Nherzog se movía rápidamente por en medio de toda aquella algarabía, cual pez en el agua, un par de reproches por aquí, unas consignas a los GnomosConUnPocoMásDeResponsabilidadQueElResto por allá, consultas y reconsultas de última hora a los planos, repaso mental de los cálculos….
Las mercancías habían llegado hace un par de noches, siguiendo lo comprometido por los enanos y el inicio de las obras se había visto retrasado por las condiciones cambiantes de viento y precipitaciones en la zona en pasadas jornadas. La catapulta, la gran catapulta de Ak’Anon, se encontraba oculta tras un amasijo de cuerdas y tablones –a modo de improvisados andamios para el ojo inexperto- y el vaivén de gente era continuo.
Dos largos meses llevó acometer completamente la reforma, pero sin duda el resultado parecía, a falta de ponerla a prueba, satisfactorio cuanto menos. Se reforzaron las bases, se apostaron grandes coberturas de mithril en las zonas sujetas a mayores esfuerzos cortantes, se renovó por completo el sistema de poleas y contrapesos y, lo que es más importante, se aumentó el rango de disparo, así como la amplitud de giro de la base, dotando así (en una primera fase) de mayor número de posibilidades de uso a tan magnánima obra de la ingeniería gnómica.
Solamente quedaban unos flecos para poder comenzar la Fase II del proyecto, o al menos en las cábalas del taciturno gnomo así cabía esperar.
