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Mi niñez fue un poco complicada.
Tener dos padres chamanes sentía que no era lo mío.
Me encantaba lo referido al subterfugio. Ver a los feroces tiradores de mi ciudad, a los guardabosques y exploradores de Galador…
Todo eso me encantaba, Pero mis padres lo negaban rotundamente.
-¡Tu debes ser un chamán como todos!- Decían cada vez que me veían imitando a un cazador.
Mi vida obligadamente se veía forzada al camino del chamanismo.
Todo iba a cambiar al cumplir mis 16 años.
Mi padre había desertado al igual que mi madre.
Al parecer no querían ejecutar a un esclavo al que le habían tomado cariño.
El general me había citado a sus aposentos.
-¿Zreyderd? ¿Sabes por qué estás aquí ahora mismo?- Me preguntaba mientras apoyaba unos libros sobre una mesa de roble.
Negué con la cabeza muy nervioso.
El me miró inquisitivamente.
-Tus padres han desertado por no querer terminar con la vida de un sucio esclavo que se negaba a trabajar.- Decía mientras se sentaba en un taburete.
-No entiendo porque no me llevaron o qué-. Dije mientras agachaba la mirada
La puerta se abría mientras el general se daba vuelta.
Un lagarto con vestiduras de chamán se hacía presente en el recinto.
-Señor es él el objeto de prueba?-. Preguntaba mientras dirigía su mirada hacia mí.
El general asintió.
El chamán se acercaba a mí lentamente.
-¿Zreyderd? ¿Verdad?-. Preguntaba mientras me señalaba.
Asentí tembloroso.
-No temas Ozomatli no va a dejarte desamparado-. Decía mientras me examinaba.
-¿Que tiene pensado para él?. Preguntaba el general.
-Su complexión no es la más optima para volverse un miembro de la tropa de cazadores de la ciudad-. Decía mientras seguía mirándome.
Apoyó su mano en mi frente mientras recitaba un cántico extraño.
De la nada había quedado totalmente adormecido.
Al despertar me encontraba en un lugar que nunca había conocido en mi vida, y mis padres tampoco me habían hablado de él.
Cuando pude reincorporarme una sombra estaba ahí custodiándome.
La miré temeroso.
-¡Zreyderd! Me han comentado que te gusta el subterfugio!-. Exclamaba provocando un eco de ultratumba.
Asentí confuso.
-¡Permíteme presentarme!: Soy Razzle el ancestro cazacabezas!-. Decía mientras me acercaba sus sables.
-Los chamanes me invocan para ayudarlos en ocaciones… Pero esta vez me encomendaron instruirte en el arte de la caza como yo.- Al escuchar esas palabras mi corazón empezó a latir con euforia.
-Puedo escuchar el pálpito de tu corazón-. Decía mientras se acercaba a mí.
-¡Vamos Zreyderd empecemos ya mismo!-. Decía mientras me daba un pequeño empujón.
No sé cuánto tiempo había pasado pero gracias a Razzle y algunos que otros ancestros que me presentó me había perfeccionado en la comunión espiritual.
En segundos podía dominar un espíritu que me brindase ayuda en cualquier actividad.
La luna se encontraba en su máximo esplendor, y Razzle ahí estaba parado contemplando mi progresión.
-Ya estás preparado Zreyderd para lo que te espera-. Me Decía mientras se acercaba más a mí.
Vuelve a tu plano y habla con el general-. Asentí mientras me preparaba para volver a mi lugar.
Sentí como mi cordón de plata se movía con furia.
La sensación me hacía sentir en un viaje frenético donde gritos me aturdían al pasar a su lado.
Al abrir mis ojos el general ahí estaba, en el mismo lugar, con los mismos libros, como si el tiempo no hubiese pasado.
-Ya despertaste.- Decía e l general mientras me observaba.
Asentí.
-Quiero la cabeza de tus dos padres Zreyderd, Tráelas y te volverás alguien muy importante en la ciudad.- Decía mientras esbozaba una sonrisa.
-Así lo haré señor.- Dije mientras mi mirada aún se encontraba perdida.
Me reincorporé y salí del recinto.
Mi cuerpo se sentía muy ligero y sentía como si el tiempo fuese demasiado lento.
Tomé la puerta norte de la ciudad, y empecé a buscar rastro de los desertores.
No se si fueron días o horas, pero daba vueltas y vueltas mientras un eco que no cesaba me decía: -Debes matarlos, debes matarlos-.
La noche caía y el molesto croar de las ranas empezaba a irritarme.
Hasta que ahí los vi.
Escondidos en lo más recóndito del pantano.
Me moví sigilosamente hacia ellos, mientras mis labios se movían recitando un canto en silencio.
La primera fue mi madre, Con un hábil movimiento de muñeca le perforé el vientre mientras que con la otra mano sostenía su cabeza.
-Porque nos haces esto hijo-. Me preguntaba mientras sus ojos se tornaban blancos y su piel se ponía pálida.
No articulé palabra alguna, solo un leve siseo salió de mi mientras arrancaba el florete de su vientre.
La sangre ensuciaba todo mi cuerpo.
Desenvainé el sable que Razzle me había dado y con un fugaz movimiento cercené la cabeza de ella, mientras el cuerpo caía seco contra el fangoso suelo.
-Mi padre gritaba desaforadamente.
-¡OH gran Ozomatli por que nos haces esto!-. Gritaba mientras me le acercaba con la mirada perdida.
-Hijo no lo hagas.- Me pedía mientras el sudor y las lágrimas empapaban su rostro.
Sonreí sádicamente.
-Lo siento… Pero me dejaron solo no me llevaron con ustedes, y ahora es mi momento de enseñarles lo que le pasa a los seguidores que abandonan a Ozomatli.- Le decía mientras erguía mi cola.
Antes de que pudiese decir algo más un coletazo le había fracturado algunas costillas.
Es mi momento de darles la redención de mi dios…- Le decía mientras me aferraba al sable.
El cerró los ojos mientras se ahogaba con su llanto.
Apoyé el sable en su cuello y empecé a deslizarlo.
Su grito no me daba pena, Lo disfrutaba mucho de echo.
Al tocar la unión de su cabeza y su tronco me aparté y agité mi cola hacia él, La cabeza había salido volando.
Junté los 2 cuerpos decapitados en un rincón y contemplé como las alimañas se apoderaban de ellos.
Pillé los colmillos de sus bocas y los guardé.
-Esto será lo único que conservaré de ustedes.- Decía mientras me guardaba sus colmillos y guardaba sus 2 cabezas en un saco.
Entré a la ciudad y me dirigí a los recintos del general.
Golpee la puerta despacio, y como si estuviese esperándome la abrió en un segundo.
Entré y apoyé el saco en la mesa.
-Aquí está lo que me pidió señor.- Dije mientras le hacía una reverencia.
-Te felicito joven Zreyderd, estoy muy orgulloso de ti, Ozomatli está eternamente agradecido por aniquilar a esos desertores-. Decía mientras sonreía.
-Ve con los chamanes, alguien quiere verte ahí-. Me decía mientras contemplaba las 2 cabezas.
Asentí sin emoción alguna, y me aparté del lugar.
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