Inicio › Foros › Historias y gestas › Una estrella brillando al interior de la montaña
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El amanecer visto desde lo alto de la montaña rúnica era magnífico. Las diferentes tonalidades rosas y anaranjadas que teñían el cielo bañaban lentamente al gigantesco bosque que cubría las faldas del cerro con un manto verde infinito. El sonido del viento chocando con las hojas inundaba la atmósfera con una sensación de armonía y tranquilidad.
Luego de varias horas de esfuerzo, la joven semi-elfa Faethyra consiguió descifrar las inscripciones escritas en élfico antiguo que adornaban la pared de la montaña. Estaba cansada y maltrecha puesto que llevaba días investigando la zona y las provisiones con las que contaba ya comenzaban a agotarse
-Dôl gîn lost. -pronunció Faethyra con voz firme y segura colocando una de sus manos sobre la pared.
Cuando la joven exclamó las palabras en voz alta, el muro se iluminó con una tenue luz blanca mientras una delgada línea plateada comenzó a formarse a los pies de la piedra. Esta se dividió en dos de forma vertical abriéndose lentamente dejando el paso libre hacia el interior de la montaña. Todas las inscripciones que estaban grabadas a su alrededor comenzaron a parpadear.
-Entonces era verdad… -pensó la semi-elfa mientras una entrada comenzaba a formarse en la montaña.
A simple vista el interior de la estancia lucía como una antigua torre derruida y olvidada por el paso de los años. El inmenso salón principal estaba hecho de marfil y sus paredes se encontraban adornadas con extrañas inscripciones rúnicas que parecían brillar en la oscuridad. En su centro, una hermosa bola de cristal fabricada hace siglos a partir de un meteorito resplandecía como si de un diamante pulido se tratase. Poderosas emanaciones mágicas parecían surgir desde su interior.
A pesar de que los encantamientos que poseía el orbe habían sido imbuidos hace siglos dentro del cristal, este no parecía haber perdido un ápice de su poder. Incluso para Faethyra, con todos sus años de estudio y de la afinidad natural con la magia con la que contaba su raza, no le resultaría para nada fácil controlar aquel poderoso artefacto.
Faethyra, quien llevaba años buscando aquel orbe, pronunció un hechizo de protección sobre sí misma para luego posar su mano sobre él. Un ensordecedor grito estremeció sus tímpanos al momento que su mano hizo contacto con la bola mientras una mágica fuerza intentaba penetrar su voluntad. Las runas inscritas a lo largo de las paredes comenzaron a moverse murmurando inteligibles palabras en la mente de la joven mientras esta no apartaba su vista del centro del cristal.
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El interior de la piedra comenzó a tomar vida vibrando y alternando sus tonalidades entre azul, negro y púrpura. Su densidad también parecía pasar de ser un duro cristal a una masa elástica y gelatinosa que provocó que los dedos de la semi-elfa penetraran dentro del orbe.
Cientos de imágenes se formaron en el interior del cristal en las cuales Faethyra comenzó a reconocer lugares y personas. Aunque las visiones aparecían y desaparecían sin darle tiempo para comprender lo que estaba viendo, ella sabía lo que debía hacer puesto que no era la primera vez que se enfrentaba a uno de estos mágicos artefactos.
-Tal cual como decían las inscripciones…-pensó Faethyra dejándose llevar de forma hipnótica por las formas y colores que comenzaron a tomar forma dentro del cristal.
La primera imagen que apareció en el orbe fue la de una una recién nacida Faethyra en los brazos de un hombre encapuchado desconocido. Este le entregaría la pequeña semi-elfa a una mujer la cual Faethyra reconoció como una joven versión de su madre, Lady Yumiana Vaior’asa.
La joven distinguió los lujosos tapices y cuadros que adornaban la estancia como el hogar donde se crió, entendiendo que lo que estaba viendo en ese preciso momento era su pasado.
