Raiduan nació y creció en Thorin, aunque siendo muy pequeño, sus padres le fueron arrebatados repentinamente. Desarrolló sus artes en la lucha por la necesidad de supervivencia entre animales peligrosos y personas, no menos peligrosas. Una noche, cuando Raiduan, oculto en las sombras, trataba de dar caza al animal que le serviría de cena, comenzó a oír a lo lejos un dulce canto que no tenía nada que envidiar al de las míticas sirenas. Olvidó su objetivo, perdió la adrenalina acumulada por la persecución inacabada y comenzó a dirigirse hacia la fuente del sonido. A medida que se acercaba, se le erizaba el pelo y se sentía revitalizado, hasta que allí la vio. Era una humana, que sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol, interpretaba con su violín una melodía mística. Raiduan permaneció ausente, hasta que finalizó y ella se levantó, se dirigió a él y con un movimiento rápido lo derribó. Colocó su daga en el cuello del chico y le preguntó qué demonios hacía allí y que quería. Raiduan, con toda la tranquilidad que pudo dijo: “No sé que hago aquí y ahora mismo, lo único que quiero, es no separarme de ti jamás”. La chica, con una sonrisita, retiró la mano como para coger impulso para apuñalarle, pero en su lugar hizo un fugaz gesto y se retiró de un salto hacia atrás. Tomó su violín, gravó un mensaje en la corteza del árbol con la punta de la daga y desapareció.

A la mañana siguiente, Raiduan narró la historia a Glymorsk, su hermano pequeño y ambos acudieron al árbol del grabado. Al descifrar el mensaje, vieron que era un acertijo que ninguno de los dos pudo descifrar. Glymorsk, era uno de los guardianes de Thorin, algo torpe pero siempre muy servicial y presto a ayudar. Tras la muerte de sus padres, fue acogido por Bylider, un druida solitario que vagaba por los bosques con el único fin de obtener conocimientos de las plantas y conocer los secretos ocultos en cada bosque. Raiduan y Glymorsk, acudieron a él para preguntarle sobre el acertijo. Raiduan le dijo que el mensaje decía: “cuando las lunas sean llenas, estaré entre los elfos de la selva húmeda”. Bylider sin dudar un solo instante les dijo que al sur de Takome había una selva húmeda y que allí la encontrarían seguro. Tras esperarlo, Llegó la noche indicada. Raiduan acudió donde le había indicado y fue fácil encontrarla. Allí estaba, apoyada en otro árbol, con su violín y la mirada perdida. Al finalizar su interpretación se levantó de un salto, guardó su violín, le tendió la mano y sin mediar palabras, comenzaron a andar hasta el borde de un pantano, donde permanecieron hablando y riendo durante horas, hasta que amaneció. Raiduan se despidió e iba a marcharse cuando Mirena lo detuvo y le preguntó si podía acompañarle a lo que el chico contestó: “quiero que me acompañes siempre”.

Desde aquella cita, pasaron a verse solo cuando la luna del bien estaba llena. Cada vez con más insistencia y pasión comenzaron a citarse sin importar la luna. Por fin, el corazón de Raiduan no se encontraba solo.

Hubo una noche en la que dieron un paso más. Allí, bajo la luna llena, Raiduan sacó una flor a la que previamente le dio forma de anillo e inclinándose le preguntó si estaba dispuesta a casarse con él, a lo que Mirena sin titubear le respondió con un largo y profundo beso en señal de aprobación.

A partir de esa noche, en la casa Krintel no faltaron cenas abundantes y jugosas, conseguidas por Raiduan, sonrisas provocadas por la torpeza de Glymorsk, alegrías por las canciones de Mirena, ni energías por las plantas de Bylider.