[…] esa densa aureóla azul se deslizó sobre mi frente y un cálido murmullo
empezó a resbalar por mi rostro, cerrándome los ojos sin que yo pudiera ofrecer
mucha resistencia. Al abrirlos me vi atrapado en un mundo surreal…

Todo cuanto me rodeaba parecía golpeado por un viento despiadado que lo
ralentizaba; mis compañeros descargaban sus espadas contra […] […] tan despacio que podía sentir la sangre bombeada por sus venas,
pero en cambio yo podía moverme con total libertad, capaz de dar diez
vueltas alrededor suya sin que el arco descrito por sus espadas hubiera
avanzado diez centímetros.

[…] pero también cosas horrendas; apariciones fantasmagóricas no apartaban
su mirada de mí. Parecían irritadas al invadir yo, tal vez, un nivel de la
realidad que escapaba a mi condición de Mortal.

Únicos restos legibles de «Crónicas de Corona del Tiempo«