Briella, como cada día, salió a la entrada de la milicia de Ak’anon a practicar la magia. El poder de los hechizos que estaba estudiando era tal que no podían ejecutarse en un recinto cerrado. Un poco más adelante, entre las sombras que ofrecía una esquina, un jovenzuelo, de nombre Dronin, observaba como la bella gnoma creaba ilusiones con sólo pronunciar unas palabras y articular algún gesto. Dronin se miró el tatuaje que llevaba en el brazo. Él no era como los demás gnomos, no era lo suficientemente inteligente para hacer esas maravillas, pero no le importaba. Su única ambición era defender Ak’Anon de cualquier amenaza, por eso deseaba entrar en la milicia y, a falta de talento en la magia, aprender el arte de la espada.
Pasó un año. Briella seguía entrenándose mientras simulaba que no veía a Dronin, que después de su entrenamiento particular iba a visitar a escondidas a la gnoma. Pero ese día él no estaba. Ella continuó su entrenamiento sin darle mucha importancia, pero sentía que algo le faltaba.
A media tarde hubo reunión de milicianos:
– Os voy a presentar a un nuevo miembro de la milicia – dijo el comandante (por aquel entonces Briella aún no estaba al mando) – Su nombre es Dronin y nos ayudará con sus habilidades como espadachín. Lleva un año entrenándose duramente para éste día.-
Todos los asistentes observaron fijamente al nuevo soldado, pero él tan sólo se fijó en una persona, que sonreía ámpliamente igual que él: Briella. Así se conocieron Briella y Dronin, sin decirse una palabra, mas ambos ya sabían que su destino estaba ligado para siempre Bajo el Volcán.
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.