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Una fuerte tormenta me había dejado varado en medio del mar.
Intentaba buscar algún resquicio de luz de un faro para orientarme…. pero no había nada.
Me dediqué a dar vueltas sin rumbo alguno, hasta que un silbido se acercaba a mi barco.
Cuando quise darme cuenta una corbeta estaba atacándome.
Por lo poco que pude ver sus dibujos y colores parecía una corbeta de Grimoszk.
Intenté girar todo lo que pude y cambiar de dirección pero 2 barcos más aparecieron.
El agua empezaba a filtrarse por las grietas y trozos de madera volaban por los aires.
Todo se iba a terminar cuando una fuerte ola golpease mi barco y se termine de destruir.
Mi mente había quedado totalmente en blanco.
Al despertar me encontraba en el pantano, enredado con musgo y los sapos croaban a mi alrededor.
Intenté reincorporarme pero mi cuerpo no respondía.
Intentaba escudriñar a mi alrededor para ver si tenía algo con lo que agarrarme pero nada, cualquier rama se partía con el simple contacto causa de la humedad del pantano.
Me encontraba totalmente indefenso, al parecer antes de ser arrojado aquí me habían despojado de todas mis pertenencias, incluyendo mis armas.
Pero… siempre es bueno traer un pequeño cuchillo escondido.
Saqué mi cuchillo que traía escondido en mis ropajes y procedí a tomar una rama de cualquier árbol.
Tras despojarla de la corteza pillé varias lianas y empecé a trenzarlas para hacerlas más fuertes.
El trabajo me había llevado demasiado, el sol ya había salido y yo aún seguía trenzando lianas.
La humedad hacía que fuese demasiado complicado trenzarlas, varias se rompían con el simple roce.
Tras tener una cuerda la anudé a los dos extremos de la rama.
Lo agarraba con la mano izquierda mientras que con la derecha probaba hasta donde podía tensarse.
Aproveché el sol y lo apoyé sobre una roca para que se seque de toda humedad que pudiese tener.
Luego agarré ramas mas pequeñas y empecé a despojarlas de corteza. Luego con mucha paciencia les intentaba sacar una punta considerable.
Ya el sol estaba por caer y yo tenía unas 70 flechas.
Me preparé, y decidí marcharme de ahí.
Mis movimientos eran lentos, el barro y las alimañas hacían casi imposible caminar a un ritmo considerable.
Tras llevar al menos una hora caminando hacia el norte llegué a sus márgenes.
Desertores merodeaban por ahí, mientras feroces cocodrilos esperaban al acecho.
Me intentaba mover con sigilo y llegar al noroeste, al cruce que separaba Zulk con Takome y llevaba a Aanduar.
Cuando me veía próximo al cruce un guardia estaba ahí vigilando.
Preparé mi arco y respiré profundo.
Lo apunté hacia él, y sin temblar liberé la flecha.
Yo sabía que mis flechas no iban a matar a alguien, y que tampoco iban a molestar mucho.
Pero Decidí darle en el ojo izquierdo. Sus alaridos hacían eco por todo el lugar.
Contemplé como llevaba su mano a su ojo intentando arrancarse la flecha.
Antes de que pudiese moverse preparé otra flecha y la lancé hacia el otro ojo.
El guardia se encontraba totalmente aturdido.
Tras esperar unos pocos minutos cayó al suelo.
No podía gastar flechas así que me aproximé a el y arranqué las dos flechas de sus ojos.
Una de ellas vino con regalo.
Sonreí mientras le sacaba una maza gelatinosa de su punta y la arrojaba al suelo.
El guardia no iba con mucho pero al no tener nada… decidí sacarle todo y irme a Anduar, los guardias no iban a demorar en llegar
Seguí mi camino mientras me deleitaba con la imagen de lo sucedido.
Hacía mucho que no veía una situación así.
Llegué al cruce y suspiré.
La noche ya estaba demasiado cerca y yo no podía darme el lujo de quedarme descansando por ahí.
Trepé a un árbol y me quedé sentado por unos minutos mientras contemplaba mi arco.
-Que hermoso es-. Decía mientras lo acariciaba.
Volví a sonreír y salté del árbol.
Tenía que llegar a Anduar y terminar con lo que me habían encargado…
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