-Aquí está la niña tal cual como habíamos acordado mi lady -alcanzó a decir el encapuchado antes de que la visión se difuminara por completo en un espectáculo de luces y colores.
Una nueva imagen comenzó a formarse en su interior. Esta vez una Faethyra de aproximadamente unos seis años de edad se encontraba mirando a las estrellas desde el jardín de la mansión Vaior’asa. El mismo hombre que vio en la aparición anterior señalaba con su mano hacia el firmamento. Este parecía estar enseñándole a la niña una constelación en particular.
-¿Ves esas cuatro estrellas que brillan más de lo normal Faethyra?- preguntó el encapuchado mientras que la imagen del orbe nuevamente comenzaba a desvanecerse en un remolino de formas y tonalidades.
A la semi-elfa le pareció curioso no acordarse de aquel hombre pero inmediatamente reconoció las estrellas de las cuales este habló en la visión. Las mismas estrellas que la llevaron a encontrar los manuscritos que hacían mención del poderoso orbe que en este preciso momento se encontraba en sus manos.
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Faethyra llevaba apenas unos segundos inmersa en la magia del poderoso cristal y ya se encontraba exhausta. La batalla mental que estaba llevando a cabo para no perder el control de aquel artefacto comenzó a agotarla rápidamente. Aun así la semi-elfa estaba segura de poder resistir un poco más y continuó en su portentosa búsqueda.
Luego de que la entrada se cerrase tras Faethyra, el brillo diamantino del orbe era la única fuente lumínica de la estancia. Las runas que adornaban las paredes por momentos adoptaban las mismas tonalidades provenientes del interior del cristal y pequeños temblores provocaron la caída de cuantioso polvo desde las grietas de la parte superior de la montaña.
-Mior escudis. -pronunció la semi-elfa reforzando con poderosos encantamientos el blindaje mágico que había escogido para protegerse de las intromisiones psíquicas del orbe. Una tenue luz amarilla bañó su cuerpo de pies a cabeza brindándole con el coraje necesario para continuar.
Una nueva imagen comenzó a formarse al interior del orbe. Esta vez la semi-elfa se vió a sí misma con unos veinte años de edad dentro de una oscura mina junto a su padre y sus hermanos. La familia Vaior’asa contó por siglos con los mejores mineros semi-elfos que se vieron en Veleiron.
Con una habilidad comparable a la de un enano promedio, los Vaior’asa eran conocidos por su afinidad mágica natural para detectar y encontrar todo tipo de vetas de piedras preciosas en el corazón de la montaña. La familia solía comerciar las gemas con el gremio de danzantes rúnicos de Veleiron quienes las utilizaban como catalizadores para potenciar sus encantamientos y marcar sus armas. Faethyra estaba acostumbrada desde niña a buscar y extraer gemas y piedras preciosas. Era uno de sus pasatiempos favoritos puesto que su brillo solía recordarle al titilar de las estrellas del firmamento.
-¿Qué crees que signifique esto padre? -preguntó Faethyra luego de encontrar una serie de marcas extrañas en una de las paredes en las cuales se encontraba trabajando.
-Son antiguos grabados…escritos probablemente en élfico antiguo…Runas que posiblemente alberguen un gran poder… Dijo Kain mirando con extrañeza a su hija. -Nunca las había visto antes, siendo que llevo años trabajando en esta mina. ¿Cómo las has encontrado? -Preguntó.
-No lo se padre, solo comenzaron a brillar cuando toque la roca con mi mano. ¿Quieres verlo nuevamente? -preguntó Faethyra posando su mano sobre una de las marcas.
Las runas comenzaron a brillar con más fuerza que antes mientras un leve temblor comenzó a sacudir la mina. Grietas comenzaron a abrirse en el techo mientras grandes trozos de roca se desprendían de las paredes causando derrumbes a lo largo de la mina. Algo grave estaba a punto de suceder.
