Inicio › Foros › Historias y gestas › Xirtahs: Reflexiones de índole monetaria. (Registro II)
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Es curioso como unas simples e hipnóticas llamas pueden avivar los recuerdos más dispares y recónditos de una mente mortal. Yo mismo experimenté dicha situación hace poco tiempo.
Sentado en mitad del bosque de Ucho, en un pequeño claro entre la maleza, me encontraba acampado mirando embobado las llamas de una hoguera que me cobijaba. Una pequeña cazuela, en la que se encontraba mi futura cena, colgaba de una improvisada estructura que se encontraba entorno al fuego. El olor a especias que desprendía acompasado con un incesante burbujeo contribuía a lo narcótico del bamboleo ígneo.
El olor traía recuerdos de mis tiempos jóvenes, cuando el Danzante Levrym decidió entrenarme. Aquella taberna olía muy parecido.
“De brazos finos y enclenques, ¿eh?” – Dijo Levrym la primera vi, “No sé qué te deparará el futuro, pero sí sé que será más duradera tu vida si te enseño ciertas pautas de combate. Además, tengo una deuda con tu padre.” Añadió.
Los recuerdos de esas palabras se superponían con las primeras cicatrices en los entrenamientos, las palabras disciplinadas, lo tedioso de intentar canalizar energías arcanas, el cansancio… aquello no era para mí. El ritmo frenético de combate en los entrenamientos lo podía aguantar sin problema, pero el estudio mágico era frustrante y no lograba ningún avance sin importar el esfuerzo o dedicación que le otorgara. Esto no pasaba desapercibido para mi forzoso e impertérrito entrenador, el cual, en vez de continuar martirizándome en una vía de estudio que era ineficaz en mí, se centró en que me hiciera un maestro en el uso de las armas.
Recuerdo nítidamente el día, tras sucesivas jornadas por mi parte de regalarle a mi instructor varios sustos y sobresaltos espantosos, que me puso en contacto con varias personalidades en el arte del subterfugio para potenciar mis triquiñuelas innatas.
Aquella noche no cesaban mis remembranzas sobre situaciones vividas, el burbujeo de aquella cazuela se hizo más fuerte mientras me transportaba a una batalla en las colinas de ostigurth años más tarde de acabar mi entrenamiento. El sonido hizo un visaje parecido al hervor de una sangre salida de un cuello que rebané, entre otros tantos. Que sangrienta imagen aquella, la colina repleta de cuerpos desmenuzados y atravesados. Un destacamento Dendrita completamente aniquilado por una cuadrilla de semi-elfos, entre los que me encontraba. No fue suerte, fue estrategia. Cuando preparas una emboscada, lo haces a consciencia. Unos cuantos arqueros bien situados, algunos habilidosos guerreros, trampas y que el enemigo pase por el sitio correcto ayuda infinitamente a la hora de aventajar una batalla.
Un crepitante chasquido me saco de aquel recuerdo, haciéndome presente que estaba demasiado cerca de la hoguera en la que se hervía mi futura cena. El calor que desprendía me trajo a la mente mi corta estancia en Kheleb-Dum. De cómo aquellos enanos disfrutaban del rugiente y descomunal fuego mientras tragan litros y litros de cerveza. Deliciosa aquella cerveza. Kraduin, mi anfitrión en aquella ciudad, se encargó personalmente de que lo constatara. Una punzada recorrió mi nuca al recordar la resaca que vino después… Mejor olvidar aquello, fue todo un espectáculo.
Al volver de mi maraña mental de recuerdos, constaté que mi cena estaba lista. Me propuse degustarla, vertiendo el contenido de la cazuela en un cuenco previamente preparado junto al fuego. Agarré la cuchara y procedí a comer. Que mala suerte tuve que, en un mal gesto, todo el contenido del cuenco se vertió sobre mi vestimenta. Del ansioso salto que se sobrevino, debido a las quemaduras que me producía aquel guiso humeante, empujé mi mochila hacia el fuego, quemando todas mis pertenencias y dinero…
Tabernero: ¿Toda esa historia es para decirme que no vas a pagar el hidromiel y el estofado?
Xirtahs: Mi querido tabernero, ha dado usted en el clavo.
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