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ya pasaron 8 años de aquel momento donde me topé con el Seldarita.
8 años y sigo volviendo a ese lugar, ese callejón donde dijo que iba a verme cuando esté preparado.
Yo sigo aferrado a mi odio hacia los Eralie, y Hiros.
Y la herida de mi pecho me lo recuerda todas las estaciones de frío.
Era un día de intenso frío en las calles de Anduar.
Yo me decidí a aprovechar mi mañana en las canteras de esa ciudad.
Me había ganado la vida últimamente fabricando pequeñas artesanías, que al menos me daban un par de platinos para no dormir en la calle como hice los últimos años.
Y en esa cantera, con un pico iba sacando piedra, y una que otra gema que podían servir.
Era un día normal en mi solitaria vida.
Pero por alguna razón había perdido por un segundo la consciencia y me había caído de bruces al suelo.
Muy mal, muy mal…
La punta de mi lanza se me había clavado en el pecho.
Como una enorme estaca.
El dulzón de la sangre llegaba a mis labios, y el palpitante dolor, junto a mis músculos totalmente tensos como si pudiesen romperse en cualquier momento. Me hizo desmayarme.
Al despertar me encontraba en una casa, no parecía lujosa ni mucho menos.
Era una casa muy rústica.
Allí se encontraba un anciano sentado en un pequeño banco de roble.
Junto a mi que me encontraba acostado en una cama, que parecía a ver visto muchas eras.
Intenté reincorporarme pero un intenso pinchazo en el pecho me hizo recordar lo que me había sucedido.
El anciano se apoyó en su bastón de un blanco marfil, y se acercó a mi.
Threyck, Threyck…
Hijo te salvé por poco, de hecho estabas en un delirio entre rezos a un dios llamado hiros, y otro llamado Eralie.
Pensabas que te iban a ayudar hijo?.
Asentí con mi cabeza.
No lo se, no recuerdo nada: dije murmurando.
Intenté vendarte el pecho con tu bolsa de minerales que rompí un poco, solo para hacer una venda.
Prometo conseguirte otra.
El anciano se encontraba fatigado por estar parado, parecía que los pulmones se les iban a explotar.
Hijo… en tu mirada veo mucho odio, odio hacia 2 dioses.
Pero sabes que ellos no son culpables, los culpables son los que ejecutan su palabra.
Soy un ermitaño que no cree en nada de dioses, ni fantasías, creo en la fuerza de voluntad.
Y tu tienes demasiada fuerza de voluntad.
Cualquier persona con tu alimentación escasa, y tus lesiones sin curar, había muerto con esa herida que llevas en tu pecho.
Pero tu no, de hecho, cuando te encontré te estabas intentando levantar, con la punta de la lanza atravesando tu pecho.
Encontré esto en tu mochila.
El anciano me acercó un libro, con una tapa hecha de piel, piel de infieles.
Eso es el canon de Seldar hijo… estás seguro a lo que le estás empezando a creer?.
Te daré un consejo… dijo mientras se levantaba, y se acercaba a mi cama.
si tu crees que Seldar te dará el poder, y lo que necesitas para vengarte, hazlo, por que tu mirada me dice que el odio te terminará carcomiendo por dentro.
Y terminarás consumido por la ira, y por la necesidad de venganza.
Clavé mi mirada en sus ojos, y asentí con la cabeza.
Señor, muchas gracias por la ayuda, y por ese consejo.
Lo tendré en cuenta…
Shhh me dijo mientras volvía a su banco, descansa, necesitas reposar y curar esas heridas.
Caí en un profundo sueño y podía soñar con el momento.
El momento donde Seldar me acogería en su ceno y me iba a guiar en el camino de la verdad, y el odio.
Estuve en ese lugar unas 2 semanas.
el ermitaño estuvo como si fuese mi padre, curaba mis heridas con extrañas plantas, y me dio un buen consejo para poder manejar en perfecta armonía la inercia.
Siempre que ejecutes la inercia, tu mente tiene que estar en blanco, y dejarte fluir por la energía.
Al hacerlo sentí como que mi cuerpo se moviese por si solo, y la fuerza de mi brazo era enorme.
El ermitaño era algo que anhelaba, anhelaba una compañía, algo que esté con migo.
Por que me sentía vacío , muy vacío.
Al marcharme, el me dio un regalo.
Era un diamante.
Threyck este diamante quiero que lo uses en su tiempo, e visto que tienes una imaginación prodigiosa para la artesanía.
Cuando hagas tu obra maestra quiero que le engarces este diamante.
Me lo podrías prometer, podrías prometerle eso a un anciano?.
Asentí con mi cabeza.
Se lo prometo señor, y le debo mi vida.
Lo abracé y me marché.
Ahora esta herida y este diamante es lo único que me hace acordar a lo que aspiro.
Perfeccionar más y más en el arte de la lancería.
Y poder crear mi obra maestra de artesanía.
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