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La imagen del derrumbe de la mina comenzó a difuminarse lentamente del cristal. Aquel día, Faethyra perdería a su padre y sus hermanos siendo ella la única que consiguió salir con vida del accidente. Nuevas formas comenzaron a aparecer al interior del orbe mientras que la semi-elfa sufría los estragos de aquel poderoso artefacto. La joven apenas conseguía mantenerse en pie mientras un sudor frío estremecía su cuerpo.
-Nunca había sentido una magia tan poderosa…-pensó Faethyra.
La temperatura del orbe descendió rápidamente al punto de comenzar a congelarse. La mano de la semi-elfa se vio envuelta en hielo mientras una delgada esquirla atravesaba la palma de su mano. El color del cristal cambió a una tonalidad semi-transparente mientras que con la sangre de la joven comenzaban a formarse nuevas imágenes dentro de él.
Varios años habían pasado desde el derrumbe de la mina. Faethyra se encontraba sola en la mansión Varior’asa, la cual se encontraba sucia, desordenada y en estado de abandono.
Atrás habían quedado los años de apogeo de la familia Varior’asa la cual nunca se sobrepuso a la tragedia sucedida aquel día del derrumbe.
Los escritos en élfico antiguo que Faethyra había visto en aquella pared justo antes del accidente habían quedado grabados en su memoria y la tenían al borde de la locura. Su rostro lucía demacrado y sus atuendos completamente descuidados. Las paredes de la mansión estaban cubiertas de marcas y runas que la semi-elfa había escrito incluso hasta con su propia sangre. Varios cuerpos de desconocidos yacían alrededor de la habitación.
-¡Deja todo lo que estás haciendo ahora ya y entrégate Faethyra! -exclamó alguien desde fuera de la mansión.
Un grupo de guardias liderados por un hechicero entraron por la fuerza a la estancia encontrándose con la macabra escena. Estos se llevaron a la semi-elfa a los calabozos de Veleiron mientras esta intentaba resistirse lanzando golpes y balbuceando improperios en idiomas desconocido.
-Tan solo recordarme de Veleiron y su gente me da asco…-pensó la semi-elfa cabizbaja mirando el centro del cristal.
La imagen comenzó a desaparecer en un remolino de formas y colores. La temperatura del orbe comenzó a subir derritiendo el hielo que tenía a su alrededor cambiando a una tonalidad roja brillante. El calor se volvería insoportable por momentos causando leves quemaduras en la mano de Faethyra. Las runas de la cueva se iluminaron del mismo color.
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Faethyra no pudo remover su mano de la incandescente piedra pues el orbe se había solidificado alrededor de su brazo. El dolor causado por el fuego vino acompañado con una nueva visión que comenzaría a formarse entre chispas y estallidos. La obstinada semi-elfa aguantó las quemaduras y continuó mirando dentro del orbe.
Esta vez se vio encadenada en una habitación sucia y oscura. Su aspecto era desolador y el olor putrefacto que emanaba debido a la orina y las heces en las que estaba rodeada parecía atravesar el cristal del orbe. Faethyra lucía como que no había comido durante semanas. Sin duda llevaba un buen tiempo encerrada en esta prisión.
Un grupo de enanos irrumpió en la habitación. Uno de ellos se acercó a una sedienta Faethyra con un jarrón de agua vaciando su contenido en el suelo. El resto se rió de la escena mientras lanzaban todo tipo de improperios contra la semi-elfa capturada.
-¿Nos vas a decir el significado de la inscripción? ¡No nos tomes por tontos! ¡Sabemos que has estado ahí antes! -pronunció quien parecía ser el líder de los enanos quien vestía una brillante armadura de mithril con un medallón de Eralie colgado alrededor de su cuello.
La Faethyra del presente recordó todo sin un ápice de nostalgia. Atrás había quedado la feliz e inocente vida de una joven noble veleironita con importante apellido para dar lugar a la temida y oscura maga que es el día de hoy. El fin justificaba los medios y sería capaz de cualquier cosa en pos del conocimiento rúnico.
