* El Linaje de las Tinieblas *
Una breve introducción
a una raza caída en el olvido
Por los parajes más oscuros de Eirea deambulan criaturas jamás
vistas, bien por la necedad de quien observa o por la habilidad de
la misma para permanecer indetectable. Una de ellas, si bien -y gracias
a Oskuro- poco vista, sí es más que conocida. Se trata de los Vampiros,
la piedra angular de los cotilleos del vulgo y las supersticiones de
abuelas desdentadas que no tienen donde caerse muertas.
En mis aventuras de la 2ª Era tuve la desgracia de caer horadado
en más de una ocasión por las sangrientas hojas de uno de ellos, que
hasta hace muchos años se creía el único. Aniquilador de la Vida de
Durin, portador de su indigna y sucia cabellera, Drakull el Vampiro.
Sobre linajes y vampiros con nombre propio hablaré a continuación,
pero antes habré de demitificar numerosas pamplinas que sobre ellos
circulan por las calles infectadas por la peste.
Todos los Vampiros nacieron como criaturas mortales. Humanos,
elfos, drow, híbridos… Extraña es la mente capaz de imaginarse a
un duergar o a un enano vampiro. En algún momento de sus vidas,
por voluntad propia o bajo el sometimiento de algún otro Vampiro,
fueron convertidos en las criaturas de la noche que hoy en día
son, al beber la sangre de dicho Vampiro, de quien heredan el
linaje y los poderes. Ese día se convierte en su nueva fecha de
nacimiento, y a partir de entonces la noción del tiempo les
resulta ridícula comparada con la que perciben el resto de los
mortales.
Los Vampiros son criaturas tremendamente orgullosas, no hay
ninguna que haya sentido arrepentimiento por haber alcanzado la
«inmortalidad», o añoranza por su antigua condición de peregrino de
Soële. No es desprecio lo que sienten por la vida de los mortales,
sino más bien indiferencia; como quien pisa sin querer una hormiga.
Siempre que se disponen a acabar con una vida mortal, suelen «jugar»
con ella antes de enviarla al Limbo.
¿Miedos, temores? Pocos. Cuando un mortal se convierte en Vampiro
nunca vuelve a visitar el Limbo; aunque en caso de ser mortalmente
herido, necesita tiempo para recuperarse de tal trauma. En resumen,
no temen a la Muerte; y muchos de ellos se consideran aliados de Ella.
Un Vampiro puede ser herido de muerte con cualquier arma o hechizo
convencional, si bien el poder regenerador de los Vampiros más
poderosos hace necesario una auténtica batería de dolor para provocarles
heridas mortales. Los ajos, las cruces, las balas de plata (éso todavía
no lo conocéis), etc. no pueden acabar con su vida de forma permanente.
La luz del Sol, y sólo la Luz del Sol, es capaz de desintegrar su piel
y reducir su cuerpo a una pulpa violácea de órganos putrefactos.
Pulpa que tardará bastante en regenerarse y volver a tomar forma
humanoide, por cierto. Aunque sólo la luz del Sol les puede provocar
una herida mortal, son bastante sensibles a otras luces artificiales,
que si bien no les dañan, impiden que sus sensibles ojos vean con
atino. Un Vampiro también puede llegar a estados moribundos en caso
de carecer de sangre. Los Vampiros ansían la sangre, pues es su
único alimento imprescindible. Su deseo de sangre atraviesa varias
fases, derivando en una locura que a su vez puede derivar en un estado
semejante a la muerte.
Ahora bien, el origen de los Vampiros sigue sin estar muy claro.
Todo apunta a la obra de Oskuro, que copió la existencia de Vampiros
en otros planos de existencia totalmente diferentes al actual. De su
mano impía nacieron los dos linajes de vampiros que dominan las noches
de Eirea: Drakull y Klarheit fueron los vampiros primigenios. Las
historias de ambos ya son conocidas; y sus descendientes toman como
apellido el nombre de su patriarca. Los Drakull son vampiros que han
heredado mayor fuerza física y tamaño, su aspecto asemeja más el de
un humano demonizado que el de un enfermo hepático. Son más violentos,
más orgullosos, y más propensos a la batalla. Así mismo, son más
intolerantes, impacientes, y por ende: necios y ligeramente estúpidos.
Los Klarheit heredan una mayor inteligencia. Son fríos, calculadores
y sabios. Caóticos. Su aspecto es más tradicional: tez pálida y ojos
descoloridos, frente al aspecto infernal de sus enemigos Drakull.
Mientras que el linaje de los Drakull busca la destrucción silenciosa
del resto de seres mortales (una limpieza de la faz de Eirea), los
Klarheit son más discretos, y llevan su vida de Vampiro más discretamente,
asesinando -alimentándose- de forma maquiavélica y retorcida, al gusto
de Lloth. Sus archienemigos prefieren asaltar pequeños poblados de
campesinos en grupos de 3 ó 4 congéneres, devorar, violar, prender
fuego a las casas, los cuerpos, el ganado, etc.
Ambos linajes están en perpetua guerra. Una guerra que se vive en
el frío de las noches de Eirea, al margen de las intrigas de los
Mortales, que resultan abrumadoramente aburridas para ellos. Ambos
linajes buscan extender su semilla sobre el otro. Un Drakull considera
a un Klarheit un Vampiro impuro, un falso vampiro. Una criatura que,
sí, tiene poderes. Pero que no es un Vampiro realmente. Ídem piensan
los Klarheit de los Drakull, que los ven como criaturas bárbaras, que
carecen de la clase y el savoir-faire de un Vampiro de pura sangre.
¿Y por qué les cuento yo esto a Ustedes?
Pues porque lentitud de los taberneros de este pueblo resulta
frustrante.
Tráigame mi vaso de absenta o le destrozaré el cráneo.
Fdo.:
Un historiador cualquiera.
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