Milord, os escribo hoy que apenas alumbran las lunas ahora menguantes, mientras en la penumbra la tinta parece camuflarse y no tengo miedo de escribir, pues no estoy tan versada como vos en la poesia y me produce un gran apuro ser consciente de ese hecho. A esta hora tranquila, cuando el silencio se ha hecho fuera, me atrevo a plasmar mis pensamientos sobre este tosco pergamino.
Mas si bien es cierto que me cueste expresarme y no esté en los versos mi vocación, a veces, cuando paseo, convengo que al menos debo ser buena maga para haberos hechizado de algún modo extraño.
No, mi señor, no soy ilusionista. Pero sí sé un poco sobre espejismos, y sé que en algún momento, cuando caiga el velo y mi encantamiento se deshaga, ya no seré más esa orquidea de ébano, ni la mujer de vuestras poesías -y me pregunto, de qué servirá mi magia cuando de golpe parezca que he olvidado todos mis hechizos-.
Bien dijísteis que en mi soledad crecí más perversa y más hermosa -y no podríais adivinar hasta qué punto me tocaron esas palabras, ni osaríais aventurar cuán acertadas fueron-. Es por ello mismo que probablemente me volví venenosa y punzante con el tiempo, y tremendamente desconfiada.
Sé que muchas veces recelo, y aunque parezca que sonrío con calma y tal vez cierta frivolidad, en algún momento, entre sonrisa y sonrisa, miraré más allá de vos, como perdida en un lugar remoto, quedando absorta y pensativa. Mas no creáis por ello que no os oigo. Es simplemente que vuestras palabras me habrán hecho pensar. Vos sabéis que vivimos en un mundo en el que, para bien o para mal, cuando uno demuestra sentimientos, enseña a los enemigos sus flaquezas, por ello tal vez en ocasiones llegue a mostrarme distante, pero no querrá decir que no os ame.
Os respeto, por haberme acogido cuando llegué a una ciudad de extraños, y por tenderme la mano cuando empezaba a caminar sola en ese lugar. Os respeto, a pesar de nuestras diferencias.
Como bien decís, también a veces una pequeña distancia de edades nos separa, y por ello es posible que muchas veces veamos las cosas de modo distinto. Pero a pesar de todo, os amo, y me enorgullezco de estar a vuestro lado en la familia que habéis formado y me ha acogido como propia.
Milord, mucho esfuerzo me ha costado escribir estas palabras, e incluso os diría que fuera comienza a clarear ya el día y ante tanta luz no me atrevo a releer este pequeño escrito, por lo que es tiempo ya que devuelva la pluma a su caja y tape el tintero.
Como véis, no he sabido componer una hermosa poesía ni una gesta heróica para vos… Simplemente acabé anotando ideas que me venían al vuelo… Pero es la única forma en la que sé corresponder vuestras preciosas atenciones. Mas si algún día mi pluma se moviera lírica sobre un pergamino, acudiré contenta, presta a mostrároslo y -si acaso me atreviera- a leerlo en voz alta para vos.
Con amor,
Alveaenerle Baelzhemon, (vuestra) Orquidea Negra
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