Inicio › Foros › Historias y gestas › Vuelta a Anduar, una amarga sorpresa
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No había pisado Anduar en los últimos dos años, pero nada parecía haber cambiado, las calles eran tan ruidosas como las recordaba y estaban incluso más abarrotadas, eso era debido a que estábamos en el mes de Osucaru, eso implicaba la llegada del circo a la ciudad y algunos mercaderes de temporada que lo seguían.
Desafortunadamente eso también implicaba un aumento de la delincuencia en la ciudad, en lo que llevaba de mañana ya había tenido que recordarle a dos carteristas que sus bolsillos también eran buenos para cubrir las manos del frío que arrastraba el viento que traía temperaturas que parecían haberme seguido en mi vuelta desde Naggrung.
Afortunadamente ese día nada podía sacarme la sonrisa, me había asegurado que todo salía a la perfección, mi madre había vuelto de uno de sus giras en la parte este del continente y papa había intercambiado un par de favores para asegurarse que podían pasar los pocos días que ella tardaría en volver a sus conciertos juntos, por supuesto ellos no tenían ni idea de que yo estaba en la ciudad.
No me avergüenza decir que la forma de conseguir la información para posteriormente sorprenderles fue poco convencional, pero para algo debía servir tener amigos en la cofradía local, ¿no?
Mientras caminaba por la ciudad en busca de un ramo de claveles que esperaba usar para complementar el regalo de una partitura que conseguí en la peligrosa isla del Bucanero, me descubrí fantaseando con su reacción al verme entrar por la puerta después de esos dos largos años.
Mama daría saltos por toda la casa y me enseñaría una de sus últimas composiciones, después nos fundiríamos en un abrazo entre sus sollozos.
Y Papa me daría la bienvenida a casa, con una media sonrisa, calmado, llamándome Lin.
Nos pondríamos al día e intentarían convencerme sin mucho éxito de que me quedara por un tiempo con ellos y dejará las peligrosas aventuras a un lado.
- ¿Vas a quedarte mirando todo el día o tienes intención de comprar algo chiquilla?
Me disculpé con una sonrisa avergonzada.
- Un ramo de claveles y un tallo de Arlan, que últimamente no paro de resfriarme.
Me miró de reojo mientras cojeaba hacia el mostrador
- Te pregunté si ibas a comprar, no sobre tu vida, tengo mucha faena para perderlo contigo, serán 10 monedas de plata.
Achaque el mal humor del tendero a la gran cantidad de personas que visitaban su tienda en esa época del año y al estrés que eso suponía y me limite una vez más a sonreír y proporcionar las monedas de plata.
Ramo en mano, me dirigí a casa por fin, no sin volver a caer en las divagaciones relacionadas con la escena que me encontraría en casa. Pero pese a las posibilidades que me había imaginado, no estaba preparada para la horrible situación que me deparaba.
Recuerdo que al plantarme delante de la puerta experimenté tantos nervios como cuándo hice el examen de aptitudes mágicas – el cual fallé estrepitosamente – , pero unas profundas respiraciones después me armé de valor y decidí cruzar el linde que separaba la propiedad privada de la ciudad.
La tranquilidad no duró mucho cuando abrí la puerta silenciosamente y me di cuenta que no se escuchaba un alma, cuando has crecido con una madre que se dedica a la farándula sabes que eso no es una opción.
Lo primero que se me vino a la mente fue que habían salido a dar un paseo aprovechando que el circo estaba en la ciudad, pero pronto escuche un extraño ruido que provenía del piso superior, empecé a sudar, el corazón me latía tan fuerte que mis oídos eran incapaces de centrarse en otro estimulo y mi boca se había secado por completo, impidiéndome pronunciar ninguna de mis runas o hechizos. Instintivamente saqué mi espada de la funda y avance dando zancadas por las escaleras.
En ese momento se grabo una imagen en mi cabeza que jamás podrá que nunca he podido olvidar.
Me abstendré de dar detalles, pero puedo asegurarte que los segundos que tardé en bajar la mirada y musitar “perdón” antes de volver a cerrar la puerta roja como un tomate fueron eternos.
Ese pequeño incidente me enseñó, una vez más, que uno no está nunca lo suficiente preparado. Pero dejando el fatídico incidente a un lado, los siguientes días pasaron con total tranquilidad, papá me ayudó a recuperar la tranquilidad y la paz que necesitaba, por otro lado, mamá se encargó de la inspiración, dejándome así como nueva para mi siguiente gran aventura.
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