Un sudor frío recorría su frente cuando se llevó las manos a la cabeza tras despertarse.
Su primera reacción fue la de no abrir los ojos: si seguía en el infierno no lo quería saber; pero el trino de unos pajaros le hizo volver a la realidad.
La misma mano que había retirado el sudor de su frente se fue ahora a su brazo izquierdo, que tenía un aspecto negro, como podrido.
«Es el toque de la muerte, he vencido a la mismísima muerte» – Comentaría días más tarde a un experto sanador, al rememorar esta misma noche y los sucesos que acaecieron.
Cuando se giró para ver si podría ver a sus compañeros se dió cuenta de la triste realidad: Él era el único superviviente de una increíble aventura que, como bardo, se vería obligado a contar.
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