Han pasado varios días desde que se iniciaran las obras del nuevo negocio familiar y la paciencia de Renalkar parece estar al límite.

Nervioso, lanza hacia la ventana el libro que tiene en las manos, comienza a farfullar «Ya debería de estar casi listo, ¡¿qué es eso de tardar tanto en construir algo tan simple?!».

De pronto, de forma casi imperceptible, la puerta de la habitación se abre y asoma el mismo rostro ceniciento que tiene que ver últimamente más de lo que le gustaría.

– Mi señor, tengo buenas noticias para usted.
– Eso espero, esto se está alargando demasiado; y tengo otros negocios que atender, necesito cerrar este tema ya.
– Lo entiendo, mi señor. Es que ha habido unos ligeros problemillas. Algunos obreros se creían con derechos como para decidir que tenían que descansar. Así que hemos tenido que hacerles ver que no es así. Nada que un látigo y un par de dedos cortados no solucionen.
– Será por mano de obra… Pero bueno, dame las noticias de una vez.
– Pues bien, el edificio está ya en su última fase de construcción, está construido con los mejores materiales y…
– Déjate de parafernalia y ve al grano. ¿De cuánto tiempo hablamos?
– Pues a mediados de la Estación del Sacrificio, mi señor.
– Mmm, bueno, te doy como máximo 2 meses a partir de hoy. Como no esté listo, ya te puedes ir buscando otro negocio más acorde a ti. Quizá, acompañante de orcos borrachos.
– Sí, sí, mi señor, sí, no se preocupe, no se retrasará más. Y otra cosa…
– Dime. ¡Rápido, tengo negocios que atender!
– Pues, según comenta cierto espía de mi familia, Rutter Meller está que trina por no haber conseguido este negocio.
– ¡Perfecto! ¡La Familia siempre gana! Ya puedes irte, y recuerda, que no se alargue más.

El extraño hombrecillo, sudoroso, cierra la puerta con tacto y se aleja rápidamente de la habitación.

Renalkar, pensativo, se sienta de nuevo en su mesa de escritorio y comienza a apilar unos papeles
En uno de los papeles que sobresalen puede leerse «…seo de Anduar…».