Lady Brigitte era una mujer muy idealista y religiosa. Su fiero sentido del deber y de la justicia la llevaron a seguir el camino de la caballería. Su sangre de baja cuna y sus limitados recursos no le permitieron acceder al costoso entrenamiento que, además, estaba dominado por varones.
La Santa tuvo infancia de sacrificios marcada por la valentía y el arrojo. Su perseverancia hizo que al fin consiguiese lo que quería, pero no sin antes perder a una familia y buena parte de su salud en las decenas de batallas en las que Eralie la puso a prueba.
Cuando en su vida no quedaba nada más que la dedicación, Brigitte intentó alzar a las ciudades en armas contra las tinieblas de la fortaleza. No fue capaz. Ningún mandatario estaba tan loco como para iniciar un ataque tan desesperado como el que ella proponía.
Le dió igual. A lomos de su fiel corcel, se arrojó contra la fortaleza ella sola y combatió contra los millares de hombres del imperio por si misma. No fueron pocas sus muertes, pero pronto su vida se acercaba al final, ya que, al igual que cualquier mortal, Brigitte tenía unos límites de constitución.
En su última vida entró en la guarida del lobo. Desafió al Gran inquisidor a un combate singular y este aceptó. Por desgracia, fue una trampa. Una trampa ruín que llevó a nuestra señora al féretro demasiado pronto… y todo porque nadie quiso escucharla, porque nadie quiso marchar con ella.
Pues ahora, aunque es tarde, la Orden del Amanecer surge de los restos de su creadora para terminar lo que ella hizo. Cada día somos más y pronto marcharemos. Muy pronto. Imperiales, pronto pagaréis la ofensa que habéis perpetrado con vuestros últimos alientos; y será el estandarte del Amanecer lo último que veais. No el de Takome o la Cruzada. No el de los templarios…
El del Almanecer.
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