Su curiosidad innata por las runas, inescrupulosas formas de investigación y sospechosos “accidentes” la habían transformado en una hechicera errante desterrada con una infinita sed de poder. Era considerada enemiga en muchos pueblos y ciudades de Eirea incluyendo Veleiron, la ciudad la que la vio nacer.
Cuando el líder de los enanos le dio una bofetada a la Faethyra prisionera de la vision, esta utilizaría la mano que había conseguido soltar de la cadena (un par de días atrás) para tocar una marca que había preparado a escondidas en la pared a la cual estaba captiva. La runa procedería a iluminarse produciendo un ensordecedor ruido que puso a los enanos de rodillas en el suelo.
-FUE. -pronunció Faethyra causando que la runa explotase en una ardiente bola de fuego que quemó a los presentes con poderosas llamas mágicas. La semi-elfa, quien había preparado un hechizo de protección contra el fuego sobre sí misma, reía como desquiciada ante la vista de los chamuscados enanos que yacían muertos en el suelo. Cuando la hechicera se percató que una forma humana encapuchada la miraba desde una esquina de la habitación la imagen comenzó a parpadear para luego desaparecer. Parecía ser el mismo hombre de las visiones anteriores.
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Las flamas que habían atravesado el orbe se extinguieron rápidamente junto con la imagen de la prisión. La tonalidad de la piedra cambió a un verde oscuro. Las quemaduras que Faethyra tenía en su brazo desaparecieron mágicamente haciendo entender a la semi-elfa que aquel fuego había sido una ilusión.
Hojas y raíces de diferentes plantas comenzaron a salir desde el interior del orbe formando una especie de enredadera que llegó hasta el suelo para luego expandirse por las paredes. Faethyra, quien estaba con su mano aún solidificada dentro de la esfera vio con sorpresa como varias flores de diferentes colores comenzaron a brotar de su brazo.
Nuevamente una imagen comenzó a formarse dentro del orbe. Esta vez Faethyra se vio a sí misma montada sobre una inmensa bestia que galopaba a toda velocidad. El animal de pelaje marrón y colmillos amarillentos era un huargo, montura típica de orcos y otros seres anárquicos provenientes de lejanas tierras del norte.
-¡Por aquí! -exclamó la hechicera en el idioma de los orcos mientras rodeaba una ladera.
Un grupo de orcos montados galopaba junto a Faethyra cuidando su retaguardia. Esta parecía estar al comando del batallón el cual seguía sus órdenes más por terror que por respeto. Las represalias de la malhumorada semi-elfa eran conocidas en Golthur-orod y su relación de amistad con el comandante Glorbaugh le habían otorgado un rango militar dentro de la ciudad.
Tan solo esa mañana un jefe de avanzada goblin se atrevió a dudar de la posición de Faethyra dentro de la horda negra siendo desintegrado por la hechicera con un hechizo. La semi-elfa transformó el cuerpo del desafortunado en cenizas con un chasquear de sus dedos provocando que el resto de goblins se arrodillara ante ella suplicando piedad.
La reacción de los huargos al olor de su presa junto con las observaciones mágicas que había hecho la semi-elfa habían puesto al grupo en el camino correcto. La misión consistía en dar caza a un grupo de humanos que llevaba consigo un grimorio arcano que había sido desenterrado desde una cripta de eras pasadas.
Una vez con el grimorio en su poder, Faethyria observaría con placer la cruda escena que quedó a su alrededor luego de darle caza a los humanos. Aunque sin extremidades, solo uno de ellos seguía con vida mientras era crudamente devorado por uno de los huargos.
-Así que los rumores de la semi-elfa amiga de los orcos eran verdad… -alcanzó a pronunciar el desdichado hombre antes de ser partido en dos por las salvajes bestias que hicieron festín de las víctimas abatidas aquella noche. La imagen comenzó a nublarse para luego desaparecer.
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Las hojas y raíces que rodeaban al orbe comenzaron a secarse rápidamente hasta transformarse en polvo como si el tiempo hubiese acelerado. La esfera comenzó a tomar tonalidades blanquecinas hasta volverse una sólida bola de platino. El brazo de Faethyra, que aún estaba en contacto con el orbe, se había vuelto completamente de metal.
