La cara de Telaron se volvía más y más roja de vergüenza mientras Maelrya le pedía explicaciones por sus actos del día anterior. A los oídos de Nardiel había llegado el rumor de que este adalid del bien se había aprovechado de un rival indefenso arrebatandole la vida sin piedad.

Finalmente apretó los dientes fuertemente y se puso en pie con gesto serio:

-Me disculpo ante ti, ante Nardiel, ante toda la Orden de Caballeros y sobretodo me gustaría presentar mis respetos a la familia del difunto. En un momento de extrema tensión no supe medir la fuerza de mi adversario y acabé con su vida fácilmente, cegado quizás por sus riquezas, faltando así a uno de los pilares éticos de todo caballero. A la par que expreso mi profundo pesar quiero presentar mi dimisión y pido que se me expulse de la Orden para siempre, ya que no soy el mejor ejemplo para nadie y solo soy una carga para esta humilde Orden.

Maelrya con mirada apesadumbrada no supo que decir en ese momento tan trágico. Finalmente fue Nardiel el que tomando la palabra sentenció:

– Telaron, eres joven y aún te quedan muchas cosas por aprender. A lo largo de la vida de todo caballero se presentan siempre tentaciones que intentan desviarnos del Código. Está en nuestra mano corregir estas desviaciones enfrentándolas para poder ser mejores caballeros. No voy a permitir que alguien con tu potencial desvíe su camino del bien por un incidente de este tipo. Al reconocer plenamente tu error y afrontarlo como estás haciendo ahora, me demuestras que no estaba equivocado contigo. Estoy seguro de que en cuanto asimiles esto y consigas paz interior volverás a estar entre los más destacados caballeros de los reinos. Se fuerte, y ten una voluntad aún más fuerte.

Nardiel, finalizando su veredicto, miró fíjamente a los ojos de Telaron:

– Del mismo modo, me gustaría que te alejaras de la política durante un tiempo, dejando de lado tus aspiraciones a Gran Maestre, pues no deseo que un suceso como este mancille el inmaculado nombre de nuestra Orden.