Cabalgaba pensativo, dejando que su corcel ruano lo guiase a un trote no
demasiado rápido, esquivando los ocasionales peregrinos que como él se
dirigían a la tumba de Lady Brigitte. Nisiquiera se fijaba en las miradas de
adoración y esperanza que su presencia insuflaba a los aterrados peregrinos,
temerosos de ser presa de bandidos, salteadores o peor aún de enemigos de
Eralie que quisieran masacrarlos por mera diversión algunos o por su fe
religiosa los otros. Su poderoso caballo armado con una barda con su escudo
labrado en los laterales y un faldón que como su pecho llevaba el blasón de
su orden, su escudo corporal de acero y su lanza recta como una flecha así
como su poderosa espada daban valor a los peregrinos que apenas osaban rozar
el faldón de su caballo como reverencia a su paso.
No es que no le importase nada, el más mínimo movimiento hostil o indicio de
un ataque a cualquier peregrino lo llamaría a luchar y si fuere necesario
morir para defenderlo así fuesen 10 o 20 enemigos contra él pero estaba
desconcertado por como se sentía
Nunca se había sentido así antes, la fe y el honor siempre lo habían guiado
pero ahora creía que algo más marcaba su ritmo sin embargo no sabía el qué,
caminaba hacia la tumba de la Santa en busca de guía y camino
Su caballo se detuvo, él desconcertado alzó la vista a ver que pasaba y vió
aquel hermoso mausoleo, columnas de marmol sostenían un frontón donde
ángeles y arcángeles honraban a la santa y a Eralie, puertas de oro con
grabados de victorias y triunfos de la Santa sobre los infieles se abrían
dejando que el mismo Sol honrase a la Santa con su luz. Los peregrinos
oraban en las escalinatas, arrodillados y apartándose ligeramente le
hicieron un pasillo cuando él desmontó de su caballo y caminó lentamente
hacia la entrada. Las puertas parecieron abrirse para él y entró clavando
una rodilla en tierra e inclinándose ante el altar respetuoso y humilde
– Levantate, Hermano Evrard de Poldarn
Levantó la cabeza asombrado y vio a la Santa ante él sonriéndolo igual que
como estaba en vida (no se como es, no puedo describirla), paz y felicidad
lo invadió dibujando una sonrisa en su rostro
– Santa, que quereis de este vuestro siervo
– Levantate Evrard, disfruta de la belleza de mi
mausoleo conmigo
– Si Santa, me honrais con vuestra compañía… yo deseaba pediros guía,
consejo un camino.
La santa sonríe mirándolo – Un camino? conozco tu valor, tu dedicación y tu
fe y Eralie te llama para que continúes el mío. La luz de la verdad debe
llegar al corazón de la maldad y la destrucción. Las piras de sacrificio
deben ser apagadas y los puñales que arrancan corazones de los justos
vencidos. La fuerza nos ha sido concedida para que luchemos, deja que tu fe
te guíe y se el justiciero, el vengador, la espada de dios en la tierra
– Alza tu espada hermano, hazlo para mi
Levantándose, firme como una roca presentó ante él su espada, aquella que
tantas veces lo había acompañado en su lucha contra herejes, infieles y
asesinos y la Santa pasó sus dedos con suavidad por su filo que comenzó a
brillar con una luz blanca, cegadora que al disiparse dejó un aura similar
en su espada, un aura de pureza y de bondad.
– Y ahora júrame por tu espada y sobre ella que terminarás aquello que yo
comencé, que seguirás mi camino
Evrard sonrió y deslizando levemente el filo de su espada por su antebrazo
derecho e izquierdo, una vez cada filo dejó que su sangre la manchara antes
de sostenerla con ambas manos cruzada ante el pecho
– Sobre mi espada y por mi sangre, por la cruz y por mi vida, yo os juro
hermana por mi fe y mi honor que no descansaré ni desfayeceré, que no habrá
paz en mi vida hasta que la última gota de sangre de mi cuerpo caiga
derrotando al infiel, al demente o al perjuro. Os juro hermana que seguiré
vuestro camino hasta el final y que aquel que ahora ríe en su trono
suplicará clemencia a mis pies antes de que con esta espada yo lo envíe con
su perverso Dios en los infiernos y la luz de la verdad, la bondad y la
justicia de Éralie prevalezcan en este mundo.
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