Ya preparé mis cosas, y ensillé a mi AinundalË.
Ahora solo queda ir al ejército con todo el valor que reuní y retirarme, y dejarle el puesto a alguien capaz de poder hacer cosas que yo no puedo…
Tras pensarlo un rato me digné a entrar, y mirar al oficial, que se encontraba sorprendido al verme.
Le hice una reverencia, y con una fugaz mirada a sus ojos, y con lágrimas que querían salir de mi, le dije: lamento no ser lo que esperaba de mi.
Lamento no ser capaz de llevar el imperio a la victoria.
Lamento irme a si, pero ya no soy digno de portar esta insignia.
No soy digno de tener este mando tan alto.
Prefiero que este puesto lo tenga alguien que sepa hacerlo valer.
Yo prefiero marcharme de la ciudad. Y reflexionar sobre lo que hice, y sobre lo que no hice.
Dakharhu, Dakharhu Daerionh.
Se que te sientes inútil.
Tu corazón desea muchas cosas.
Y veo perfecto que decidas marcharte y pensar mejor las cosas.
Pero el imperio siempre te recordará.
Aunque tu pienses que no, el imperio y las ciudades aliadas te deben mucho.
Siempre te recordaremos como el que afrontó la muerte solo para ayudar aliados.
Ahora ve con la frente en alto Dakharhu.
Ve y el imperio siempre te esperará.
Dakharhu Daerionh, comandante del ejército de Dendra.
Al escuchar esas palabras no pude evitar demostrar lo que no quería que nadie viera.
Mis lágrimas empezaron a caer, mis ojos ardían, pero mi corazón ya se sentía libre de todo.
Al cerrar la puerta detrás de mí, los soldados se quedaron estáticos, y empezaron a hacer reverencias.
Al menos me estaba yendo como alguien que no había defraudado su imperio, como lo pensaba.
Mientras recuerdos invadían mi mente iba lentamente hacia la puerta sur de la ciudad.
La gente me reverenciaba, y me decían palabras que siempre llevaré con migo.
Al salir junto a mi montura galopé hacia cualquier dirección, ya no importaba nada.
Solo iba a seguir mi instinto, y intentar mejorar en mi oficio, y hacer que vuelva la legión Daerionh