La imagen de una muy joven Faethyra se vio reflejada en el orbe. Esta vez se encontraba junto a sus hermanos (entre otras decenas de niños) practicando el arte de la espada en los barracones de Veleiron. Sus padres, quienes habían contratado al mejor tutor de combate cuerpo a cuerpo que la ciudad podría proporcionar, observaban con atención el desarrollo y aprendizaje de sus hijos en el arte de la guerra.
-¡Lo más importante es controlar el centro de gravedad cuando preparan el ataque! -exclamó el tutor a los estudiantes mientras giraba sobre sí mismo sin perder el control de su cuerpo con movimientos finos y elegantes.
El danzante rúnico Dyth, uno de los guerreros más habilidosos de la ciudad guiaba los entrenamientos que los niños llevaban a cabo con sus espadas de madera. Faethyra parecía tener un talento natural por sobre los demás por lo cual el instructor solía ponerla al frente de la fila para que el resto de estudiantes aprendiese de ella.
-¡Así pueden estar preparados para contraatacar o esquivar si es que es necesario! -dijo Dyth quien luego de asestar un rápido golpe con la espada procedió a hacer un salto mortal hacia atrás quedando a las espaldas de Faethyra a quien estaba utilizando como ejemplo.
Los estudiantes continuaron con la práctica tratando de ejecutar los movimientos enseñados por el tutor. Faethyra resaltaba entre los demás por su agilidad y control de la espada poniendo en vergüenza a los demás niños quienes la miraban con admiración y un poco de recelo.
-El talento de la niña es admirable. ¿Han pensado sobre mi proposición? -preguntó Dyth a los padres de Faethyra.
Dyth había estado tratando de convencerlos hace un tiempo para que la niña se uniese como iniciada al gremio de danzantes rúnicos. Usualmente reclutaban semi-elfos de mayor edad pero la joven Faethyra había demostrado su valía múltiples veces en los campos de entrenamiento.
La imagen comenzó a difuminarse lentamente mientras la esfera de platino se volvió un cristal semi-transparente. La visión de sus padres y hermanos en Veleiron provocaron que una lágrima rodara por la mejilla de la semi-elfa que cayó sobre el orbe el cual empezó a latir con fuerza emanando una benevolente magia desde su interior que desconcertó a la hechicera.
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Faethyra observó cómo el orbe se transformó en una bola de carne viva. Esta extraña materia orgánica comenzaría a solidificarse formando un duro cuero negro del cual creció un denso y oscuro pelaje. La esfera adquirió el aspecto de un gran párpado cerrado del cual comenzaron a salir hormigas y gusanos que inundaron la habitación.
Lentamente el ojo comenzó a abrir sus gruesos párpados dejando caer viscosos fluidos al suelo de la estancia. Una gigantesca pupila vertical de color negro se moveria desorbitadamente en todas direcciones hasta encontrar la mirada de la semi-elfa tratando de someterla. La obstinada hechicera no se dejaría dominar por aquella poderosa presencia.
Faethyra nuevamente se vio a sí misma reflejada en el iris de la bestia. Esta vez estaba en una especie de arena de combate enfrentando a un gigantesco huargo jorobado. Decenas de orcos y goblins observaban el espectáculo desde las galerías del emplazamiento destinado para este tipo de eventos. Estos insultaban con todo tipo de improperios a la semi-elfa.
-!Waaaaaaaaaag! ¡Comete a eza zuzia elfa! -exclamó el maestro de bestias orco propinando un latigazo en un costado del huargo.
La imagen del inmenso huargo se reflejó en el orbe. Este majestuoso animal destacaba entre sus pares por su tamaño llegando a medir casi tres metros de altura. Unos incipientes colmillos de color amarillo oscuro sobresalían por los costados de su hocico otorgándole un aspecto aterrador. El animal no había sido alimentado en días para incrementar su salvajismo.
