Inicio › Foros › Historias y gestas › Vida y Obra de un Genio II
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Miraba con el ceño fruncido aquella roca, consultando inquieta y constantemente su AparatoDePosicionamientoSolar, inmóvil en cuanto a la posición de sus pies, eso sí. De repente, un estruendoso ruido hizo volar a las bandadas de pájaros de las arboledas cercanas y produjo un gran revuelo entre los diferentes roedores de la zona, acto seguido la montaña se abrió en dos y franqueó el paso al diminuto gnomo que apenas había variado su expresión corporal.
Una gran mesa de piedra presidía la estancia, rodeada de pequeños mojones de piedra tallada, a modo de taburetes, donde los dos enanos y el gnomo compartían unas cervezas mientras dialogaban:
- Mirar esta estancia, parece un lugar de culto…. ¡de culto hedonista a vosotros mismos!
Los enanos se sobresaltaron como si alguien hubiera derramado el último barril de cerveza de todo el reino.
- Solamente os digo que una pequeña contribución no es nada comparado con las horas que he dedicado a su diseño…
- Debes comprender –interrumpió conciliador uno de los enanos- que la piedra y mithril que nos pides está extraída con el sudor de nuestra frente…
- ¿No es cierto que cuando vuestros túneles se derrumbaban día sí y día también, fue mi pueblo quien os tendió la mano?
Ambos enanos asintieron refrenando su impulso de replicar.
- Y ¿No es cierto también que cuando hasta el último pico de este reino cedía ante la dureza de las más suculentas vetas acudisteis a nosotros y volvisteis con la solución en forma de TaladroParaPicarMedianteVálvulas
?
Agachando aún más la cabeza los enanos volvieron a asentir.
- No hablo de cobrar deudas, si no que apelo a vuestro compromiso con nuestro pueblo, que se remonta a tiempos inmemoriales y solicito una mísera ayuda en forma de materiales para poder mejorar las prestaciones de tan maravillosa obra de la ingeniería gnómica.
Los enanos se miraron fijamente, suspiraron y asintieron al unísono.
- Cuenta con ellos.
El viejo gnomo se levantó algo más sonriente que de costumbre, aunque era difícil de percibir bajo su perenne máscara de seriedad, conocedor de que había ganado una ardua batalla, se despidió pegando el último sorbo a su jarra de cerveza y dando un gesto de despedida a la vez que se tornaba enfundado en su capa, perdiéndose al fondo de la estancia y dirigiéndose al lúgubre corredor de salida.
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