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El trinar de los pájaros, el bullicio de las carretas, y la luz que se escurría por las cortinas me había interrumpido mi sueño.
Tras unos minutos de mirar el techo, y los 2 cuadros de familias nobles colocados en cada esquina de la habitación decidí levantarme.
Levanté las sábanas de seda dejando entrar un frío golpe de viento que hizo estremecer mi cuerpo.
Me senté en el borde de la cama y observé mis ropajes colgados y mi arco apoyado en un rincón.
Me levanté y me vestí.
Hoy algo me decía que iba a ser un día muy agitado.
Di un último vistazo a la habitación para asegurarme de que no me olvidaba nada y marché.
Me adentré a la ciudad de Anduar y me dirigí a la taberna a por algo que desayunar.
El mercado se encontraba muy lleno, más de lo normal.
Apenas entré a la taberna Daesun me señalaba con el dedo.
– ¡EI tu Dreyhz! ¡A llegado una carta para ti!-.
– Me acerqué un poco dormido a la barra y lo miré.
– -¿Una carta, para mí?-.
– El asentía con la cabeza mientras dejaba un sobre en la barra.
– -¿Y bien? Que va a desayunar el señor?. Preguntaba mientras esbozaba una sonrisa-.
– Tomé el sobre y lo miré.
-Un poco de leche Takomita… Y esos jamoncitos Gnomos ¿Qué tal están?-.
– -Pues… El último que los pidió se fue más que contento. Decía mientras servía leche en un tazón, y preparaba los jamoncitos-.
– -Ya veremos… Le decía mientras contemplaba el lugar, intentando encontrar una mesa libre-.
– Recogí mi desayuno, mientras dejaba una bolsa de monedas sobre la barra.
– Me senté en un rincón de la taberna, y mientras bebía y comía miraba el sobre.
– Tras degustar mi desayuno decidí abrir el dichoso sobre.
– Saqué una hoja de papel, estaba escrita en un perfecto Dendrita.
– En ella decía: Hola pequeño zoquete.
– Tu amigo Quadzish De keel para Anduar.
– Me a llegado un encargo y necesito alguien como tu para concretarlo.
– Seré directo por que la verdad, no puedo cocinar partir cuellos y escribirte una jodida carta a la vez.
– Hace una semana una familia de estas grandes que controlan el contrabando en Keel se vino aquí a la taberna.
– El padre de familia estaba que se cagaba encima, unos bandidos le habían dicho que iban a matarlo si no se iba con cuidado.
– El vino pidiéndome alguien que lo escolte mientras cerraba un contrato con un mercader de Anduar, su miedo es que lo maten en el trayecto o en el cierre.
– Me ha dicho… -Mira necesito alguien que sepa esconderse, que si tiene que matar que lo haga, y que sobre todo no sea uno de esos de prefiero hablar antes de que derramar vísceras-.
– Yo apenas escuché eso me vino tu nombre como si de un golpazo de frío de estos de Keel te atacase.
– Le dije, pos mira la persona que tengo en mente no está en la isla, pero puedo ver si quiere aceptar el trato.
– La paga es mucha, y la mitad para ti y la mitad para mí.
– Ya sabes cómo funciona esto.
– Espero que te llegue a tiempo la carta.
– Con mucho odio: Quadzish, El que te da trabajo para que no seas un jodido muerto de hambre.
– Cogí el papel y lo hice un bonito pájaro.
– Para ti Daesun.
– Me levanté de la mesa y fui a la barra.
– -¡Ei Daesun! Ten aparte de tu paga. Le di la ave hecha con la hoja de papel-.
– El sonrió mientras tomaba el papel.
– Me salí de la taberna y me decidí por ir al muelle de Alandaen.
– Miraba todo a mi alrededor, no quería que nadie me siguiese.
– Mientras caminaba por la senda vi con el rabillo del ojo como una sombra se acercaba a mí.
– No lo pensé.
– Alcé mi arco, coloqué una flecha y tensé de él.
– En un segundo el cuerpo de un Kobold se encontraba tirado boca abajo.
– Me acerqué y un líquido morado brotaba de sus ojos salidos de sus órbitas, mientras una mueca dejaba ver sus dientes negros.
– -¿Hmm Un espía?. Me pregunté para mis adentros-.
– Iba hacer mejor que sea más cauteloso a partir de ahora, No quería dejar un camino de cuerpos por donde pase.
– Cogí el cuerpo por las patas traseras y lo empecé a arrastrar hacia el camino al muelle.
– Mientras caminaba un sonido me sorprendió.
– Cuando voltee a tras unas 5 hienas miraban al desgraciado con unas sonrisas en sus hocicos.
– Alcé el cuerpo por el aire y lo arrojé lo más lejos que pudiese.
– Al hacerlo veía como a la lejanía el cuerpo se estrellaba contra el arenoso suelo, y las hienas yendo hacia el cómo si de perros a por su hueso se tratase.
– Miré por un segundo el mórbido espectáculo qué las hienas me brindaban.
– El cuerpo era despedazado y la sangre y sus tripas atraían toda especie de alimañas que también querían comer.
– Les dediqué una dulce sonrisa a las hienas y seguí mi camino hacia el muelle.– -Ya está, no tendré que preocuparme por nada… La madre naturaleza me ayudó a cubrir probablemente, la muerte de un inocente. Me decía para mis adentros mientras caminaba raudo-.
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