Sentado y tranquilo me encuentro mientras escribo en mi diario las notas
de cada dia, en este lluvioso dia, donde las gotas caen con fuerza sobre el
suelo dejando un manto pastoso entre lodo y arena, veo apenas destellos
del sol de los que pocos llegan a tocar el suelo empantanado, aqui en esta
fortificada torre perteneciente al Ejercito de Dendra, que vigila las
neblinas tierras del norte y sus posibles ataques, descanso de mis labores
diarias en su bajo, sentado en esta silla, al lado de esta viva hoguera,
recuerdo dejando la vista perdida en las llamas, las batallas en las
que mis marcadas manos cosecharon grandes victorias.
La mas grandiosa entre las grandiosas, aquella fria mañana de invierno
donde el aliento se congelaba al salir de la boca, el frio pelaba nuestra
aspera piel y las gotas de sudor frio recorrian todo el cuerpo, fue aquella
mañana cuando las Hordas infernales del norte se acercaron al campo de
batalla, unos verdes campos lisos y bien cuidados esperaban limpios
el comienzo de la batalla y el cambio de su color verde a rojo.
Las temidas Hordas del norte se formaban al final de los bellos prados,
dando lugar a unas simples formaciones pero rudas defensas…
Al otro lado, en el Frente Dendrita, el silencio era lo unico que
se olia en el ambiente, todo el mundo tenia muy claro lo que hacer,
No habia nerviosismo ni en los altos paladines ni en los soldados
ni en los arqueros ni en la caballeria. Solo se reflejaba valor
y coraje en sus miradas. Las miradas tranquilas y serias hicieron
dar esa sensacion de seguridad interior a todo el frente, de parte
de los Alto Paladines de Seldar. Sus pesadillas relinchaban con
agudos gritos y sus ojos rojizos brillaban en medio de la niebla…
El silencio dendrita se rompia suavemente por los gritos de los
enfurecidos orcos a cientos de metros. Las hordas se detubieron a varias
centenas de metros de distancia. Unos pequeños gritos y gestos por parte
de los Orcos dban mas fuerza a los soldados dendritas, todos agarraban
fuertemente la empuñadura de su arma, sin miedo a lo que hay en frente
y olvidado lo que queda detras de si.
Un suave grito del mayor de arqueros rompio el silencio, era la hora del
comienzo, tras unos momentos de impregnar las flechas con fuego
el mayor arquero dio la orden… los cientos de arqueros lanzaron sus
flechas rompiendo el oscuro cielo cubierto por la neblina matinal
con ardientes flechas surcando por el aire, llegando a la zona Orca
y callendo decenas de orcos en cada tanda. Tras unas cuantas series
arqueras, se dio orden de ataque total por parte de la caballeria,
Con los mas reputados paladines de Seldar al frente, entre ellos,
mi padre. Afianzamos nuestras lanzas apuntando hacia el cielo y agarramos
fuertemente las riendas y escudos para emprender un pequeño ritmo a nuestras
bestias, el grito de mi padre ensordecio todo el valle, y acto seguido
las pesadillas empezaron a imprimir su velocidad… cabalgando ferozmente
con pequeños relinches y chillidos que agudizaban los oidos, los 200
Caballeros nos acercamos hasta el fondo del valle, cuanta mas velocidad
conseguiamos ivamos aputando y bajando nuestras lanzas hacia los torsos
de los temidos orcos, todos entonamos nuestra loa, nuestro fanatico canto
hacia Seldar, entre gritos de ira y odio… los tambores de golthur se
mezclaban con las trompetas y cuernos de Dendra, llegando casi al encaramiento
total afianzamos las lanzas en ristre, dando paso a la mirada cara a cara
con esos mestizos despojos… y en tan solo 3 segundos, mi lanza atreveso 4
pechos orcos, dando despues con un pequeño salto desde montura, enterrandose mis
pies en el lodo mezclado con sangre y visceras, para desenvainar mi poderosa
espada para esparcir cabezas entre la multitud…

(Relato extraido de la biblioteca de la Inquisicion)
(El Diario del Guerrero 1º Cap.)