Estimados conciudadanos, lo que hoy me apresura a daros este discurso improvisado es algo de relevancia vital y que para muchos no sera nuevo.
Se trata de Silvhia, actual consejera de nuestro pueblo, que se haya envuelta en tramas de inquietudes e intrigas indignas para alguien que ostenta tan poderoso puesto. Ha sido vista por uno de nuestros vigías teniendo tratos ilícitos con un cofrade cuyo nombre no diré para salvar vuestras vidas de los asesinos de testigos.

Esto es intolerable. No consentiré que salga impune y exijo que se reclame su puesto y sufra un castigo ejemplar, que deberá ser decidido por mis consejeros.

Confio, mis queridos ciudadanos, en que no caigais en el juego del terror con el que las cofradías intentan expandir su control sobre nuestras aldeas.