La bestia gruñó ferozmente mientras propinaba poderosas dentelladas al aire. La semi-elfa evitaba hábilmente las acometidas sin despegar su mirada del huargo. Aunque se encontraba desarmada mostraba un total dominio de la situación. La hechicera no buscaba dañar al animal y por momentos parecía intentar comunicarse con él.
-¡Uglúk u bagronk sha pushdug! -exclamó la semi-elfa quien parecía hablar el lenguaje de las bestias. Este respondería con un sutil movimiento de sus orejas.
Con un ágil movimiento la semi-elfa se montó en en animal el cual con el paso de los segundos parecía ceder a la voluntad de la hechicera. La bestia intentó deshacerse de Faethyra pero ésta lograría mantenerse en el lomo del huargo haciendo gala de su destreza y control.
-Mabaj nar armauk. -susurró Faethyra a los oídos del huargo acariciándolo. El animal, que había dejado de gruñir, se sentó mansamente en sus patas posteriores permitiendo que la semi-elfa bajase de su lomo.
La imagen comenzó a desaparecer por completo al mismo tiempo que el orbe cerró su párpado. La piel que rodeaba al orbe se evaporó en el aire dejando a relucir una pura y cristalina esfera de cristal color rubí. Los insectos que inundaban la estancia desaparecieron por las grietas de la cueva mientras que Faethyra trataba de asimilar lo visto en aquel reflejo.
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Faethyra sintió una poderosa presencia entrar en la habitación. Aunque no se dejaba ver a simple vista, la semi-elfa quedó impávida al sentir como aquel mágico ser se acercaba a ella lentamente. Este dejaba una estela de magia tras cada uno de sus aletargados pasos.
Todas las imágenes contenidas dentro del cristal se fusionaron en una especie de remolino el cual luego de parpadear desapareció. El orbe se transformó en un espejo en el cual Faethyra se observó a sí misma junto al extraño hombre encapuchado de las visiones del cristal.
-Al fin puedo hablarte Faethyra… -dijo el hombre. Este sostenía una hermosa espada bastarda de reluciente y ancha hoja.
Aunque no veía a nadie a su lado, la etérea forma de aquella presencia se reflejaba claramente en el orbe. La semi-elfa sintió una extraña sensación de familiaridad en la voz que le hablaba desde el cristal.
-Cada paso que has dado en tu vida te ha traído a este momento…y yo estuve a tu lado en cada uno de ellos…eres una heredera de los antiguos…eres mi heredera…y el lugar en el que nos encontramos es la cripta donde yace mi tumba…esta espada es tuya…con ella encontraras mas respuestas… -dijo la etérea forma con una gutural voz.
Faethyra intentó comunicarse con aquel ser pero este parecía no escucharla. La semi-elfa entendió que el mensaje había sido grabado hace mucho tiempo, incluso antes de que ella naciera. Este solo podía ser activado por ella o por alguien de su linaje.
Cuando el hombre terminó de hablar se recostó junto a la espada sobre el pedestal el cual resultó ser su tumba. Faethyra, con el permiso del hombre, abrió la tumba y se encontró con los restos de un cuerpo que por su estado y antigüedad parecía pertenecer a otra era. La resplandeciente espada arcana se encontraba a su lado en perfecto estado.
La espada se iluminó con un leve fulgor de color verde esmeralda cuando Faethyra la tocó con una de sus manos. Las runas en su empuñadura comenzaron a brillar aceptando a la semi-elfa como su nueva dueña tras haber estado más de una era guardada esperando este momento.
Aunque eran pocas, esta no era la única espada arcana que existía en Eirea. Tras años de investigar sus inscripciones y encantamientos la semi-elfa fue aceptada en la congregación rúnica donde el requisito principal era poseer una de estas espadas. Junto a ellos Faethyra continuó su estudio de la magia rúnica transformándose en la semi-elfa más poderosa de dicha agrupación.
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