigía hacia mar abierto.

      Visiblemente aliviado, decidió coger una de las cuerdas y atar uno de los brazos del timón al mástil para mantenerlo en posición mientras se preparaba para terminar con las provisiones sobrantes del día anterior que aún conservaba en su mochila. Justo cuando se disponía a dar el primer bocado…

      ¡Catapum!.

      Un súbito golpe de viento terminó por doblegar a la maltrecha botavara, no sin antes hacer una parada en la cabeza de nuestro héroe, el cual terminó tendido, derrotado e inconsciente sobre cubierta.

      • Aaaah, qué demonios… ufff, mi cabeza – gimió Zuid despertándose de súbito. Aún con los ojos entrecerrados, frotándose un enorme chichón en la frente, trató infructuosamente de ponerse en pie.
    • Despacio, pequeño amigo. No querrás perder la consciencia otra vez. A juzgar por ese chichón, has debido llevarte un buen golpe – resonó una voz masculina en tono sereno y pausado.

    • ¿Zuck?, ¿eres tu? – farfulló Zuid, tratando de orientarse mientras su vista iba poco a poco acomodándose a la claridad.

    • No conozco a ese tal Zuck, quizá un día puedas presentármelo – contestó la voz.

    • Tras unos segundos sentado, Zuid fue al fin capaz de recuperar el sentido de la orientación y alzó la vista. Lo primero que vio fue un gran palo medio enterrado en la arena de una playa desconocida. A lo lejos, mar adentro, tablas y velas flotaban inertes mecidas suavemente por la olas.

      • Creo que ese palo que ves ahí era tu mástil. Un poco tosco, si me permites la osadía – dijo la voz a sus espaldas.

      Al darse la vuelta, sus ojos se posaron en un hombre de mediana edad de rostro recio y piel ligeramente aceitunada.

      • ¿Quien eres tú?, ¿qué acento es ese?. ¿¡Dónde estoy?!. – dijo Zuid alterado.
    • Mi nombre es Mirrass, oriundo de Eldor. Estás en las costas de Avharanna, una pequeña isla al este de nuestro territorio. Mis condolencias, no he sido capaz de hallar al resto de tus compañeros de tripulación.

    • << Tripulación… ¡Zuck!. ¿Dónde estaba Zuck?. Oh Dioses, ¡se ha ahogado! >> pensó Zuid de repente presa de un repentino pánico.

      • ¡¡¡¡Zuuuuuck!!!!! – gritó al infinito horizonte.

      Compartiendo su dolor, el monje se sentó a su lado y posó una mano sobre su hombro. Así pasaron varios minutos hasta que, de pronto, Zuid alzó la vista, medio fastidiado, medio aliviado.

      • ¡Ese granuja!. Ahora me acuerdo, se marchó antes de zarpar. Verás cuando lo pille… No hay más tripulación que la que tus ojos ven – sentenció Zuid mirando al monje a los ojos con rostro serio.
    • No hay más tripulación. Vaya vaya, ¡debes de ser un gran marino para manejar un barco tú sólo! – dijo el monje visiblemente impresionado.

    • Zuid asintió gravemente.

      • Un gran marino .
    • Muy bien pues, puesto que no hay almas perdidas por las que rezar, aquí no hay nada que hacer para nosotros. Sígueme!, justo ahora me dirijía al poblado. Es la hora de la cena! – dijo el monje sonriendo.

    • Zuid se levantó al instante.

      • Ya que insistes, acepto tu invitación – respondió Zuid con una reverencia.

      Y así, repentinamente, unidos por la pérdida que no fue, ambos desconocidos tomaron el camino hacia el poblado.

      ¡Un gran marino!

       

      Rol:

      Zuck es la definición perfecta de demasiado adorable para tomarle en serio. La mayor parte del tiempo presenta un carácter jovial y desenfadado, producto del estilo de vida despreocupado de los halflings. Las pocas veces que se se siente incomprendido, molesto o insultado, su pequeño tamaño, incluso para la media halfling, unido a la cómica forma en que sus mejillas se hinchan cuando se enfada, suelen provocar más risas que disculpas. Más de una vez ha aprovechado esos momentos para hurtar alguna que otra pertenencia a modo de venganza. No obstante, el amor por lo ajeno suele ser la mayor motivación para tal fin. Su estilo de vida se podrií definir como hedonista, pero sin dejar de lado el bienestar de sus congéneres siempre que no conlleve demasiado esfuerzo.

       

      Objetivos:

      Como gran marino y aventurero que es o cree ser, Zuid aspira a visitar costas lejanas y conocer nuevos idiomas, gentes y sabores, no necesariamente en ese orden. Cuando el peso de los años se vuelva demasiado difícil de soportar, volverá a su hogar en Eloras a vivir en paz junto a su gran amigo Zuck. Quizá invite a algún que otro monje, especialmente su amigo Mirrass, a pasar una temporada en su tierra y les enseñe lo bello que es vivir sin trabajar de sol a sol.